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Capítulo 25: Busan

Jimin sostuvo con delicadeza las pequeñas pertenencias de Jihoo en sus manos, como si fueran tesoros frágiles que, al ser entregados, significaban el último vínculo  antes de la despedida. Se acercó a Jin, quien esperaba con una sonrisa cálida y paciente, y comenzó a entregarle una a una las cosas del pequeño.

—Jihoo toma su leche cada cinco horas, más o menos— comenzó Jimin, su voz temblando ligeramente. —Por la noche, es importante que le cante para que se duerma. En las mañanas prefiere su jugo de naranja en el biberón azul. Si se despierta antes de las seis, puedes encender la televisión, pero solo por un ratito para que vea sus dibujos…— Las palabras se atropellaban unas a otras, intentando abarcar todo lo que Jihoo necesitaría en su ausencia, como si el detalle en las instrucciones fuera a asegurar su bienestar mientras él no estaba.

Jin, quien había estado escuchando con atención, no pudo evitar soltar una carcajada amable, cortando la cadena de recomendaciones de Jimin.

—Jimin, sé lo que tengo que hacer— dijo con una sonrisa. —Soy médico, ¿recuerdas? Pero más importante que eso, soy su tío, y un excelente tío.—Le guiñó un ojo, intentando aliviar la tensión que veía reflejada en el rostro del omega.

Pero Jimin no pudo evitar sentir una oleada de frustración. No era desconfianza lo que sentía hacia Jin, sino un temor latente, el miedo de dejar al niño y no estar ahí para cuidarlo. Aun así, asintió lentamente y se inclinó para abrazar a Jihoo, sosteniéndolo con fuerza.

—Te quiero mucho, mi amor—murmuró, su voz quebrándose, —volveré pronto, ¿sí?

Se volvió hacia Yena, y la abrazó con igual intensidad.

—Recuerda lo que hablamos, cariño—le susurró al oído, tratando de sonar firme, aunque el temblor de sus labios lo traicionara. —Pórtate bien y cuida a tu hermano. Eres la mayor, ¿de acuerdo?.

La niña asintió, sus ojos llenos de la determinación infantil que Jimin tanto admiraba. —Estaremos muy bien, Jimin— dijo con convicción. Luego miró a Jin y sonrió. —Tío Jin va a darnos hamburguesas y pizzas todos los días. ¿No es genial?

Jimin y Yoongi intercambiaron miradas, ambas llenas de resignación, haciendo una mueca de desaprobación, mientras Jin reía de buena gana.

—¡Claro que no niñita! Soy un excelente tío, pero no un gran cocinero— admitió, mientras comenzaba a empujar suavemente a Jimin y Yoongi hacia la puerta. —Ahora, váyanse antes de que pierdan su vuelo.

Los abrazos finales se prolongaron unos segundos más de lo necesario, pero finalmente, Jimin se apartó siguiendo a Yoongi hacia el coche que los llevaría al aeropuerto.

El trayecto fue silencioso, y el peso de la separación se apoderó de Jimin, hundiéndolo en pensamientos llenos de incertidumbre y ansiedad. Al llegar al aeropuerto, las luces brillantes y el bullicio de la gente que iba y venía lo sacaron de su ensimismamiento. Jimin seguía las indicaciones de Yoongi como si estuviera en piloto automático, sin prestar mucha atención al mundo que lo rodeaba, hasta que, finalmente, se encontraron esperando en la sala de embarque.

Yoongi, siempre observador, le dio un suave empujón en el hombro, sonriendo de medio lado.

—¿Es tu primera vez viajando en avión?—preguntó.

Jimin asintió, mordiéndose el labio con nerviosismo.

—Sí, nunca antes he volado,— admitió, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y miedo.

Ya en el avión, mientras los motores cobraban vida y la aeronave comenzaba a moverse por la pista, Jimin sintió el pánico crecer en su pecho. Sus manos se aferraron a los reposabrazos con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Fue entonces que sintió los dedos cálidos de Yoongi cubriendo los suyos, sosteniéndolos con suavidad pero con la firmeza suficiente para transmitir seguridad. Jimin lo miró, sorprendido por el gesto, y Yoongi le sonrió.

I LOVE YOU, BOY | YOONMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora