"Yo reencarne para salvarlos" Aegon apretó con fuerzas sus puños " Ellos sufrirán lo que nos hicieron"
Tres vidas pasadas fueron suficientes para aprender de sus errores, en la cuarta sus enemigos sangraran como así Aegon, lo hizo en la tercera.
NO...
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Años atrás, Visenya Targaryen había aconsejado a Aenys Targaryen ante la rebeldía del Septon Supremo al juzgar el matrimonio de Aegon y Rhaena Targaryen. Antigua iba a ser quemada, los Higthower al apoyar esa soberbia sufrirían el mismo destino, pero Aenys se negó y no escucho a la Reina.
Falleció al saber que sus hijos seguían lejos de Roca Dragon, un Rey débil, un blandengue que no supo reinar debidamente, gobernar como un Targaryen. Trayendo vergüenza a Balerion al saber el tipo de descendiente que le había tocado, alguien manipulable que no merecía ser de su estirpe.
Acepto de mala gana el gobierno de Maegor, observo con aburrimiento las muertes siguientes, detestando con más intensidad a Jaehaerys y su estupidez, era un buen Rey ¿Pero padre? Horroroso. Su mal humor aumento en el reinado de Viserys, el poder de alguien sangre sucia como Alicent Targaryen sobre Rhaenyra, la mocosa favorita de Meraxes.
Luego él al igual que su esposa se fijaron en Aegon, el hijo menospreciado por Alicent Higthower, el mocoso que manipulo para tomar el gobierno en Los Siete Reinos. El omega que negaba su naturaleza y temía ser descubierto, el omega más parecido a su hijo, el cachorro asustado que perdió la cordura y enloqueció.
Aegon quien peco. Vivió tres vidas, estaba disfrutando el olor a humo y fuego, las llamas de Caraxes y Sunfyre callaban los gritos de las personas. El lugar donde se suponía que habitaba El Septon Supremo se bañaba en fuego.
Había soñado con esto en los tres años despuésde su cuarta reencarnación.
Sonrió a Daemon, la sangre había salpicado la mejilla del Alfa. Los colmillos de Aegon pinchaban sus labios, el dulce sabor a hierro comenzó a ser delicioso. La corrupción de los Higthower había sido aniquilada y su tío, el hermano de Alicent lo veía con horror sus acciones.
La satisfacción enfermiza avivó su naturaleza divina. De todas formas era descendiente de Balerion, ser cruel estaba en su sangre.
—¿Por qué dejar vivo a este traidor, Aegon?
—Era el único ignorante del tráfico y mercado negro, el único humilde en esa estirpe maldita. Será útil.
—No pensé verte disfrutar una matanza—Daemon se acerco limpiando la mejilla del omega, el sonrojo natural y las pestañas tupidas le imposibilitaron apartar la mirada—. Eres un sádico.
Se suponía que un omega era un ser de luz, alguien que brindaba paz, armonía y diálogo. Aegon arrojo todas esas ideas por la ventana, desvaneciéndolas con odio.
