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La siguiente mañana, una nueva carta llegó a mis manos. Esta vez, insistí en abrirla yo misma. La caligrafía elegante de Bryon llenaba el papel, pero había una cierta tensión en las palabras, algo diferente a sus notas anteriores.

"Querida Ara,
Esta vez, necesito verte en nuestro jardín, mañana en el atardecer, donde la luz comienza a desvanecerse. Es nuestra última oportunidad de encontrarnos antes de emprender nuestro camino juntos. Hay detalles que necesitamos ultimar, secretos que aún no hemos compartido. Mañana, por última vez, en nuestro lugar."

Apenas la terminé de leer, me dirigí al estudio de Andrey. Sabía que lo encontraría preocupado, como siempre, pero no podía permitir que sus dudas interfirieran.

—Andrey, escucha, Bryon me ha escrito. Me ha propuesto una última reunión para organizar nuestra salida juntos —le dije, tratando de sonar casual.

Andrey me observó, con una mirada incrédula y alerta.

—Andrey... —le respondí suavemente, queriendo calmarlo—. No tienes que preocuparte tanto, de verdad. Es solo una reunión... nada va a suceder.

Él entrecerró los ojos, aún dubitativo, como si analizara cada palabra mía

—Dara... ¿te das cuenta de lo arriesgado que suena eso? No puedo evitar sentir que hay algo en todo esto que no encaja.

Rodé los ojos, impaciente, y suspiré.

—Andrey, ya hablamos de esto mil veces.

—Dara, no es tan sencillo. Su carta... hay algo que no me cuadra. No puedes saberlo —me advirtió con cautela—.

—Andrey, ya lo decidí. Voy a verlo. No es la primera vez que intentas detenerme, pero esta vez es diferente. Esta vez sé lo que estoy haciendo.

Andrey me miró con el ceño fruncido, casi como si intentara entender por qué estaba tan decidida.

—Dara, solo... no quiero perderte, ¿entiendes? —su voz era tensa, y su mirada estaba llena de preocupación—. Además, esta vez no podré acompañarte.

Lo miré con una mezcla de frustración y desafío.

—Andrey, solo me estás preocupando innecesariamente. Estoy preparada —insistí, intentando sonar convincente.

—Solo, prométeme que estarás atenta, Dara. Por favor, no bajes la guardia.

Asentí sin ganas, tratando de no dejar que sus palabras me afectaran demasiado. 

—Aún así, lamento no poder acompañarte. Tengo una reunión importante hoy con los otros filósofos; una cita que no puedo aplazar.

—Lo entiendo, Andrey —le respondí, aunque sentía cierto vacío sin su compañía—. Estaré bien, puedo cuidarme sola.

Andrey se quedó en silencio, mirándome con una mezcla de preocupación y frustración antes de asentir.

Cuando llegué al jardín, el ambiente era pesado, mucho más tenso que de costumbre. La luna iluminaba tenuemente el lugar, y a medida que me acercaba, pude ver a Bryon sentado en la misma banca de siempre, pero algo en su postura me pareció extraño. Su expresión estaba apagada, y sus hombros caídos. Lo miré unos momentos antes de acercarme, intentando entender qué le ocurría.

—Bryon... —dije, sentándome a su lado—.

Él giró apenas la cabeza hacia mí, y sus ojos tenían una tristeza que nunca antes había visto.

—Dara... creo que he cometido muchos errores —murmuró, su voz llena de algo que no lograba descifrar.

A su lado, sentí una oleada de inseguridad. No sabía por qué, pero sus palabras me hicieron recordar un momento específico: cuando Andrey me advirtió que el emperador nos había visto juntos. Aquella mirada fija y gélida del padre de Bryon, observándome desde las sombras, me había quedado grabada en la memoria. Sacudí la cabeza para apartar el recuerdo y regresé al presente, centrando mi atención en Bryon.

Rostro de otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora