Capítulo 1

406 14 0
                                    

La tarde de verano se deslizaba lentamente, bañando la habitación con una luz cálida y dorada que se filtraba a través de la ventana. Las melodías de Naty Peluso llenaban el aire, y en medio de esa calma, mi teléfono vibró en la mano. Era Beba, mi compañera de aventuras preparatorianas desde el primer día.

Su mensaje fue directo y sencillo: ¿Qué tal? Mañana volvemos a la rutina. ¿Te apetece una noche de despedida antes del caos?

La idea de salir me tentó, pero mi sentido común me recordó que tenía que ir a la escuela al día siguiente y que no quería llegar cansada.

Pero Beba no se rindió. Unos minutos después, Orlando, mi mejor amigo, me llamó para convencerme. Su voz siempre tenía el poder de calmar mis dudas. Nos conocimos en la secundaria, compartimos risas y también superamos juntos momentos difíciles. Recuerdo cuando estuvo en su peor momento, cuando salió del clóset y sus padres lo echaron de casa; yo estuve allí, al pie del cañón.

Después de una conversación breve pero persuasiva, acepté su invitación. Me cambié rápido y me vestí cómoda. Al salir de mi cuarto, mi papá me vio en la escalera y me miró con curiosidad.

—¿Vas a salir? —preguntó.

Le expliqué que iba a encontrarme con Beba y Orlando en un restaurante cerca de casa.

—No llegues tarde, sobre todo porque mañana tienes escuela —me recordó, como siempre.

Le di un beso en la mejilla, le aseguré que nos veríamos al rato y salí de la casa, mientras escuchaba su voz que me gritaba a lo lejos:

—¡No llegues tarde!

La noche prometía ser divertida.

Cuando llegué al restaurante, los vi en una mesa casi al centro. Beba y Orlando son mi todo, mis pilares. No sé qué haría sin ellos. Beba es extrovertida, yo soy más reservada, y esa mezcla hace que nuestra amistad sea única. Orlando, en cambio, es el equilibrio perfecto entre los dos, siempre ofreciendo los consejos más sabios.

La noche transcurría entre risas y conversaciones, cuando de repente, una figura conocida apareció en la distancia. Me quedé estática, el corazón se me aceleró. Agarré a Orlando del brazo, y él giró la cabeza para ver qué me pasaba.

—Es Agustín, mi novio —le susurré, casi sin aliento.

Cuando me acerqué, Agustín me vio y, en un gesto torpe, se apartó rápidamente de la chica con la que estaba besándose. Me miró, sorprendido, pero no pudo ocultar la culpa en sus ojos.

—No, Gala, no es lo que piensas. Te juro que hay una explicación —intentó defenderse, con un tono de voz que ya no sonaba tan seguro.

—¿Qué explicación necesitas? ¿Que te estabas besando con ella? —le pregunté, alzando la voz, ya sin contenerme.

Las miradas de los demás comensales se dirigieron hacia nosotros, pero ya no me importaba. Estaba demasiado herida.

—Eres un estúpido —dijo Beba, apareciendo a mi lado—. Después de todo lo que mi amiga hizo por ti, ¿así la vas a tratar?

Orlando se acercó también y me rodeó con sus brazos.

—No te preocupes, nos vamos —dijo, con voz firme.

—No, no hay problema. Yo me voy con ustedes. No quiero estar ni un segundo más aquí —respondí, con el nudo en la garganta.

Agustín intentó detenerme, pero lo empujé de un lado, librándome de su agarre.

—No, no vamos a hablar de esto. Y por si no te había quedado claro, nosotros hemos terminado —le dije con rabia, dándome media vuelta sin mirarlo.

Al salir del restaurante, Beba y Orlando me abrazaron. No pude evitar soltar unas lágrimas mientras los rodeaba, sintiéndome más agradecida que nunca. No sé qué haría sin ellos.

—Creo que lo mejor es que nos vayamos a dormir —dije, después de un rato. Había derramado todo lo que podía.

Beba y Orlando asintieron, y me acompañaron hasta mi casa. No querían dejarme sola en ese momento. Cuando llegamos, me miraron preocupados.

—¿Vas a estar bien? —preguntó Orlando.

—Sí, lo bueno es que él estudia en otra escuela, así que es difícil que lo vea. Gracias por preocuparse por mí, en serio. Son mis mejores amigos.

—Nosotros haríamos cualquier cosa por ti —dijo Orlando, sonriendo—. Incluso ir a golpear a ese patán si te hace falta.

Beba hizo una mueca de disgusto y me hizo reír, agradecida por su apoyo.

—Lo voy a pensar —respondí, sonriendo por primera vez en horas.

Me despedí de mis amigos, entré a la casa y fui directo a la habitación de mis padres para avisarles que ya había llegado. Estaban dormidos.

Volví a mi cuarto, me cambié y me acosté en la cama. Revisé mi teléfono y vi 10 llamadas perdidas y 50 mensajes de Agustín en WhatsApp. Sin pensarlo, decidí bloquearlo en todas partes. No quería ni verlo, ni escuchar su voz nunca más.

Mientras cerraba los ojos, pensé que mañana sería un nuevo día, un nuevo año escolar. Una nueva oportunidad para dejar atrás el dolor y seguir adelante.

Al día siguiente, me desperté temprano, me vestí y me encontré con Beba en la escuela. Ella estaba radiante, como siempre, con su energía contagiante.

—¡Hola, amiga! —me abrazó—. ¿Cómo te sientes hoy?

—Mejor —respondí, sonriendo—. Gracias por estar siempre aquí para mí.

—Siempre estaré para ti —dijo, sonriendo—. Ahora, vamos a empezar este año escolar con fuerza y a olvidarnos de ese patán.

Asentí, sonriendo, y juntas nos dirigimos hacia nuestra primera clase.

La vida sigue, y yo estoy lista para enfrentarla con más valor y determinación que nunca... aunque sé que hay historias que, aunque queramos, nunca terminan de dejarse atrás.

________________________________________

Hola! Espero se encuentren bien. Esta es una historia que se me ocurrió.

Cualquier duda o sugerencia será bienvenida :D

Que tengan un buen día!

Never Let Me GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora