Prólogo

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Hace siete años

No era una adolescente traviesa, pero me gustaba vivir al límite de vez en cuando.

Esperé a que mi madre se fuera a su habitación con su esposo para escabullirme a la de Dean, el hijo del nuevo esposo de mamá.

Este era su tercer matrimonio y rogaba para que también fuera el último.

Mi hermanastro me había citado en su habitación a la hora en que nuestros padres se encerraban en la suya, que era usualmente después de cenar luego de haber pasado un tiempo en la piscina.

Conocía a Dean aproximadamente tres meses luego de mudarnos a su gran mansión, pero en ese corto tiempo de conocerlo me parecía el chico más lindo del mundo; era muy atento y cariñoso conmigo, y cómo no; guapísimo. Con su cabello rubio y ojos verdes ponía a cualquier chica a delirar. Era tres años mayor que yo; él tenía dieciocho años, pero me trataba como si fuera de su edad, no como una adolescente molesta.

Yo era la única hija de Mabel Hernandez, por lo tanto mi vida siempre fue solitaria, todos los que me rodeaban y con los que crecí eran personas mayores. Es por eso que Dean me había hecho su cómplice y yo no había dudado ni un segundo en seguirlo.

Cuando nuestros padres nos habían presentado como hermanastros no pude aceptar aquello. El chico era muy guapo y empezaba a secretamente enamorarme de él. Siempre se me acercaba en el instituto a ayudarme con mis cosas. Como Dean cursaba el último año y su padre era un famoso director de cine, era el más popular. Y a pesar de ello por los pasillos de la secundaria en la única persona en quien se fijaba él era en mí. Y yo me derretía por dentro cada vez que sus ojos verdes se cruzaban con los míos.

Nos habíamos convertido en amigos cercanos, siempre pasaba mis tardes en su habitación, mirando películas y compartiendo palomitas de maíz que Cintia, su criada, y ahora mía también, hacía.

Su padre era director de cine y tenía tanto dinero que vivíamos en una gran mansión. No me maravillé ante aquello porque mamá y yo siempre habíamos vivido en lugares así de grandes y extraordinarios. Su profesión y fama como actriz le había hecho ganar muchísimo dinero, es por eso que se codeaba con la gente más famosa y adinerada de Hollywood.

Mudarnos no fue difícil para mí. Ahora por lo menos seguíamos viviendo en una mansión, pero con más gente, lo cual a mi parecer era genial si estaba Dean. No extrañaría a mis amigos de la secundaria, porque básicamente no tenía ni uno solo. Ser hija de una actriz famosa conllevaba a amistad falsas y traiciones dolorosas. Ya era experta en el tema.

De vuelta a la realidad, toqué suavemente la puerta de la habitación de Dean como habíamos quedado.

Desde adentro se escuchó un leve «pase» que me puso la piel de gallina. Tomé el pomo de la puerta y la abrí, revelando una amplia habitación. Ésta tenía vista al jardín trasero y la piscina, que se destacaba por las luces LED del patio. Dean tenía las cortinas abiertas por lo que se podía ver eso y el hermoso anochecer que mostraba el cielo negro y despejado lleno de estrellas muy brillantes. Me adentré notando a Dean sobre su cama, con una laptop sobre sus piernas. Cuando levantó la vista y me vio, sonrió.

Mi interior se hizo nudos de los nervios que sentía.

Nunca había estado tan tarde en la habitación de Dean, era mucho más de medianoche por lo que cerré la puerta a mis espaldas sin hacer ruido. Aunque dudaba que se escuchara algo, mamá y su esposo dormían en la habitación del segundo piso, aquí en el tercero no se oía casi nada. Era como vivir en un lugar aparte.

Había mucha privacidad.

Y sabía que esta habitación estaba insonorizada porque casi siempre tocaba algún que otro instrumento.

Las probabilidades de un amor imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora