Salí al balcón de la oficina de Nicolás con la excusa de fumarme un cigarro. Era una salida rápida, una forma de calmarme tras la conversación. Saqué el encendedor y encendí el cigarro, dándole una calada larga mientras observaba la ciudad desde arriba, intentando organizar mis pensamientos. No era solo la presión de las cámaras ni los comentarios de Nico. Había algo más que se venía acumulando en mí desde hacía días.
Sin pensarlo demasiado, saqué el teléfono y marqué el número Goncho. Sabía que probablemente estaría ocupado, pero necesitaba contarle esto a alguien. Él atendió después de unos segundos, y con solo escuchar su voz me sentí un poco menos enredado.
—¿Que onda, Ivo? ¿Pasó algo? —preguntó, entre sorprendido y con su tono usual de curiosidad.
Suspiré, buscando cono decirlo sin darle tantas vueltas.
—Escuchá, Gon... creo que me estoy metiendo en algo que no había planeado. Capaz esté empezando a desarrollar sentimientos por Rodrigo.
Decirlo en voz alta sonó algo irreal.
Al otro lado de la línea, él guardó silencio unos segundos, y me lo imaginé parpadeando, intentando procesar lo que acababa de decirle. Finalmente, soltó una risa baja, como si le hubiera sorprendido.
—Che, eso es... ¿vos...?, wow, ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
No respondí, exhalando el humo y viendo cómo se disipaba en el aire. Esto era lo último que quería admitir, pero sentía que si no lo decía en voz alta, me iba a explotar por dentro.
Goncho, al no escuchar respuesta, soltó una risa cálida y despreocupada.
—Está claro que necesito saber más, pero... por ahí no está tan mal, capaz que esto no es tan complicado cómo pensás.
No respondí, solo miré el cigarrillo consumirse en mi mano. Quizá Goncho tenía razón, pero admitirlo era un paso más que solo lo volvía más real
Me mantuve en silencio, escuchando como el bullicio de la ciudad parecía lejano desde el balcón. Goncho también se había quedado callado, pero era ese tipo de silencio cómodo que siempre había entre nosotros, el que no necesitaba palabras.
—¿Qué pensás hacer? —preguntó finalmente, con esa voz tranquila que siempre lograba sacarme de la cabeza.
Me apoyé contra la baranda, mirando la gente abajo, y apagué el cigarrillo. La pregunta de Goncho era directa, pero no sabía cómo responderla.
—No se, Goncho. Rodrigo últimamente me ha estado confiando muchas cosas pero no se si siente algo por mi o solo soy alguien que lo está ayudando a pasar el rato... una especie de distracción.
—¿Y que mierda importa? —me interrumpió él, sin mucha paciencia—. Disfrutá el momento, boludo. Mirá, pensalo así: capaz esto termina, o capaz te termina gustando cada vez más... pero si no te dejás llevar un toque, nunca lo vas a saber.
Cerré los ojos, dejando que las palabras de Goncho resonaran.
—¿Sabes qué? —le dije, soltando el aire en un suspiro—. Tenés razón. Creo que voy a dejarme llevar un toque más. Total... —sonreí, recordando la expresión de Rodrigo esa mañana, esa calma que me transmitía incluso en los detalles más pequeños—, total, algo bueno tiene que salir de todo esto.
Goncho río, y hasta podía imaginármelo asintiendo con esa sonrisa cómplice de siempre.
—Dale, poneme al dia. Y cualquier cosa, acá estoy para bancarte en todas.
Nos despedimos después de un rato, y volví a la oficina de Nico con una extraña calma. Tal vez las cosas se complicarían más de lo que imaginaba, pero por primera vez en mucho tiempo sentí que no necesitaba tener todas las respuestas ahora.
Respiré hondo antes de entrar de nuevo a la oficina de Nico. Sabía que había escuchado. Las puertas las había dejado abiertas, y, aunque no me había dado cuenta hasta ese momento, no me importaba que él lo supiera.
Nico levantó la vista apenas entré, mirándome con esa mezcla de sorpresa y algo que parecía ser comprensión. Era mi manager, si, pero más que eso, era alguien en quien confiaba. Alguien que, en un extraño y silencio acuerdo, siempre había estado para mi sin juzgarme demasiado.
No dijo nada de inmediato, pero sus ojos me siguieron cuando me dejé caer en el sillón frente a su escritorio, pasándome una mano por el pelo para despejar la mente de todo lo que acababa de soltar en el balcón.
—No era necesario que dejaras la puerta abierta —me dijo al fin, con una sonrisa ladeada, como si quisiera romper la tensión en el aire.
Lo miré y no pude evitar sonreír de vuelta. Nico era tan... Nico. No iba a andar con rodeos ni a hacerme preguntas que no estaba listo para responder. Así que solo encogí los hombros.
—Te conozco, Nico. Sabía que estabas escuchando, y no me molesta. Sos... casi como un mejor amigo.
Nicolás asintió, dejándose caer hacia atrás en su silla, como si considerara cómo responder. Al final, se inclinó hacia adelante, sus manos cruzadas sobre el escritorio, y me miró directo a los ojos.
—Bueno, Ivo, entonces, si sos sincero conmigo... ¿qué vas a hacer ahora?
—Voy a dejar que esto fluya, Nico. No tiene sentido pelearlo o sobrepensarlo —le dije, mirando un punto fijo en su escritorio—. Voy a seguir mi instinto, hacer lo que siento y ver hasta dónde me lleva... hasta que Rodrigo me dé alguna señal de algo, sea lo que sea.
Nico asintió despacio, observándome como si intentara leer algo más allá de mis palabras.
—¿Así, sin plan?
—Sin plan —confirmé, sintiendo una mezcla de vértigo y alivio. No sabía que iba a pasar ni cuánto iba a durar esto, pero solo por esta vez me permitía improvisar sin medir las consecuencias.
Nico sonrío, dándome una palmadita en el hombro.
—Entonces, Ivo... que fluya.
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diooos por fsvor por fin te das cuenta ivaaan depues fe 25 capitulos laputamadreeeee
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Entre escenas y letras
RomansaIván Buhajeruk, un escritor que nunca quiso ser famoso, se ve obligado a fingir una relación con el actor Rodrigo Carrera para mantenerse en el ojo público tras el éxito de su última novela.