|Capítulo 4: Es una trampa|

21 4 0
                                    

Alina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Alina

Me desperté con una sensación de ansiedad más intensa de lo normal. Los días siguientes al atentado, decidí no asistir a clases. Me sentía con el estómago revuelto debido al caos que reinaba en todas partes. Todo el mundo hablaba sobre ello: los muertos, los desaparecidos y los heridos. El pánico se estaba apoderando de la gente, y nadie quería viajar en avión.

Tuve que llamar a Genevive para disculparme por haberla dejado abandonada aquel día. Afortunadamente, ella comprendió mi situación y entendió por qué no asistiría a la escuela los días siguientes. Me contó brevemente que su tío estaba bien, y alcanzó a salir a tiempo del desastre. Desde entonces, no volvimos a contactarnos, y las únicas personas con las que me encontraba en la escuela eran Hayden y Dorian.

Curiosamente, mi ventana daba justo frente a la ventana de Dorian, ya que ahora abría las cortinas, lo que llevó a varios encuentros extraños en los que nos saludábamos desde el otro lado. Tenía que estar constantemente pendiente de cerrar las cortinas, ya que me sentía incómoda. ¿Y si me pillaba en ropa interior, pijama o incluso en toalla? O peor aún, ¿y si yo lo pillaba a él en una situación similar? Sería embarazoso y no sabría cómo mirarlo a la cara después de eso.

Hayden, por otro lado, parecía pasar la mayor parte del tiempo fumando en el patio. Cada vez que salía, lo encontraba allí, inmerso en su propio mundo.

—Te vas a morir si sigues así —le dije con preocupación desde mi patio.

Ni siquiera se giró para mirarme, como si mis palabras no tuvieran impacto en él.

—Todos vamos a morir, eso es un hecho —respondió.

Resoplé con frustración y me dirigí de vuelta a mi casa. Al igual que yo, Hayden tampoco había estado asistiendo a la escuela. Sin embargo, había decidido que al día siguiente, viernes, tenía que ir. Ya me estaba aburriendo de estar en casa y necesitaba un cambio de ambiente.

[...]

Mientras desayunábamos el viernes y observábamos las noticias que informaban sobre las consecuencias del atentado, Hayden hizo acto de presencia, luciendo una chaqueta de mezclilla y unas gafas de sol.

—Sra. McKay, Sra. Beatrice, Marissa, Alina —nos saludó a todas con un ligero asentimiento de cabeza.

—Hayden, qué alegría verte. ¿Ya has desayunado? —preguntó la Sra. McKay mientras se levantaba para buscar más leche.

—Ya desayunamos, como sabrá en mi casa es imposible saltarse comidas. En fin, solo vine a preguntar si las señoritas Marissa y Alina quisieran que las escoltemos a la escuela —dijo Hayden, mientras nos miraba a Marissa y a mí.

Nos sorprendió su ofrecimiento, no lo esperábamos, pero no teníamos más opción que aceptar. No queríamos molestar innecesariamente a la Sra. McKay, así que asentimos con la cabeza.

Encuéntrame en el 2001 [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora