Eres mi venganza y mi perdición

Conociéndote

Vladímir

Estoy con Francisco en su despacho arreglando unos cargamentos.

Pero comienzo a recordar y una alegría enorme me llega al saber que puedo estar cerca de Any.

—¿Qué raro, te veo sonreír? —me dice Francisco sacándome de mis pensamientos.

—Claro que si estoy feliz —le confirmó.

—¿Esa felicidad se debe a Any?

—Sí, no pensé que llegaría a estar así por una mujer —admití.

—Me da gusto verte feliz y, como veo que te interesa de verdad, mi hermana te dirá algo —me dice.

—Todo lo relacionado con Any me interesa —mencionó.

—Dentro de tres meses será su cumpleaños —me cuenta.

—En serio —le digo sorprendido.

—Sí, no sé si tú quieres hacerle algo, pero te diré que le daré yo. La llevaré a la playa donde nuestro padre la llevó de niña —me platica.

—Entonces iré con ustedes y le daré mi regalo en la playa.

—Bueno, yo iré planeando el viaje, quiero que todo salga perfecto, quiero que ella se olvide de todo lo que le ha pasado —manifestó.

—Está bien. Bueno, si ya terminamos, iré a ver a Any —expresó feliz.

Él asiente con la cabeza y me voy. Salgo del despacho; camino hacia la habitación de Any.

Toco la puerta, pero nadie me contesta, vuelvo hacerlo y nada.

Eso me comienza a preocupar; abro la puerta y veo que no está en su cama.

Me acerco al baño, toco, nadie me contesta, entro y está vacío.

Entro en pánico; un miedo recorre todo mi cuerpo; siento cómo una oleada de aire frío recorre mi espalda.

Salgo de la habitación rápidamente; comienzo a buscarla por todos lados...

Anabela

Estoy totalmente aburrida en esta habitación; siento que no puedo respirar.

Una de las sirvientas está conmigo, haciéndome compañía, pero casi no habla mucho.

Sin más, me quitó la cobija; me siento en la orilla de la cama y pongo mis pies en el piso.

Veo rápidamente cómo la sirvienta me mira y se acerca a mí.

—No, señorita, no debe de levantarse —me dice.

—Pues estoy cansada de estar en la cama, quiero salir al jardín —le comunico.

—Tengo órdenes de que no se puede mover de aquí —me recuerda.

—No me importa, si no me quieres ayudar, no lo hagas; yo sola lo haré —le digo y me levanto poniéndome en pie.

Ella se me acerca y me toma del brazo. Me acerco al closet; lo abro y veo todos los lindos vestidos que tengo.

Escojo un vestido lindo color negro, con lindas rosas rojas. Tiene un lindo escote en forma de corazón con tirantes...

Ella me ayuda a ponérmelo, se me ve hermoso el escote, mis pechos han crecido y este vestido hace que se noten.

Tomo un par de sandalias con poca plataforma de color negro, igual que el vestido.

Después me siento en la silla frente a mi espejo y me veo.