─Casi lo olvido ─Minoris juntó las palmas de sus manos─. Los del Triunvirato te dejaron un regalo.
─¿Eh? ¿Un regalo? ¿No se supone que les caía mal?
─Lo que sucede ─explicó─. Es que ya lo tenían preparado desde unos días antes. Todavía no te conocían.
Eso tiene sentido.
─Tu regalo está esperándote en tu habitación.
Escuchar eso de Minoris me emocionó un poco. Tratándose de los soberanos de un reino, me preguntaba qué cosa lujosa y carísima podrían haberme regalado. Algo al nivel de un auto deportivo quizá, pero de este mundo.
─¿Y a mí no me regalaron nada? ─preguntó Koyara.
─Ehm... nop.
Estaba por salir disparado hacia mi habitación cuando recordé que no sabía cómo llegar.
─Mejor llévame tú o me voy a perder.
Los tres avanzamos por los laberinticos pasillos de este palacio. No se cómo es que saben moverse. Deberían darme un mapa o algo así.
Cuando llegamos a mi habitación, mi emoción se disparó. No tengo ni la menor idea de qué podrían haberme regalado, pero ahí estaba esperando con mucha ilusión. Incluso tratándose del regalo de unos tipos a los que les caigo mal, estaba expectante.
Y al abrir la puerta...
Honestamente pensé que me podrían regalar cualquier cosa, hasta el auto deportivo, pero nunca me imaginé esto.
Hincada frente a la cama de mi habitación había una chica. Sus orejas puntiagudas revelaron su naturaleza dríada. Una mujer joven de alrededor de 30 años de edad (en años biológicos, porque después me enteraría que en realidad es mucho más vieja). De cabello largo y rubio, y una piel muy blanca, pero cubierta de suciedad. A pesar de ser muy bella y tener un cuerpo bien formado, esto era opacado por el estado lamentable en el que se encontraba. Solo tenía un trapo sucio, viejo y roto como vestimenta. Usaba un grillete en el cuello del que salían algunas cadenas que también se unían a otros grilletes en las muñecas y en los tobillos. Pude ver un rostro muerto, y unos ojos sin vida. Y a su lado, en la cama, un documento que venia junto con ella.
No supe cómo reaccionar.
─¿Qué... es esto?
─Una esclava ─respondió con mucha naturalidad Minoris.
─¿Una... esclava?
─Esta esclava es de tu propiedad ─explicó mientas tomaba aquel documento de la cama y me mencionaba los pormenores─. Ella te servirá y hará todo lo que le ordenes sin importar lo que sea.
Una parte de mi imaginación voló con todas esas "cosas" que podría pedirle. Pero otra parte aún más grande le dijo a ese primer pensamiento que era un pendejo. No la podía ver de un modo sucio. Más bien, me causaba lástima.
─¿De verdad tengo que aceptarla?
─¿No la quieres?
─No es eso ─respondí─. ¿Pero por qué una esclava? ¿No era más fácil darme una sirvienta o algo así y ya?
─Yo no elegí el regalo ─respondió la princesa─ De hecho yo no sabía qué era hasta que entré a tu habitación, también es la primera vez que la veo.
Aun así, que me haya explicado con tanta naturalidad lo que era ella y sus características nada más verla me dice que estaba demasiado acostumbrada a estas cosas. En un reino en el que aún existe el esclavismo debe de parecerles de lo más normal, pero no para mí que vengo de un mundo en el que, se supone, ya no existen esas cosas.
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Qualia (o la Decepcionante Realidad del Género Isekai)
FantastikUn chico típico, de un barrio típico, envuelto en una aventura no tan típica. 4 años después de haber conocido a la brujita Larissa, nadie espera nada de Brayan, ni él mismo. Pero, inesperadamente y de un momento a otro aparece en una isla remota d...