La noche caía sobre la mansión de los vampiros como un manto espeso y eterno. Las sombras, iluminadas tenuemente por la luz de la luna, se alargaban siniestras mientras Peruere avanzaba en silencio por el oscuro corredor. Su rostro mostraba una expresión fría e impasible, pero sus ojos, con aquel inusual iris rojo en forma de "X," brillaban con una intensidad que apenas lograba controlar. Él había venido a recuperar a Yui, su amiga de la infancia, la única persona que había tocado su alma.
(Me quedo más feo que el diablo-)
Desde el día en que ella desapareció, Peruere la había buscado incansablemente, enfrentándose a innumerables desafíos y peligros. Años de espera, de dolor acumulado y de desesperanza... Hasta que por fin la había encontrado, prisionera de aquellos vampiros. Aquel grupo de seres oscuros y egoístas que la habían mantenido a su lado, robándole la libertad y, a sus ojos, su humanidad. Aunque Yui no parecía haber perdido su dulzura y amor hacia él, algo en su mirada había cambiado, una fragilidad que Peruere juró proteger.
Finalmente, llegó hasta la habitación donde la habían confinado. Al abrir la puerta, sus ojos se encontraron con los de Yui, quien lo miró sorprendida y llena de emoción. "Peruere... ¿Eres realmente tú?", susurró ella, dando un paso adelante, sus manos temblando.
Sin expresión alguna, Peruere la miró detenidamente, asintiendo con calma. "He venido a llevarte a casa, Yui." Su voz era baja y suave, pero con una firmeza indiscutible.
Yui se acercó con timidez, incapaz de contener la sonrisa que le nacía al ver a su amigo de la infancia. Sabía que, tras su mirada fría, él guardaba sentimientos profundos por ella. Lo había intuido desde siempre, y aunque él nunca lo expresara, ese amor era mutuo.
Con un leve asentimiento, ella tomó su mano, pero antes de que pudieran salir de la habitación, los vampiros aparecieron. Los hermanos Sakamaki rodearon la puerta, bloqueando la única salida, sus miradas oscuras fijas en ambos.
"¿De verdad pensabas que podrías llevártela así de fácil, humano?" murmuró Shu, con una sonrisa despectiva en los labios.
"Yui es nuestra," agregó Ayato, con una mirada llena de celos.
Peruere los observó, cada uno desfilando su presencia amenazante. Sin embargo, su expresión permaneció impasible. No necesitaba gritar, no necesitaba una demostración de su ira. Él solo aferró la mano de Yui un poco más fuerte, como promesa silenciosa de que la protegería. Su rostro no cambió, pero los hermanos vampiro sintieron una presencia tan abrumadora que un escalofrío recorrió sus espinas.
Peruere liberó su Visión Pyro, rodeándose de llamas carmesí, sus ojos brillando como brasas en la penumbra. Sus cicatrices parecían oscurecerse aún más bajo la tenue luz de las llamas. Sin decir palabra, levantó una mano y extendió su habilidad Puppet Master sobre los hermanos Sakamaki, obligándolos a dar un paso atrás, mientras las llamas pirotécnicas bailaban a su alrededor, listas para atacar.
El silencio en la habitación era absoluto, roto únicamente por el sonido de las llamas crepitando a su alrededor. Shu, Ayato y los demás intentaban resistir, pero aquel poder no era algo que pudieran controlar. No era el fuego lo que les aterraba; era la fría y calculada ira de Peruere, la Marioneta Carmesí. Sabían de él, de aquel humano que había asesinado a poderosos miembros de los Fatui, dioses e incluso serafines, y ahora él estaba frente a ellos, con su terrible poder desatado. Ellos no sabían si sobrevivirían a ese encuentro.
Él nunca alzó la voz, esa era la peor parte, la ira de La Marioneta Carmesí. Este humano, capaz de matar miembros de los Fatui, Dioses y Serafines por igual, la razón de que ese albino no hubiera arrasado con el mundo de los vampiros... Solo es porque estaba siendo amable...
Yui, aún aferrada a su mano, sintió el calor de las llamas rodeándolos. "Peruere...," susurró con una mezcla de miedo y admiración. La intensidad de su amor hacia él se fortalecía con cada instante, y aunque él se mostrara distante, ella sabía que sus sentimientos estaban allí, ocultos detrás de esa máscara fría.
"Yui, no te preocupes," murmuró él con suavidad, sin apartar la vista de los vampiros. "Te prometí que no volverías a estar sola. Hoy, nada ni nadie me impedirá cumplir esa promesa."
Con un movimiento rápido, Peruere levantó su escudo carmesí, una barrera de llamas protectoras que rodeó a Yui y a él. Los vampiros intentaron atacar, pero fueron repelidos por la intensidad del fuego, que ardía cada vez más alto, como un muro insalvable entre ellos y su presa.
Finalmente, cuando los hermanos Sakamaki parecieron darse cuenta de que sus esfuerzos eran en vano, retrocedieron, sus miradas llenas de rencor y frustración. Shu apretó los dientes. "Volveremos, humano. No te equivoques…"
Peruere no respondió, simplemente les lanzó una última mirada de advertencia antes de tomar a Yui y, en un susurro, activar su habilidad Paso de las Sombras. Ambos desaparecieron en la oscuridad, dejando tras de sí sólo las cenizas de la ira contenida de la Marioneta Carmesí.
Afuera, bajo la luz de la luna, Yui miró a Peruere, su corazón palpitando con fuerza. Sabía que su frialdad era solo una máscara, un escudo que usaba para protegerse a sí mismo… y protegerla a ella.
Peruere la miró por unos segundos, sus ojos inexpresivos como siempre. Pero, en el silencio de la noche, sin que ninguno de los dos dijera una palabra, ella sintió la promesa en su mirada.
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El Solo Estaba Siendo Amable
SpiritualUn one shot simple de Diabolik Lovers con un oc mío