Nunca se detuvo, dejándose ganar

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Goncho le alcanzo una caja de chicles al conejo.—¿Quieres?— preguntó, mientras masticaba el chicle estirado entre sus dientes. El aroma dulce y fresco de sandía emanaba del paquete nuevo, prometiendo un estallido de sabor en cada una. La caja brillaba bajo la luz, revelando colores vibrantes que hacían eco. 

El oso blanco estaba expectante, pero Conter no acepto el chicle, diciendo que no le apetecía, y para ser honesto, no mentía; sentía un revuelco en el estomago por su ansiedad causal. 

Estaban en el vehículo que la nutria 23 les había prestado, una especie de taxi. Conter sentía que el ambiente era algo silencioso, a pesar de que sus compañeros charlaban y bromeaban a su lado, y el lutrino ponía el grupo Enjambre tal cual Impacto era la melodía. El viento de la ventana abierta le golpeaba suavemente el rostro, y aunque no era fuerte, el frío de la madrugada le resultaba algo punzante.

Eran las doce en punto de una noche de otro día, y se dirigían a la montaña, donde se celebraría la fiesta a los que muchos, emocionados, iban. Al principio, el conejo había estado reacio. Después de la pesada charla con el oso, el ambiente en su bunker se había vuelto sofocante, cargado de una ansiedad que apenas podía soportar. En ese momento Conter había inhalado profundamente, como si intentara captar todo el oxígeno posible antes de salir sin rumbo claro, y con una sensación de mareo que no lograba disipar al abandonar el lugar.

Dolían, la humedad en sus ojos parecía querer desbordarse. Estaba perdido en la base en donde había permanecido día tras día. Ese aturdimiento se convirtió en atención cuando el entusiasmo repentino de sus amigos, que pasan a su lado y lo empujaban con su energía, lo desconcertaba aún más. Entonces sin saber cómo, terminó subiendo al auto junto con ellos, dejándose llevar.

Conter no era precisamente un fan de las fiestas; sus amigos cercanos lo sabían bien. Podría haberse quedado con Farfa o con quienquiera que estuviera en la base, pero, de alguna forma, estaba camino a un lugar donde sus miedos solo parecían agudizarse. Entonces cayo en cuenta de lo absurdo que se sentía, porque, sin empatizar, no podrían decir que odiarían ser encarcelados por esos sentimientos que ni él mismo siquiera compartir realmente. Sufría por algo que no abandonaba su mente, algo que solo lo hacía retroceder y, al mismo tiempo, le generaba una ansiedad imposible de controlar. Su cuerpo yendo en contra de sus verdaderos ideales, de tomarse una vida tranquila. ¿O es que realmente estaba arruinado todo?

La vista directa extendida ante él, coordenadas intuidas y suponía que estaban por llegar. Apretó los ojos, intentando filtrar la luz deslumbrante de la noche, sintiendo la picazón de la falta de parpadeo. El aire vibraba a su alrededor, cargado de una anticipación palpable.

—Pero no te preocupes —escuchó el conejo, despertando de sus pensamientos. Giró la cabeza para ver a Goncho y a varios de sus compañeros, quienes le sonreían con complicidad—. ¿Verdad, Conter?

Claro, el conejo giró nuevamente hacia la ventana, contemplando el paisaje estrellado que se desplegaba ante él. Respiró hondo, sintiendo cómo el aire fresco le llenaba los pulmones. A pesar de no haber prestado atención a lo que sus compañeros decían, tenía claro que la fiesta era un espacio destinado a la diversión y a disfrutar del momento. 

Era ese tipo de energía lo que emanaban sus amigos, una vibrante corriente de entusiasmo que lo envolvía. Echó la cabeza hacia atrás, permitiendo que el suave colchón del vehículo lo arrullara, porque, mientras su corazón se aceleraba con la emoción de lo desconocido, su mente se acomplejaba como las miles de estrellas que brillaban como faros de esperanza en la oscuridad.

[...]

El aire que chocaba con los arboles antes de la tormenta se sentía espléndido, como una caricia eléctrica que entraba en todo su cuerpo, envolviéndolo en una calidez que lo hacía sentir bien. Estaban en la montaña, en su punto más alto, avanzando directos hacia lo que claramente era el punto de encuentro, porque, la estructura se alzaba imponente ante ellos, sus contornos rugosos y grandes gritaban a pleno pulmón alcohol y diversión, y lo mismo iba por el interior. Era como si el lugar estuviera vivo, llamándolos a entrar y dejarse llevar por la fiesta que prometía.

𝙸𝚛𝚛𝚎𝚜𝚙𝚘𝚗𝚜𝚊𝚋𝚕𝚎𝚜『 Spreenter 』✰  Dedsafio 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora