Preparativos

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Como era de esperar, la noticia de su inminente enlace corrió como la pólvora en Resembool y se convirtió en el tema central de la mayoría de las conversaciones entre los vecinos. El simple hecho de ver a Ed y Winry de la mano en la estación después de despedir a Al y a Pinako ya había sido suficiente para despertar el interés de muchos y había generado un sinfín de rumores, pero, por si acaso alguien no se había enterado, la abuela se empleó a fondo para que todo el pueblo estuviera al tanto de la noticia. Había esperado ese momento con tanta ilusión que ahora la mujer estaba realmente eufórica y orgullosa como un pavo real. 

No había forma de pararla, por mucho que a los felices prometidos les hubiera gustado que fuera un poco más discreta. Después de lo comprensiva que se había mostrado con ellos, ninguno de los dos se atrevía a sugerirla que refrenase su lengua y aunque lo hubieran hecho, seguramente sus palabras hubieran tenido efecto alguno. En el momento en el que el compromiso fue oficial, el asunto había escapado completamente de su control.

Aquella tarde memorable en la que la mujer partió hacia el pueblo deseando presumir de la noticia, su querida amiga Julie no fue la única que escuchó de la historia. Lo cierto es que viéndola tan feliz, con ese par de botellas en la mano, era inevitable que cualquier conocido que se cruzara en su camino le preguntara qué el motivo de tanto regocijo. E incluso si no la preguntaban, ella se encargaba de comunicar la buena nueva a cualquiera que anduviera por allí, explayándose hasta quedarse bien a gusto. Como consecuencia, el trayecto hasta la casa de su amiga Julie tuvo infinidad de paradas intermedias, incluyendo una visita a la taberna del pueblo, que era el principal centro de distribución de información local y el paraíso del cotilleo.

La mujer no escatimó en detalles, haciéndole saber a todo el mundo la buena pareja que hacían, lo enamorados que estaban y los hijos tan guapos que iban a tener, añadiendo un montón de comentarios y observaciones de su propia cosecha para ilustrar el hermosísimo amor que se profesaban el uno al otro. Su lengua estaba tan desatada que Ed temía que la próxima vez que bajara al pueblo todo el mundo estuviera enterado de cómo habían sido sorprendidos besándose junto a la pila de la cocina, pero aún así se guardó sus temores para sí y mantuvo la boca cerrada, temeroso de que cualquier comentario pudiera despertar a la temible pantera de Reseembol.

Como consecuencia, en unos días todo el mundo en varios kilómetros a la redonda estaba al tanto del feliz acontecimiento que, en general, fue recibido con alegría, aunque también dejó algunos corazones rotos entre los más jóvenes. ¡Qué ilusos, aquellos que habían pensado que tenían alguna posibilidad! 

Así que, una vez Pinako se encargó de soltar esa auténtica bomba informativa en un pueblo tan tranquilo, ¡era el momento de comenzar con los preparativos! 

La mayoría de ellos tendrían que esperar a la llegada de Al que, en vista de la conversación que había tenido por teléfono con Ed, tenía un montón de ideas al respecto. Su hermano le aseguró que se verían pronto, pero antes tenía que hacer algunas visitas que le llevarían unos días. ¿A dónde y a quién? Al no había soltado prenda al respecto, aunque Ed tenía algunas sospechas y estaba seguro de que gracias a las gestiones de su hermano en su boda no faltarían algunas caras conocidas, incluyendo la del maldito Mustang, al que el mismo había invitado. 

Pinako también había pasado bastante tiempo al teléfono durante esos días, aunque fue igual de parca que su hermano en cuanto a los detalles. 

¿Organizar la boda iba a ser tan fácil como Ed había pensado? Para saberlo había que tener en cuenta que en los pueblos pequeños como Resembool este tipo de acontecimientos eran muy diferentes a las bodas en la ciudad. Amestris no era un país demasiado religioso, quizá porque los homúnculos habían considerado que la ciencia y la alquimia eran más útiles que la fe para sus propósitos, así que, aunque algunas parejas preferían casarse en una iglesia, la mayoría no se complicaba tanto. En muchos casos era el alcalde del pueblo el encargado de formalizar la unión. Si no había alcalde, se recurría a un juez, un notario o cualquier otro funcionario público con autoridad para hacer las gestiones necesarias.

La cuestión de WinryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora