La temporada 2025 comenzó, y el cambio era evidente. Carlos ahora vestía los colores de Williams, un equipo con un espíritu luchador, pero que no tenía el mismo rendimiento en pista que Ferrari. Lejos de la presión constante de Ferrari, pero también lejos de Charles, Carlos se dedicó a trabajar en su nuevo equipo con la misma pasión de siempre. Aun así, la distancia entre ambos empezaba a sentirse.
La primera vez que coincidieron en el paddock fue en el Gran Premio de Bahréin, la carrera inaugural. Los pasillos de los garajes se sentían diferentes, con cada uno ocupando su propio espacio, y aunque ambos sabían que la distancia era parte del trato, ninguno esperaba que se sintiera tan real. Esa mañana, cuando Carlos vio a Charles a lo lejos, notó la mezcla de emociones en sus ojos: orgullo, tristeza, y algo de nostalgia. Charles lo saludó con una sonrisa, pero Carlos percibió la barrera invisible que se había formado entre ellos.
Durante las primeras carreras, Ferrari y Williams rara vez competían uno contra el otro. Ferrari seguía peleando por el campeonato, mientras que Williams luchaba por obtener los mejores resultados posibles en la zona media. Pero incluso en esas condiciones, Carlos y Charles se buscaban entre el gentío, compartiendo miradas cómplices que nadie más entendía. En el podio, cuando Charles ganaba y Carlos estaba lejos de la cima, Charles buscaba a Carlos en el público, dedicándole una pequeña señal. Carlos respondía desde la distancia, aplaudiendo en silencio, con una sonrisa que solo Charles podía entender.
Pero llegó el Gran Premio de Canadá, una pista que siempre le había favorecido a Carlos y que era un reto para Charles. Sorprendentemente, durante esa carrera, Carlos y Charles se encontraron en la pista en una batalla por el sexto lugar, algo que nadie había esperado. Fue una lucha limpia, llena de respeto, pero con una intensidad que ambos sabían que iba más allá de la competencia. A cada curva, Carlos trataba de bloquear los ataques de Charles, mientras que Charles buscaba cada oportunidad para superarlo. En la última vuelta, Charles logró adelantarlo, y ambos cruzaron la línea con una sonrisa compartida.
Al finalizar la carrera, Charles se acercó a Carlos en el parque cerrado. “Tienes un espíritu inquebrantable, Carlos. Esa carrera fue increíble,” le dijo, dándole una palmada en el casco.
Carlos se quitó el casco y, con una sonrisa de satisfacción, respondió: “Solo porque tenía el mejor motivo para luchar. Nunca dejaré de darlo todo, Charles. No por ti.” Charles asintió, sabiendo que, aunque ahora fueran rivales en la pista, su conexión era más fuerte que cualquier diferencia de equipo o posición.
A lo largo de la temporada, siguieron viéndose en la pista y compartiendo momentos a solas cuando podían. La separación, en lugar de debilitarlos, fortaleció su relación, y cada carrera se convirtió en un recordatorio de lo que ambos significaban en la vida del otro. Charles, en Ferrari, y Carlos, en Williams, comprendieron que su amor era más grande que cualquier equipo o resultado.
Al final de la temporada, cuando Charles estaba en el podio luchando por el campeonato y Carlos celebraba con su equipo una victoria en zona media, ambos se dieron cuenta de que, aunque sus caminos fueran diferentes, la pasión y el amor que compartían no se verían afectados. Para ellos, cada carrera era una promesa: no importaba en qué equipo estuvieran ni cuántos kilómetros los separaran; mientras se tuvieran el uno al otro, siempre estarían en la misma carrera.