Día 19. Súcubo

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¿Qué es un demonio sino un ángel que fue desterrado por buscar su libertad?

¿Qué estarías dispuesto a hacer por amor?

¿Es que acaso nunca has amado con intensidad?

Aquellas preguntas se habían quedado grabadas en su mente, nunca en sus años de estudios religiosos había pensado en aquellas premisas, si bien era cierto él era uno de los defensores más acérrimos de la fe y las buenas costumbres, también era adepto a recibir opiniones diversas, claro, no que esas opiniones cambiaran su punto de vista o postura, pero aquel omega de la cabaña le había hecho esas preguntas que nunca se había detenido a pensar.

Terminó de hacer sus reflexiones como cada noche y entonces antes de dormir, se arrodilló, tomó el relicario que había pertenecido a su madre y comenzó a orar.

– Madre dame fuerzas para no fallar, protégeme con tu manto de aquello que nos acecha, no me dejes sucumbir ante el pecado y la tentación.

– Padre, dame el valor para enfrentar con valentía aquello que nos hace débiles.

– Herrero, bendice mi espada, no dejes que el filo de ella lastime a los inocentes.

­– Guerrero, guía mi mano para no fallar, no me dejes titubear cuando el momento llegue.

– Extraño, a ti encomiendo mi alma, si yo fallara, guía mi alma al lugar de descanso eterno, permíteme reencontrarme con aquellos que perdí.

– Anciana, dame sabiduría para encontrar respuestas y cumplir mi misión.

– Doncella, a ti encomiendo la protección de los inocentes, particularmente te pido por la protección del omega solitario de la cabaña, protégelo con tu manto de pureza y no permitas que la maldad lo alcance.

Hizo un par de oraciones más pidiendo por el descanso eterno de su madre y hermano, su abuelo y su padre, se levantó con algo de dificultad y volteó hacia la mesilla donde había colocado el cuenco con la mezcla que aquel omega le había preparado, se acercó para tomarlo y comenzar a extender la mezcla sobre su piel herida.

Sintió un alivio casi inmediato y cuando dejó el cuenco con el ungüento de vuelta en la mesilla, percibió una tenue estela del aroma del omega, sonrió un poco al recordar su particular encuentro, se acercó a su cama y se dispuso a dormir.

*****

Jacaerys terminaba de lavar los retazos de tela que había utilizado para detener el sangrado con el que un herido Alpha llegó a su cabaña; la luna iluminaba sus movimientos mientras pensaba en él Alpha como alguien extraño, de aquellos seres con una bondad cubierta por miles de capas, algo que se diluía como las gotas de sangre que caían al riachuelo y teñían de rojo el agua para después desvanecerse conforme el agua corría cuesta abajo.

Sintió entonces una corriente de aire y percibió el aroma de su Alpha, así que comenzó a desnudarse y entró al riachuelo a lavar su cuerpo, sabía muy bien que el Alpha odiaba cuando su aroma de omega se encontraba manchado o contaminado por el aroma de cualquier otro ser, al salir del agua se colocó únicamente el camisón que utilizaba debajo de todas las capas de telas que conformaban su vestido.

Sintió entonces una corriente de aire y percibió el aroma de su Alpha, así que comenzó a desnudarse y entró al riachuelo a lavar su cuerpo, sabía muy bien que el Alpha odiaba cuando su aroma de omega se encontraba manchado o contaminado por el aro...

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