Me había pasado toda la semana evitándolo. Evitando sus clases, sus ojos, su presencia. Cada vez que lo veía por el pasillo, me daba la vuelta sin pensarlo, como si de alguna forma, girando la esquina, pudiera esquivar el recuerdo de aquella maldita conversación y todo lo que venía detrás. Y, aunque pareciera imposible, estaba logrando eludirlo con una precisión ridícula. Claro, que también me estaba perdiendo clases y notas importantes, pero ¿a quién le importaba?
La mayor parte de esos días la había pasado aquí, en las gradas. Era casi irónico: el lugar al que me había llevado Tetchou en aquel momento de desastre emocional había acabado convirtiéndose en mi refugio constante. Lo primero que hice después de aquel lunes fue salir a comprarme un paquete entero de cigarrillos.
No había fumado así desde hacía años, porque, bueno, intentaba mantenerme "bien". Pero ahora mismo, el "bien" era un concepto demasiado lejano para mí, y esos pequeños cilindros de nicotina eran lo único que me daba algo de paz. Paz amarga, claro, como el humo que llenaba mis pulmones cada vez que daba una calada.
El cielo había sido azul toda la semana, pero hoy era viernes, y el gris se extendía sin fin. Ni un rastro de sol. Algo en el aire se sentía pesado, acorde con mi humor, que desde el lunes había estado por los suelos. El frío de la mañana ya se había instalado para quedarse, y aunque hacía rato que debía haberme levantado de aquellas gradas, allí seguía, hundido en mis pensamientos.
Podía sentir las miradas curiosas de algún que otro estudiante que pasaba, pero, en realidad, no me importaba. El cigarro se había convertido en una extensión de mi mano, y el cielo gris era la única compañía que parecía entenderme en este momento.
Perdido en mis propios pensamientos, di otra calada larga, intentando ahogar la frustración y el resentimiento que me carcomía desde hacía días. Justo entonces, alguien me sacó de mi ensimismamiento. Un chico de cuarto año se había acercado, y su voz me cayó encima como un balde de agua fría.
—Oye, por si no te habías enterado, hoy es la fiesta del patrón de la universidad de Psicología. Se va a celebrar una gran fiesta esta noche en el campus —dijo, mirándome como si estuviera hablándole a alguien que llevaba días viviendo en una cueva.
Lo miré, impasible, sin moverme un centímetro de mi lugar. Le di otra calada al cigarro y respondí sin ganas, como si cada palabra me pesara en la boca.
—Sí, sí, vale, me enteré. Largo.
El chico me miró con una mezcla de sorpresa y desprecio, soltando un comentario que no entendí del todo, aunque capté algo como "maleducado" antes de que se diera la vuelta y se marchara.
Me quedé allí, inmóvil, observando cómo se alejaba, y algo en su actitud me hizo sentir incluso más vacío. No estaba de humor para fiestas, ni para charla inútil, ni para nada que implicara a Fyodor o al resto de esa gente que no hacía más que revolver en mi cabeza.
Di otra calada al cigarro y, al soltar el humo, sentí una ligera sensación de alivio, aunque, en el fondo, sabía que era temporal.
Estaba tan absorto en mis pensamientos que apenas noté los pasos acercándose por detrás. Al principio, pensé que sería algún otro idiota con la misma intención de recordarme la "gran fiesta" de esta noche, pero cuando escuché la voz de Sigma, supe que esto iba a ser mucho peor.
—Nikolai, ¿se puede saber qué estás haciendo aquí? —La voz de Sigma tenía un tono de exasperación que no me esperaba, y, al girarme, también vi a Chuuya, quien me miraba con los brazos cruzados y una expresión entre la diversión y el disgusto. Los dos deberían estar en clase con Fyodor, por lo que verlos ahí solo hacía que el día empeorara.
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📚Bajo la sombra de la razón📚
FanfictionA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...