Después de la conversación con Orhan Bey, decidí que la mejor manera de canalizar toda mi frustración era entrenar un poco con mi espada. Al llegar a la sala de entrenamiento del castillo, el aire estaba impregnado de un ambiente de disciplina y enfoque. Llamé a una hatun que solía entrenar conmigo, sabiendo que su habilidad y agilidad serían el complemento perfecto para liberar mi tensión acumulada.
Con un asentimiento de su parte, tomamos nuestras posiciones, listas para luchar. Al dar la señal, comenzamos el combate. El sonido del metal chocando resonaba en la sala, y cada ataque me ayudaba a liberar las frustraciones acumuladas. La hatun era rápida y experimentada, y cada movimiento que hacía me obligaba a mantenerme alerta y concentrada.
A medida que el combate avanzaba, sentí cómo la adrenalina fluía por mis venas. Con cada golpe y cada esquive, el peso de mis preocupaciones se desvanecía. Entonces, en un giro inesperado, logré desviar su espada y, en un movimiento ágil, la presioné contra su costado. Sin embargo, no me detuve ahí; su mirada me decía que estaba lista para continuar, así que fui hacia adelante.
El entrenamiento continuó, y la hatun lanzó un nuevo ataque. En lugar de retroceder, me anticipé a su movimiento. Con una combinación de velocidad y técnica, esquivé su espada y respondí con un golpe preciso que la desarmó, haciendo que su arma volara de su mano.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Estaba tan concentrada en la pelea que no me di cuenta de que Malhun Hatun me observaba desde un rincón. Cuando noté que se acercaba junto a Fatma Hatun, me sentí un poco nerviosa.
—Malhun Hatun, lo siento, no te vi —dije, respirando con dificultad.
—Tranquila, hija. Pero parecías bastante enfadada —respondió, con una mirada que mezclaba curiosidad preocupación.
—¿Estás enojada por el asunto del matrimonio? —preguntó Malhun Hatun, alzando una ceja.
Un silencio incómodo se instaló entre nosotras. A medida que procesaba la pregunta, sentí que el peso de mis pensamientos me oprimía. El matrimonio era un tema complicado; una expectativa que pesaba sobre mis hombros.
—Si estás aquí para hablar de esto... —dije, sintiéndome incómoda. Al notar mi tensión, Fatma Hatun decidió retirarse para darme más espacio.
—No, en realidad quería venir a verte. Pero por lo que veo, no deseas este matrimonio, ¿eh? ¿Tienes a alguien en tu corazón? —preguntó Malhun Hatun, con un tono que sugería más curiosidad que reproche.
—No, no he tenido tiempo para ocuparme de asuntos amorosos, Malhun Hatun —respondí, intentando mantener la calma.
—Desde que mi madre murió, he llevado la carga de mi tribu. En cuanto al matrimonio, he oído que tu hijo tiene a otra mujer en su corazón. No quiero ser la hatun de un hombre que ama a otra persona.
Malhun Hatun me miró fijamente, como si intentara leer cada uno de mis pensamientos.
—¿Significa eso que no quieres este matrimonio? —preguntó de nuevo, su tono ahora más serio.