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La noche era serena en el reino de Hyunjin. Las estrellas brillaban con intensidad, como si quisieran iluminar el camino hacia el día siguiente, cuando partiría hacia el reino del mal. En su gran alcoba, Hyunjin se encontraba en el balcón, contemplando el vasto cielo nocturno. La brisa fresca acariciaba su rostro, y el suave murmullo de las hojas le ofrecía un consuelo momentáneo.

Hyunjin llevaba una túnica de seda azul celeste, adornada con bordados dorados que reflejaban la luz de la luna. Su cabello, suelto y liso, caía sobre sus hombros, añadiendo un toque de elegancia a su figura.

De repente, un susurro en la oscuridad llamó su atención. Christopher, el pirata de corazón valiente, se había escabullido hasta el balcón. Vestía su habitual atuendo de cuero negro, con una capa que ondeaba ligeramente con el viento. Sus ojos brillaban con determinación y ternura al mismo tiempo.

—Hyunjin —murmuró Christopher, acercándose con cautela—. No soporto realmente dormir lejos de ti.

Hyunjin giró, sorprendido pero feliz de ver a Christopher. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. La luna, en su esplendor, los bañaba con su luz plateada, creando un aura mágica a su alrededor.

—Christopher... —susurró Hyunjin, sintiendo una calidez en su corazón—. Me alegra que estés aquí.

Sin decir más, Christopher tomó la mano de Hyunjin y lo atrajo hacia sí. La música de la noche, compuesta por el viento y las hojas, les invitó a bailar. Con movimientos suaves y gráciles, comenzaron a girar bajo la luz de la luna. Cada paso era una declaración de amor, cada giro una promesa de estar juntos, sin importar lo que el futuro les deparara.

Christopher acarició el rostro de Hyunjin con ternura, sus dedos trazando líneas invisibles de cariño. Sus labios se encontraron en un beso suave, lleno de promesas y sueños compartidos. Hyunjin cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación de estar en los brazos de su amado.

—No importa lo que pase mañana —dijo Christopher, susurrando contra los labios de Hyunjin—. Siempre estaré contigo, en tu corazón.

Hyunjin sonrió, sintiendo una paz que no había conocido antes. La danza continuó, lenta y llena de amor, mientras la luna seguía siendo su testigo silencioso. En ese momento, nada más importaba. Solo ellos dos, juntos, bajo la luz de la luna.

El tiempo parecía desvanecerse mientras Hyunjin y Christopher seguían danzando. La conexión entre ellos era palpable, una mezcla de amor, esperanza y un toque de melancolía por la inminente separación. La luna, como una guardiana silenciosa, seguía iluminando su baile, creando sombras suaves que se movían al compás de sus pasos.

Hyunjin apoyó su cabeza en el hombro de Christopher, sintiendo el latido constante de su corazón. Era un ritmo que le daba fuerzas, que le recordaba que no estaba solo en esta lucha. Christopher, por su parte, envolvió a Hyunjin en un abrazo protector, como si quisiera resguardarlo de todos los peligros que acechaban.

—Prométeme que volveremos —dijo Hyunjin en un susurro, su voz cargada de emoción.

Christopher levantó el rostro de Hyunjin con suavidad, mirándolo a los ojos con una intensidad que solo el verdadero amor puede transmitir.

—Te lo prometo, Hyunjin. Volveremos , sin importar lo que tenga que enfrentar.

Las palabras de Christopher llenaron a Hyunjin de una esperanza renovada. Se aferró a él con más fuerza, como si quisiera grabar ese momento en su memoria para siempre. La música de la noche continuaba, y ellos seguían moviéndose al unísono, sus corazones latiendo al mismo ritmo.

De repente, una estrella fugaz cruzó el cielo, dejando un rastro brillante a su paso. Hyunjin levantó la vista, maravillado por la belleza del fenómeno.

—Pide un deseo —dijo Christopher, sonriendo—. Las estrellas fugaces siempre cumplen los deseos de los corazones puros.

Hyunjin cerró los ojos y formuló su deseo en silencio. Deseó que su amor con Christopher perdurara, que pudieran superar todas las adversidades y encontrar la felicidad juntos. Al abrir los ojos, encontró la mirada amorosa de Christopher, y supo que su deseo ya estaba en camino de cumplirse.

La noche avanzaba, pero para ellos, el tiempo no tenía importancia. Cada momento juntos era un tesoro, una joya que guardaban en lo más profundo de sus corazones. Finalmente, cuando la luna comenzó a descender en el horizonte, Christopher supo que debían irse.

𝐶𝑜𝑛𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐿𝑎𝑠 𝐸𝑠𝑡𝑟𝑒𝑙𝑙𝑎𝑠. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora