Fantasía y realidad

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Por muy agradable que resultara pasar el tiempo juntos en la cama, llegó un momento en el que los rugidos de su estómago hicieron evidente que los dos necesitaban hacer un descanso para reponer fuerzas. Estaban seguros de que Pinako habría tenido en cuenta que ambos iban a necesitar un buen desayuno esa mañana, así que no tenían duda de que su despensa estaría tan bien surtida como la primera vez que se quedaron solos en casa.

—Aún así, creo que me daré una ducha antes... La necesito de verdad, después de un día como el de ayer —comentó Winry.

—¿Después de bailar tanto, quieres decir? —preguntó él, con una sonrisa traviesa.

—Eso mismo.

—¿Quieres que te acompañe? La otra vez no lo hicimos y no volvimos a tener ocasión... —sugirió, con un tono de lo más tentador.

—¿Solo estás pensando en ducharte? —preguntó ella, dudándolo sinceramente.

—Bueno... Mi intención es esa... —respondió él, tragando saliva— Pero teniendo en cuenta que no estaría bien empezar nuestra vida de casados mintiendo, tampoco puedo jurarte que siga siendo así después de un rato...

—Entonces, al menos esta vez, será mejor que me duche sola —contestó ella, riendo—. Acabo de recordar algo y me vendría bien un poco de intimidad. A partir de ahora, tendremos ocasiones más que de sobra.

—¿Una sorpresa? —preguntó él, interesado.

—Un último regalo de bodas, sí. Y no sigas preguntando. No voy a darte más detalles.

—Espero que no sea tan complicado como las sorpresas que descubrí anoche... —comentó él, recordando el mal rato que le había hecho pasar aquel infernal vestido de novia, cortesía de Pinako.

—Tendrás que esperar para verlo —respondió Winry escuetamente, levantándose de la cama.

Ed suspiró en respuesta, algo inquieto por la incertidumbre, pero contemplar a la joven mientras caminaba por el dormitorio desnuda mejoró su ánimo al instante. "Tampoco me costará acostumbrarme a esto", pensó.



Sin embargo, a pesar de su felicidad, mientras esperaba a que Winry se reuniera con él en la cocina, Ed no pudo evitar volver a preguntarse sobre esa última sorpresa que le esperaba. Intuía que estaba relacionada con ese "pequeño presente" de Ling del que había hablado May y que lo de la noche anterior solo había sido un adelanto. Las tradiciones nupciales de Xing habían resultado ser de lo más entretenidas... Tanto, que se pasó un buen rato sonriendo embobado mientras recordaba algunos momentos en concreto relacionados con ellas, con una gran taza de café en una mano y un bollo en la otra, que se había quedado a medio camino de su boca, incapaz de competir con esos placenteros recuerdos.

Cuando las protestas de su hambriento estómago le hicieron volver en sí, Ed acudió la cabeza, sonriendo, y al final le hincó el diente a ese bollo tierno y dorado, que le supo a gloria. De hecho, estaba tan delicioso que pensó que sería mejor echar unos cuantos más a la bandeja, para que Winry tampoco se quedara con hambre.

Acababa de hacerlo y se dirigía de nuevo a la mesa cuando oyó los pasos de su amada esposa entrando en la habitación.

—¡Hey, Win! Tienes que probar estos... Vaya... Oh, vaya... —balbuceó.

Ed había quedado tan impactado por la imagen ante sus ojos que estuvo a punto de dejar caer la bandeja de las manos. Le dieron ganas de aplaudir ante las espléndidas tradiciones de Xing. Tener que alimentar a Ling había sido ruinoso, pero si a cambio podía disfrutar de una vista como esa, le hubiera dado de comer un año más sin rechistar.

La cuestión de WinryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora