VEGETTA
Era una semana al completo el tiempo que había transcurrido desde que vi a Rubius por primera vez. Por algún motivo, no podía dejar de pensar en la conversación que habíamos tenido en la cafetería. En cuanto me dijo que todavía estaba buscando trabajo, supe que, a pesar de que me había invitado, sería yo el que pagase los cafés. No me costaba nada, y ya tendría él suficiente con estar indagando para dar con un buen curro.
Una parte de mi todavía se planteaba la duda de si no haría un buen papel como héroe. Tendría que entrenarse, por supuesto. Pero si quería distanciarse a fondo de la ciudad, tal vez fuese una de sus mejores opciones. Claro que Merlón le haría pasar algunas pruebas: tendría que aprender a pelear, y no podría dedicarle demasiado tiempo a su carrera. No trabajaría en base a algo que había estudiado, pero a fin de cuentas, yo tampoco lo hacía y no me había ido nada mal.
Pero simplemente no podía hacerle aquella oferta. A pesar de que lo había visto con una muy buena actitud de guerrero, y parecía lo bastante buena gente como para unirse a nosotros... no era algo que pudiese decidirse en tan poco tiempo. Primero debía estar unos meses viviendo en el pueblo, lidiando con los monstruos cotidianos que se le aparecían a cualquiera, y ajustándose a la vida en Karmaland. Tampoco sabía si estaría interesado o no. Pero con la hermandad oscura al acecho, y los planos de Merlón en peligro, tampoco podía permitirme el lujo de siquiera plantearme la posibilidad de acogerlo. No ahora. No en aquel momento.
Pero tal vez en el futuro.
A lo largo de la semana había estado paseándome cerca de la posada. Inconscientemente, cada camino que había tomado en el pueblo me había llevado, de una manera u otra, hasta allí. Pero en ningún momento me lo crucé. No lo vi ni salir ni entrar. Y por supuesto, el encargado no quiso decirme si se hospedaba allí algún Rubén. Supuestamente era ilegal.
Antipático.
Tampoco los héroes sabían nada, a pesar de que les había estado preguntando conforme pasaban los días. Nadie lo había visto. Y e chico parecía haberse desvanecido como un fantasma. Durante siete días, nadie excepto yo supo de su existencia.
Hasta que el domingo por la tarde, cuando paseaba con Luzu por el mercado, lo divisé a lo lejos.
Llevaba las manos hundidas en los bolsillos de una chaqueta de calle, iba más peinado que la vez que me lo encontré, y tenía un aire solemne. Tranquilo. Ojeaba las tiendecitas del mercadillo, y se tomaba su tiempo para contemplarlas. Para dedicarle a cada una de ellas los segundos que creía correspondientes.
En un momento dado sus ojos se dirigieron hacia nosotros, e hicimos contacto visual. Saqué apresuradamente la mano del bolsillo, con un gesto torpe, y lo saludé con más ánimos de los que me gustaría admitir. Pero después de tanto tiempo sin habérmelo cruzado, aquella aparición era suficiente para confirmarme que no se había largado del pueblo, y que tampoco era un espectro producto de mi imaginación.
Rubén achinó un poco los ojos para distinguirme entre la gente, y me devolvió el saludo en cuanto se aseguró de que, en efecto, era yo. Luzu se limitó a lanzarme una mirada curiosa conforme el chico se acercaba a nosotros, de nuevo con las manos en los bolsillos, y a paso rápido.
- El "fantasma" del que os he estado hablando. – Respondí sin esperar su pregunta.
Esa información bastó para que Luzu cuadruplicara su curiosidad repentina.
- Hombre Vegetta, un placer volver a verte – Rubén ya estaba lo suficientemente cerca como para que los dos le escuchásemos, y me tendió la mano.
Se la cogí sonriendo.
- Igualmente macho. No te he visto merodeando desde la última vez. Pensaba que te habías desvanecido.
Él se encogió de hombros.
- He estado ocupado.
- ¿Ya tienes curro?
Asintió. La parte de mí que lo habría querido peleando como uno más de los héroes se vino abajo. Pero la otra mitad, la que sabía que muy en el fondo no era una buena idea, montó una fiesta en mi cabeza.
- Envié mi currículum a una empresa de trabajos a distancia. Requiere viajes en tren para atender a la organización de los proyectos, pero puedo trabajar en lo mío sin ningún problema. Aunque tendré que partir dentro de un par de días o así, para terminar de cerrar el contrato. – Suspiró – No creo que tarde mucho en ganar lo suficiente como para poder comenzar con la construcción de mi casa. Ya sabes... no quiero vivir eternamente en la posada.
Dejé escapar una risita, y me percaté entonces de las fugaces miradas que se estaba dirigiendo con Luzu. Así que me apresuré a presentarlos.
- Luzu, Rubén. Rubén, Luzu. El fantasma que me encontré hace una semana, y uno de los héroes del pueblo.
- Encantado – Rubén sonrió e hizo un ligero gesto con la mano.
- Igualmente.
Luzu tendía a juzgar a primera vista. Y fallaba muy pocas veces. Tal vez por eso me relajé un poco cuando lo vi sonreír.
- ¿Dónde pensabas empezar con tu casa? Porque hay muchas zonas, y alguna son un tanto... peligrosillas.
- Todavía no he mirado nada. Pero esperaba ir a la agencia de mapeo y geografía que tenéis al lado de la estación. Para pedir consejo.
- Yo puedo ayudarte con eso. – Me aventuré inmediatamente a decir. Aún hoy no sé muy bien por qué. ¿Impulsividad? Tal vez. Pero ¿por qué tan repentina? – Y también a construirla... si se da el caso.
Luzu se giró a mirarme inmediatamente, con el ceño ligeramente fruncido. Si bien Rubén le podía haber causado buena impresión, desde luego no esperaba un ofrecimiento tan rápido de mi parte. Al fin y al cabo, no solía comportarme así. Y menos con el pueblo en peligro.
- Oh, no te preocupes. – Rubén trató de disuadirme – No quiero molestar. Me las apañaré bien.
- Insisto. – Respondí enseguida. – No es ninguna molestia. No te preocupes.
- ¿Seguro? – Asentí – Bueno, vale. Si me lo dices así... tampoco puedo rechazarlo.
- Pues en eso quedamos. Si me necesitas, ya te dije como encontrarme.
Rubén asintió.
- Bueno, os dejo tranquilos. Intentaré salir más a pasear por el pueblo, y así me voy acostumbrando a la zona. Ya nos veremos por ahí. – Se despidió – Un placer conocerte Luzu.
Luzu asintió con la cabeza, y yo lo imité.
- Adiós.
Quince minutos más tarde, cuando fui a pagar en uno de los puestos del mercadillo, me di cuenta de que, mientras hablábamos, alguien me había robado la cartera.
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BLOOD - Rubegetta
FanfictionLa hermandad oscura se ha convertido en una mafia misteriosa absolutamente centrada en sembrar el caos. Por eso, cuando descubren que "El líder de los héroes de Karmalad" conoce la ubicación de un arma capaz de someter por completo a una civilizació...