PRÓLOGO

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DIECIOCHO AÑOS ANTES

Esta era la definitiva. Park Taehyung apenas podía contener su felicidad. Hoy era el día que había estado esperando desde que el Departamento de Familia lo apartó de sus padres para meterlo en el sistema de acogida. Aunque "padres" era una definición terriblemente caritativa para definir a los dos drogadictos que habían tenido la desgracia de traerlo al mundo. Incluso a los diez años era lo suficientemente maduro como para entender esa verdad. Se suponía que los padres te amaban. Los padres se aseguraban de que tuvieras ropa y comida, te regalaban cosas por tu cumpleaños y aparecían por los eventos escolares. Sus padres no habían hecho ninguna de esas cosas. Nunca. Desde que podía recordar siempre había estado solo, mendigando comida, agradecido toda vez que alguien le daba algo para llevarse a la boca. Uno de los clientes habituales de su madre, porque sí, su madre se había dejado hacer cualquier cosa, siempre y cuando pagaran lo suficiente como para cubrir su siguiente dosis, y su padre solo la había animado, dado que también mantenía su vicio, para su suerte el hombre se había apiadado de él. Administraba una tienda de alimentos y le dijo que podría pasar por allí en caso de que necesitara comida.

A los cinco años, Taehyung se las arregló para encontrar la tienda por sí mismo y volvió a ella al menos dos veces por semana. El hombre había mantenido su palabra y siempre le había dado algo: sopa de tomate calentada en el microondas, macarrones con queso, algo de fruta y leche. De no ser por él, Taehyung no estaba seguro de si habría sobrevivido. Pero ahora todo era distinto. Mañana, Woobin y Minah lo recogerían y se mudaría a su hogar para siempre. Durante las últimas seis semanas se había alojado con ellos, esperando y rezando por que quisieran quedarse con él, y ahora, su sueño estaba a punto de convertirse en realidad. Hacía un par de días le habían dicho que llenarían los papeles para adoptarlo formalmente. Tendría un hogar, una familia. Lo único que les había pedido era que le permitieran pasar una última noche en la casa de acogida grupal para poder despedirse de Yoongi, Hoseok y Soobin. Una última noche en el dormitorio que habitualmente compartían con otros cuatro chicos, aunque ahora solo dos de las camas estaban ocupadas. Hacía quince minutos que habían apagado las luces y, como siempre, habían buscado el confort que les proporcionaba el estar unidos.

—Vamos a echarte de menos —dijo Hoseok y su voz sonó ahogada cuando vagó hasta él desde la litera de arriba donde yacía con Yoongi—. Nos alegramos mucho por ti, Taehyung, pero realmente vamos a echarte de menos.

—¿Con quién voy a dormir cuando te hayas ido? —dijo Soobin estrechando su brazo en torno a él.

—Encontrarás un nuevo amigo —dijo Taehyung, aunque sabía jodidamente bien que eso no era algo tan sencillo.

—No quiero un amigo nuevo —dijo Soobin—. Te quiero a ti. —Rompió a llorar y Taehyung sintió cómo se cerraba su garganta.

—Vamos, vamos, no lo hagan sentirse culpable —dijo Yoongi, siempre el pacificador. Para ser justos, todos ellos se habían beneficiado de esa cualidad en algún momento—. Deberíamos alegrarnos porque Taehyung haya encontrado a su familia definitiva. Es lo que queremos todos.

—Lo sé —sollozó Soobin—. Y me alegro mucho. Pero ¿qué voy a hacer sin él? ¿Qué pasará si los adoptan a todos y me quedo aquí solo?

Taehyung atrajo a Soobin hacia su cuerpo sin saber qué decir. No era tan bueno como Yoongi con las palabras, y tampoco tan valiente como Hoseok, que defendería cualquier cosa aun sabiendo que perdería. La litera superior se agitó y Yoongi y Hoseok aparecieron frente a ellos. Automáticamente, hicieron hueco para que se sentaran. La cama era un espacio demasiado reducido para cuatro chicos, pero no importaba. Como tampoco importaba que los demás hablaran de ellos y se burlaran de lo estrecha que era su relación. Maricones, los llamaban, y cada vez que pronunciaban esa palabra Taehyung sentía que su corazón se enfriaba un grado.

EMPLEADO (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora