𝐬entimientos vedados ࣪˖ ִֶָ Oscu Tnજ⁀➴𝐬ofia𝜗𝜚˚⋆ ⌇🟣

27

Había algo especial en el aire esa noche. Oscu me había invitado a una fiesta en su casa, donde estarían algunos amigos, incluyendo a Carrera y Spreen. La idea de pasar una noche tranquila con amigos, música y risas me llenaba de emoción. Me arreglé con esmero, eligiendo un atuendo que me hacía sentir cómoda pero con un toque especial, aunque una parte de mí también estaba nerviosa. Después de todo, era una fiesta en casa de Oscu.

Al llegar, la música ya sonaba fuerte y todos estaban en una vibra relajada y alegre. Oscu me recibió con una gran sonrisa, dándome un abrazo firme que me hizo sentir cálida y bien recibida. La fiesta estaba en su punto y la gente ya había empezado a reír, a bailar y a disfrutar de la noche.

—¡Sofi! —exclamó Carrera al verme, acercándose con su energía inconfundible y dándome un abrazo cariñoso. Yo correspondí al abrazo y sentí cómo, al estar cerca de él, la calidez de nuestra amistad llenaba el espacio de forma natural. Nos pusimos a conversar, bromeando y recordando algunos momentos del stream reciente en Buenos Aires.

Carrera, como siempre, no tardó en hacer algún comentario juguetón, inclinándose cerca de mí para hablar en medio del ruido de la fiesta.

—¿Sabes, Sofi? No deberías volver tan pronto a México… Buenos Aires tiene mucho que ofrecerte, y te juro que no te aburrirías con nosotros —me dijo con una sonrisa, mientras me miraba de una manera que hizo que todos en la sala notaran nuestra cercanía.

Yo reí, intentando no darle mucha importancia a sus palabras, pero al mismo tiempo disfrutando de ese cariño genuino que siempre compartíamos. Mientras tanto, Oscu, que estaba a unos pasos de nosotros, observaba con una mirada que no pasé por alto. No había esperado que se sintiera celoso, pero su expresión decía mucho.

Pasaron unos minutos, cuando de pronto Oscu se acercó, poniéndose a mi lado con un aire serio pero determinado. Me tomó suavemente del brazo y, sin decir una palabra, me llevó hacia una sala apartada de donde estaban los demás. Su toque me sorprendió, y al principio no entendí qué estaba pasando, pero tampoco me opuse.

—¿Qué pasa, Oscu? —pregunté en un tono bajo, sin saber si él estaba molesto o algo más estaba en su mente.

Oscu se quedó en silencio unos segundos, mirándome con una intensidad que me dejó sin palabras. Al cabo de un momento, suspiró y finalmente habló.

—Es que… no puedo evitarlo, Sofía. Cuando te veo con Carrera así, tan cercana, me pongo como… no sé, celoso. Me cuesta verte así con alguien más, aunque sé que es tu amigo —dijo en voz baja, casi en un susurro.

Mis mejillas se sonrojaron al escuchar su confesión. Oscu, normalmente tan seguro y despreocupado, ahora mostraba una faceta más vulnerable, algo que jamás habría esperado.

—Oscu, sabes que Carrera y yo solo somos amigos… Él es importante para mí, pero tú… —no terminé la frase, porque él me interrumpió con una mirada que hablaba por sí misma.

Sin decir nada más, Oscu se acercó, rozando mis labios con los suyos en un beso suave, que empezó tímido pero que pronto se transformó en algo más profundo e intenso. Su abrazo me envolvía con una calidez que me hacía sentir completamente protegida y querida. Por un momento, el mundo se desvaneció a nuestro alrededor y solo estábamos él y yo, compartiendo un momento que parecía eterno.

Al separarnos, ambos respiramos profundamente, intentando procesar lo que acababa de pasar. Mis ojos se encontraron con los suyos, y aunque ninguno de los dos dijo una palabra, sabía que ese instante había cambiado algo en nuestra relación. La música y el bullicio de la fiesta parecían lejanas, como si estuviéramos en una burbuja donde nada ni nadie podía alcanzarnos.

—Creo que… deberíamos volver a la fiesta —dije, aún sintiendo el calor en mis mejillas y con una sonrisa nerviosa.

—Sí, pero… quiero que recuerdes que esta noche es nuestra —respondió Oscu, tomando mi mano antes de regresar a la sala principal.

De vuelta en la fiesta, algo había cambiado entre nosotros, y aunque tratamos de actuar con normalidad, el brillo en nuestros ojos y las miradas cómplices hablaban por sí solas