Playa

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Después de la emotiva confesión de Mateo, él y Ismael continuaron hablando en voz baja, intentando encontrar sentido a los extraños eventos. La habitación estaba en silencio, solo interrumpido por el sonido de sus voces.

Mientras hablaban, la fatiga comenzó a apoderarse de ellos. El cansancio de la noche y la tensión emocional los fueron venciendo.

Sin darse cuenta, Mateo se recostó en la cama, apoyando su cabeza en la almohada. Ismael, sentado en el borde de la cama, comenzó a sentir el peso de sus párpados.

La conversación se fue espaciando, hasta que solo hubo silencio. Mateo y Ismael se miraron un momento, luego sus ojos se cerraron simultáneamente.

La luz de la luna continuó iluminando la habitación, pero ellos ya no la veían. El sueño los había envuelto, llevándolos a un mundo de descanso y olvido.

La habitación permaneció en silencio, solo interrumpido por la suave respiración de los dos amigos.

Mateo despertó lentamente, estirando sus brazos y piernas. La luz del sol entraba por la ventana, iluminando la habitación con un cálido brillo. Se sentó en la cama, mirando alrededor con una sonrisa tranquila.

Ismael aún dormía, su respiración suave y constante. Mateo se levantó cuidadosamente, sin querer despertarlo. Se puso una camiseta y pantalones, y salió de la habitación en silencio.

La casa estaba en calma, solo interrumpida por el tic-tac del reloj en la sala. Mateo se dirigió a la cocina, donde la luz natural iluminaba los armarios y la encimera.

Abrió la nevera, sacando huevos, leche y pan. Comenzó a preparar el desayuno, su movimiento eficiente y tranquilo. La sartén chirriaba suavemente al calentarse, y el aroma del café comenzó a llenar la cocina.

Mateo batió los huevos en un tazón, agregando sal y pimienta. Luego, los vertió en la sartén, donde se cocinaban lentamente. El pan tostado crujía al ser cortado, y la mantequilla derretida brillaba en la superficie.

Mientras el desayuno se cocinaba, Mateo se apoyó en la encimera, mirando por la ventana. El jardín estaba lleno de vida, con pájaros cantando y flores moviéndose suavemente en la brisa.

El cardo violeta, que había sido el centro de su confusión, ahora parecía una simple planta más en el jardín. Mateo sonrió, sintiendo una paz renovada.

---¿Qué hay para desayunar?--- dijo Ismael, entrando en la cocina con una sonrisa.

---Huevos revueltos y pan tostado--- respondió Mateo, sonriendo.

Mateo y Ismael se sentaron a la mesa, rodeados por el aroma del desayuno recién preparado. Mateo sirvió los huevos revueltos y pan tostado en los platos, y ambos comenzaron a comer en silencio.

Ismael rompió el silencio, mirando a Mateo con curiosidad.

---¿Sabes dónde está Sergio?--- preguntó.

Mateo se encogió de hombros, sin dejar de comer.

---No tengo idea--- respondió, su voz indiferente.

Ismael frunció el ceño.

"Es raro, es domingo, pensé que estaría en la casa.---

Mateo se encogió de hombros de nuevo.

---No me importa, solo quiero salir de casa--- dijo, su mirada fija en el plato.

Ismael lo miró sorprendido.

---¿Qué pasa, tío?---

Mateo suspiró, dejando el tenedor en el plato.

---solo necesito salir. Siempre es lo mismo: casa, escuela, casa. Quiero cambiar de aires--- explicó.

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