CAPITULO LXVI

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El despertar de una batalla

El valle se ve desolado, no hay señales de ningún monstruo ni nada parecido. No hay más que árboles y unos cuantos arbustos secos.

¿A dónde se habrán ido? Se suponía que los atacaríamos aquí mismo.

Lo único que se oye desde este punto es el fluir de una cascada, nada más.

—¡Armaremos el campamento en este sitio! —ordena Duarte —¡Mantengan los ojos muy abiertos, en cualquier momento podrían tendernos una emboscada!

—¡Sí señor! —responde la mayoría de sus soldados.

Todo el mundo se apresura a armar las tiendas. Todo el mundo está alerta a todo. Estamos en un lugar abierto lo cual podríamos correr riesgo con facilidad. No se sabe en qué momento podría pasar, pero tampoco sería buena idea quedarnos allí de pie a esperar a que suceda.

Igual las armas las han dejado aseguradas en una de las barracas que han sido armadas.

Como todas las noches, algunos soldados preparan la cena mientras otros pulen sus espadas. Unos cuantos se van al bosque donde proviene el sonido de la cascada. Seguro a asearse, lo más probable es que se trate de un manantial. Y es una suerte.

El resto del día se va con rapidez y la noche nos envuelve junto con el cantar de los grillos y otros pequeños animales.

Muchos guerreros hacen guardia como de costumbre hasta que llega la mañana nuevamente.

Nada se ha sabido de las criaturas, y los líderes han decidido que nos quedemos por más tiempo por si llegan a aparecer. No se puede ir de un lado a otro sin saber en qué punto estén exactamente.

<<Si van a atacar que lo hagan aquí mismo>>

Eso fue lo que dijeron.

Así transcurre una semana más. No se han visto movimientos sospechosos ni nada que nos ponga en alerta. El único acontecimiento es que Priscila ha estado inquieta. Le he preguntado en varias ocasiones si se trata de alguna visión, pero niega. Por ratos desaparece y cuando hace actos de presencia la noto diferente.

La he visto muy extraña, pero luego actúa como si nada. Quizás sea porque le sigue incomodando el tener que esconderse bajo ese disfraz de hombre.

Por otro lado, yo me he sentido enferma. Últimamente me han dado náuseas y dolores de cabeza que me llegan de la nada. A veces pienso que es el ambiente, el lugar, el estilo de vida que estoy llevando ahora. No sé qué diablos es, pero por momentos me siento mal. Incluso Aria ha tenido que prepararme té para que se me pase.

En este momento me encuentro practicando defensa con algunos voluntariados, incluyendo al idiota que nos molestó a Priscila y a mí el día que íbamos para la fortaleza.

Desde que supo que era la esposa de Tarren no volvió a molestarme. Prácticamente lo hacía unas cuantas veces en Ashwood burlándose de mi estatura.

La mayoría de ellos no quiere enfrentarse a mí por miedo a Tarren. Después de ver cómo asesinó a ese hombre prefieren no dirigirme la palabra.

Así que mi único oponente es la vidente y la hechicera. Ni siquiera Hank se atreve a ayudar con el entrenamiento.

—Más arriba. —me indica Aria. Me estoy enfrentando a ella y me enseña algunas técnicas de fuerza y agilidad.

Elevo mi pierna logrando impactarla en su antebrazo, ya que bloquea mi golpe con él. Uso algunas habilidades que he aprendido y consigo desestabilizarla.

<<Un punto para mí>>

Priscila aplaude en un gesto de felicitación.

—Nada mal. —me dice Aria —Eres buena en defensa.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora