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CHANYEOL

La integración de Busan avanzaba rápidamente y había algunos problemas que necesitaban solución. Nada importante, pero el papeleo y los aspectos legales eran tediosos y consumían mucho tiempo, y era bueno tener a alguien de la alta dirección, como yo, en el terreno para supervisarlo. Mi padre había tenido razón al enviarme.

Podría haber pasado las noches con viejos ligues o en bares discretos como antes. Había pasado años allí, moviéndome en círculos ocultos para tratar de aliviar una picazón insaciable.

Pero ya no necesitaba hacer eso. No anhelaba nada.

Todas las necesidades que tenía estaban cubiertas, y de manera muy satisfactoria.

SeHun cumplía cada deseo sexual, cada necesidad sexual, cada obsesión sexual que podía tener. También estaba llenando otra vacante en mi vida. No era algo que pensé que alguna vez querría, pero las interacciones no sexuales eran agradables. Había evitado muy deliberadamente el afecto. No llevaba bien el apego emocional y nunca había necesitado la compañía de otros. Pero sus mensajes de texto todas las noches mientras estuve en Busan fueron lo más destacado de cada día.

Me encontraba sonriendo mucho después de que termináramos de hablar.

No podía estar cien por ciento seguro y dudaba en admitirlo, pero estaba empezando a sentir algo muy parecido a felicidad. Toda mi vida me había conformado con estar nada más que contento. En mi experiencia, la decepción acompañaba a la esperanza, por lo que conformarse con relaciones sin condiciones era la opción más segura.

Hasta SeHun.

Y ahora me iba a recoger en el aeropuerto. Por supuesto, traería de vuelta a Enzo, pero luego existía la promesa de sexo.

¿Cómo podría decir que no?

No quería decir que no.

Quería ver a SeHun. Negar eso sería una mentira descarada. Aunque mientras caminaba por la terminal hacia la zona de recogida donde él había dicho que estaría, me sentía mareado.

Tenía mariposas.

Lo cual era ridículo. Podría mentir y decir que estaba anticipando que me follaría intensamente. Pero la forma en que me sonrió cuando me subí a su camioneta hizo que mi corazón latiera con fuerza y el estómago me diera un vuelco. Tuve que morderme el interior del labio para no devolverle la sonrisa.

No era la promesa de sexo.

Era él.

—¿Qué tal en Busan? —preguntó mientras se incorporaba al tráfico—. ¿Tienes todo arreglado?

Asentí.

—Sí. Gracias por venir a buscarme. No esperaba que lo hicieras.

—No hay problema. El niño y yo hicimos un viaje por carretera. Le agrada mi gusto musical.

Enzo maulló desde el asiento trasero.

—¿Ves?

No pude evitar reírme.

—Estoy bastante seguro de que fue un grito de auxilio.

SeHun sonrió mientras conducía.

—Hemos tenido una semana de chicos. Pasando el rato, viendo la televisión. Ha sido divertido. Para que lo sepas, le gusta la lasaña de mi madre.

Lo miré fijamente.

—¿Le diste lasaña?

—No se trataba tanto de alimentarlo sino de que trataba de comer de mi plato o de mi tenedor. —Se encogió de hombros —. Se volvió un poco loco por eso, no voy a mentir.

𝐄.𝐂.𝐁 || 𝒔𝒆𝒚𝒆𝒐𝒍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora