Alina
Genevive se reunió conmigo para seguir ajustando algunos detalles en mi nueva sala. Al igual que yo, había optado por un atuendo casual compuesto por unos jeans simples y unas zapatillas blancas. En ese momento, no era necesario deslumbrar con vestuarios espectaculares.
Avanzamos hacia la sala llevando un par de sillas, conscientes de que aún había mucho por hacer. Genevive, además de ser mi mejor amiga, se había convertido en la responsable de crear el pastel de bodas y encargarse de los exquisitos postres que deleitarían a nuestros invitados. ¿No era increíble? Había presenciado cómo Genevive había evolucionado en el arte culinario, convirtiéndose en una experta, y ahora tenía un papel tan importante en mi boda.
Cuando entramos a la cocina, un silencio incómodo se apoderó del lugar. Algunos de los cocineros y ayudantes desviaron la mirada disimuladamente, mientras que otros fingieron estar concentrados en sus tareas culinarias. Mi pastel de bodas se encontraba en una mesa aparte, casi terminado. Era una imponente creación de cuatro capas, cuidadosamente elaborada con amor y dedicación. La primera capa estaba rellena de deliciosa mermelada de frambuesa, un favorito de mi prometido, mientras que la segunda capa estaba adornada con chocolate blanco, mi preferencia personal, la siguiente de vainilla y la última de menta. Aunque la decoración aún no estaba completamente finalizada, la apariencia del pastel prometía ser impresionante.
Sin poder contener mi emoción, comencé a aplaudir emocionada. Miré a Genevive con admiración y gratitud, y sin pensarlo dos veces, le di un beso en la mejilla en señal de agradecimiento.
—¡Me encanta! ¡Me encanta! Eres la mejor, Genevive —exclamé emocionada.
Ella respondió con una sonrisa modesta y un toque de humor.
—¿Por qué dices eso? Después de todo, me estás pagando, así que, por supuesto, esperas que te encante.
—No, en serio, Genevive. No solo te estoy pagando, sino que confío plenamente en tu talento y sé que harás de mi pastel de bodas algo excepcional.
La emoción de probar el pastel se apoderó de mí, y no pude evitar expresarlo en voz alta.
—¡Ya quiero probarlo! Estoy segura de que será simplemente delicioso.
Genevive asintió, complacida.
—Tendrás que esperar un poco más, Alina. Quiero asegurarme de que cada detalle esté perfecto antes de que lo pruebes. Pero te prometo que valdrá la pena la espera.
Observé a Genevive mientras continuaba perfeccionando los detalles finales del pastel. Su concentración y dedicación eran evidentes en cada movimiento. Me sentí agradecida y afortunada de tener a alguien tan talentoso y apasionado en mi equipo de preparativos de boda.
Con el aroma tentador de los postres llenando la cocina y la promesa de un pastel de bodas excepcional, nuestra energía se renovó y nos adentramos en la fase final de los preparativos culinarios. Estaba segura de que, gracias a Genevive, los invitados disfrutarían de un festín inolvidable en mi boda.
Una joven se acercó sigilosamente a Genevive y le susurró algo al oído. Genevive me hizo una señal para que la siguiera, y juntas nos dirigimos hacia un horno donde la chica sacó unos bizcochos recién horneados.
Genevive se inclinó hacia mí y susurró en mi oído con complicidad.
—Son pasteles de marihuana.
Una sonrisa traviesa se formó en mis labios mientras asentía con complicidad. Era nuestro pequeño secreto, un acuerdo entre Genevive y yo de sorprender a una persona especial con unos pasteles especiales. Ambas compartimos esa travesura clandestina, sabiendo que si Mónica, la encargada del centro de eventos, se enterara de lo que estaba sucediendo en su propia cocina, podría desmayarse del susto.
Nos miramos con malévolas sonrisas, emocionadas por la sorpresa que teníamos preparada. Sabíamos que aquellos pasteles de marihuana agregarían un toque especial y divertido a la celebración, aunque debíamos asegurarnos de que fueran consumidos de manera responsable y solo por aquellos que lo desearan.
Con la sonrisa maliciosa en nuestros rostros, Genevive y yo continuamos trabajando en los preparativos de la boda, seguras de que estábamos creando una experiencia única que nadie olvidaría.
[...]
Bajé rápidamente las escaleras hacia la recepción, donde ya comenzaban a llegar algunos invitados. Entre ellos se encontraba mi hermano, quien lucía elegante en su traje.
—¿Por qué llegan tan temprano? No deberían ver a la novia vestida así —exclamé con cierta vergüenza, consciente de mi atuendo informal. Sin embargo, sabía que pronto se sorprenderían al verme en mi vestido largo con una cola de sirena y un pronunciado escote que seguramente causaría impacto.
Mi hermano parecía tranquilo, como si no le importara mucho mi preocupación por mi aspecto.
—Más bien, preocúpate por tu futuro esposo. Anoche bebió hasta perder el conocimiento —me informó casualmente.
Mi corazón se aceleró y una sensación de angustia me invadió. No podía creer lo que estaba escuchando.
—¿Qué? —exclamé medio gritando, incapaz de contener mi sorpresa y preocupación.
¿Cómo podía estar tan despreocupado? Esto no podía ser una broma. Necesitaba saber más detalles.
—Sí, fuimos con los chicos a un bar, supongo que ya sabías que íbamos a ir. Resulta que allí se encontraron con un tipo que insultó a España y afirmó que Países Bajos ganaría. Tu prometido y él terminaron en una pelea a puñetazos.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente y sentí que mi corazón se hundía en el pecho.
—¿Qué? —volví a gritar, esta vez con más intensidad.
El caos y la preocupación se apoderaron de mí. ¿Cómo podía mi prometido involucrarse en una pelea la noche antes de nuestra boda? Mi mente se llenó de imágenes de lo peor que podría haber ocurrido durante esa pelea.
—Sí, sí. Intenté detenerlos y mira —me mostró la barbilla, apenas se notaba un corte con un poco de sangre—, me intentaron golpear con un pedazo de vidrio. Podría haber sido mucho peor.
—¿Muerto? Pero si apenas te rozaron...
Mi hermano hizo gestos para que me callara y continuó hablando con seriedad.
—La cuestión es que tu novio tiene un moretón en el ojo.
¿Mi futuro esposo se presentaría en nuestra boda con un ojo morado? Era terrible pensar en cómo se verían las fotos de nuestra boda y qué pensarían nuestros hijos y nietos en el futuro. Esta situación era peor que mi menstruación, peor que los problemas con la sala de bodas y peor que mi padre borracho.
Respiré hondo, tratando de encontrar algo de fuerza dentro de mí. No podía dejar que estos contratiempos arruinaran uno de los días más importantes de mi vida.
Por un momento sentí que el pánico me invadía, pero logré contenerlo. Me atraganté con mi propia saliva y tosí un poco, tratando de recuperar la compostura. Necesitaba encontrar a mi prometido y aclarar lo que había sucedido.
—¿Dónde está tu esposa? —pregunté a mi hermano, desesperada por encontrar respuestas.
Él se encogió de hombros, aparentemente sin tener idea de dónde podía estar ella en ese momento.
—¡Necesito encontrarla! ¡Ahora mismo! —exclamé con urgencia, mientras mi mente trataba de encontrar una explicación lógica para el repentino cambio de actitud de mi prometido.
No podía entender por qué mi prometido, quien siempre había sido tranquilo y pacífico, había decidido rebelarse de esa manera justo la noche anterior a nuestra boda. Había algo más detrás de todo esto, y necesitaba descubrirlo para poder resolverlo y seguir adelante.
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Encuéntrame en el 2001 [En proceso]
Romance¿Con quién acabó casándose Alina? ----------------------------------------------------------------------------------------------- En el caótico día de su boda en 2010, Alina se encuentra enfrentando una serie de contratiempos que amenazan con arruin...