Capítulo 25: Mi calvario

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Yoon-gi está en un rincón donde conserva su teclado. Solo con la ropa interior puesta, una pluma enganchada en la parte superior de su oreja y una libreta a un extremo. De tanto en tanto, cuando las notas y el sonido son de su agrado, deja de tocar y escribe en el cuaderno. La música es su motor y máximo exponente de inspiración, para todo en su vida, sin embargo, su musa se halla dormida ahora. Deja el cuaderno con la lapicera a un lado y suspira con pesadumbre: no puede dejar de pensar en lo que platicó con Ho-seok por medio de mensajes en su teléfono: «¿Le dijiste algo a Jimin?», lo había increpado el joven policía. «No crucé palabra con Jimin, ¿de qué hablas?». «¡Sabe de nosotros, maldición!». «Oh... Mierda». Eso sí lo había sorprendido. «Yoon-gi, si me estás mintiendo y Jimin se enteró por ti...», lo amenazó. El chico respondió en la brevedad, asegurando que no había abierto la boca. Ho-seok creía sus palabras, pero no podía evitar estar histérico en esos momentos. Había optado por comunicarse con él por medio de mensajes de texto porque temía que Jimin pudiese estar vigilándolo de alguna manera; no sabe qué alcance tienen los agudos sentidos del joven vampiro después de todo; no se arriesgaría.

―Maldita sea... Fui muy estúpido. Me confié y lo besé en público como si nada ―se reprochó a sí mismo en las cuatro paredes de su vacío apartamento.

Yoon-gi vuelve a bufar. Ahora piensa en Nam-joon y lo invade una nostalgia silente y desesperante. Ya no cuenta con la fotografía que le había sido dejada con la nota anónima, así que, en sus momentos de mayor debilidad y necesidad, pasa sus fotografías con él en su teléfono, y después recurre a aquella vieja polaroid donde posan juntos de niños; recuerdo de buenos tiempos que ya no volverán. Las lágrimas caen por sus mejillas mientras se hace pedazos en la soledad de su apartamento. Sin Nam-joon solo le queda Ho-seok, pero Jung es arena que se escurre entre sus dedos; no puede tenerlo, y no puede soltarlo tampoco. Está atrapado por su encanto, su sexualidad atrayente y la manera en la que lo revive cada vez que lo toca con su boca desconsiderada y sus manos egoístas y agresivas.

No era la primera vez que permitía que otros lo lastimaran. "Lo hago porque te amo, Yoon-gi-ssi", le repetía su madre cuándo él, al terminar la tortura, se atrevía a preguntar por qué. Tendría unos seis años, y su madre lo obligaba a dormir sobre ella, en el piso y contra la pared, abrazándola. Sin cobijas ni sábanas, sin importar si hacía frío o calor.

La caja de cigarrillos siempre estaba presente, siempre llena, y eran las quemaduras las que lo despertaban por la noche, en la tarde o al amanecer. Después, pequeños besos agridulces buscaban calmar su llanto y secar sus lágrimas.

No había agua caliente en su apartamento, así que debía asearse con un chorro helado. Siempre debía hacerlo con la cortina de la ducha abierta, bajo la gélida mirada de la mujer, quien lo escudriñaba con ojos tan fríos como el agua. Era una regla inquebrantable. Debía frotar su piel con un cepillo áspero hasta que enrojeciera y mostrar cada rincón de su cuerpo, en especial sus partes íntimas, para que ella verificara si estaba limpio. Si no lo estaba (o, mejor dicho, si ella decidía que no lo estaba) lo castigaba con un grueso cinturón de cuero hasta que sus nalgas quedaban teñidas de carmesí.

Tampoco le cocinaba a su hijo. Las alacenas permanecían vacías, y solo le permitía servirse agua del grifo, por lo que Yoon-gi se veía forzado a buscar alimento por su cuenta, mendigando en las calles o en comercios aledaños. Afortunadamente, siempre hallaba algún alma bondadosa que, en lugar de echarlo como a un perro callejero, le ofrecía una pequeña porción para calmar su hambre.

Los golpes, productos de brutales palizas de su progenitora, casi hasta dejarlo inconsciente, eran evidentes, pero esas "almas bondadosas" no hacían nada al respecto. Todo siguió su curso hasta que, inevitablemente, el agua desbordó el vaso. La policía acudió al apartamento y quitaron a la mujer del niño desnudo, que yacía hecho un ovillo en el suelo, temblando y protegiéndose con sus delgados brazos para resistir la feroz golpiza.

Loveless (+21) [JinNam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora