Fue cuando estalló la revolución en el Cámbrato y la tierra parió nuevas naciones. Éramos gente 0km, ratitas nacidas en aguas estancadas que iban escalando los ladrillos mohosos del alcantarillado (creíamos que un poco más arriba paraba el cielo). Lo había conocido en El Parador, por donde la estación del bus. Era la época en la que llovían flores. Él estaba recogiendo unas cuantas poniendo su camiseta de cubo. Me miró y me pidió que le ayudara, que cargara yo más en los bolsillos si era posible. Le dije que no aquella vez y seguí mi camino. Días después me lo volví a encontrar en Aguaslargas, ayudando a una mercader viajera que compraba sueños. Volví a pasar de él entonces y en otras setenta y tres veces.
Le denegué tantas miradas que ahora ni con mirarle todos los días estoy contento. Él se ve que tampoco es feliz. Fue cuando estalló la revolución en el Cámbrato y la tierra parió nuevas naciones que me encontré con su cuaderno de dibujos. Contemplé la estación de El Parador en gris, las ferias de Aguaslargas en colores, las playa del sur montadas a cuadritos. En la tapa final se veía escrito: Porque los recuerdos nunca se van. Porque la vida no es una tarta.
Han pasado como tres meses y el dolor no me enlibra. Él ha terminado abriendo una galería en el corazón de El Parador, aun sabiendo que yo sigo existiendo en cada uno de sus suspiros. Nunca me había ido, pero se ve que él sí que se fue allá, al pasado, fuera de nuestro futuro hipocromatado.
Han pasado tres años, y desde hace dos que cada día me siento a ocupar la única butaca de su galería. Fingimos bien esto de tener la vida arreglada. Vende en mi cara los recuerdos que de verdad le gustan. «Qué hemos hecho mal», quiero preguntarle a veces, pero la pregunta sólo me llena la cabeza de engrudo. Será que no he sido un buen meteorito. O que el cráter ya había destrozado el planeta. Cuando me deja solo en casa estampo la cabeza contra la pared y me pregunto si es que habría de dominar el mundo para que por una vez yo sonría en uno de sus cuadros (o que al menos mi boca no sea una mancha amorfa negra).
Han pasado tres años y medio y no sé por qué aún no tocamos el cielo. Mira que tomamos decisiones malas los cámbratos, pero yo creía que éste había sido el camino correcto. Aunque no sea la persona más adecuada, confiaré siempre en la gente de aquí. Si por algo tenemos los cámbratos la nariz tan larga... para llegar al cielo antes, ¿no?
Creo que tomaré una decisión. Te digo: dejaré que este continente avance sin mí, que puede que sea yo quien esté traspirando malas vibraciones. Supongo que el señor Escudo no morirá de tristeza porque no esté. Ya avisé a mamá, ya limpié la habitación. Que parezca que me tragó la tierra, ¿de acuerdo? Que sepas que, aunque no me conozcas, confío plenamente en ti. Me marcho a dominar algún mundo, o a borrar de él los sentimientos, a convertirlo en una máquina.
Adios, extraño.
***
No me aguanté las ganas de volver a escribirte, extraño, aunque en realidad las cosas que han pasado desde que llegué al continente de Eirre no han sido muy allá. ¿Sabes? Aquí en Tierra de Luá hay una guardia curiosa, la astinomía, que se encarga de vigilar que no haya indecencias en la vía pública. Es curioso porque luego no es difícil pillarles en las calles vacías saboreándose las pieles o fumando orégano.
Y, ¿sabes qué más? Me he vuelto a enamorar. Bueno, ya sé que no te sorprende, que soy un romántico empedernido. Es un astinómico del norte de la ciudad llamado Sergio. Me pilló mirándole la espalda una tarde de verano fría y me tiró los trastos allí en seco. De eso han pasado unos ocho meses, y, como la soledad nos amargaba, vivimos juntos desde hace cinco. Es una maravilla de hombre. Deberías conocerlo, extraño. Me alentó a volverme el director de la junta de vecinos. Afirma que tengo mucha maña para hablar, que la gente me hace caso diga lo que diga. Yo ya le dije que no es para tanto, pero él insiste y está todo el rato llamándome máquina, en la forma en la que lo dicen aquí (como en Cámbrato pero con una s distinta o algo así). A veces creo que ya lo di todo de mí y que no soy suficiente para él. Siento que me ama demasiado. ¿Alguna vez te ha pasado algo así, extraño? Es como que te claven tenedores lentamente en la mano. Suena muy idiota sentirse mal porque te quieran de más. Noch xronen mei huis fer w moltía.
Este parrafito te lo escribo de mañana. Parece que Sergio me traerá el desayuno a la cama de nuevo. Últimamente anda con el rollo de grabar mi voz en casettes. Va como por los cuarenta ya. La vida en Luá no es tan mala, aunque la gente es poco viva. Los altos astinómicos les controlan sin problema. Los luatos no son ratas distintas a los cámbratos, también parece gustarles ser sometidos y tardan mucho en reaccionar. Sergio no comenta esto en público, pero luego de noche en la cama me habla de que por qué no le ayudo a esparcir una revuelta en Luá, una revuelta en pos de mi visión de la libertad. Dice que le enoja que lo tengo todo para triunfar: reflexiones lógicas y voz penetrante, y que no produzca nada con ellas. Pero yo qué le voy a hacer, sólo digo lo que me parece que cae de cabeza. Confío todavía en los cámbratos y también en las ratas de Luá, confío en que un día ellas mismas montarán su revolución aquí, con banderas transparentes y besos tostados.
Nos volvemos a ver el año que viene, extraño. Alguna vez podrías tu mandar una carta, para variar. Deben pasar cosas curiosas por la Xalkistrase(1).
Adiós, extraño.
***
Extraño, Tomás ya se nos fue. Nunca me habló de ti, pero se ve que erais buenos amigos. El cartero me recontó ochenta y siete cartas hacia tu dirección. ¿Tú también lo amabas? Espero que sí, porque él se lo merecía. Tomás siempre ha merecido todo y nunca recibió mucho. Creo que yo no pude llenar el vacío de la injusticia de su vida, porque nunca se veía contento. Por eso mismo te digo que estoy preparando algo grande para que sea recordado por la eternidad. ¿Será que te habló de los casettes? Supongo que sí. Estaba pensando en recopilar las mejores reflexiones de Tomás y hacer un audiolibro. ¿Tú dices que es buena idea? No sé la verdad si le contestabas, porque no hay ninguna carta tuya en casa, pero si me pudieras echar un cable con esto estaría bien. Aunque si te es difícil desde allá no pasa nada, lo entiendo. De todos modos, si lo termino algún día, te mandaré copias a tu casa. Así que estate atento a un paquete que lleve escrito: La voz de Massin.
Firma: Sergio Ruiz–Rojo de Tifón
Julio 573 d.H
NOTA
(1) Xalkistrase /'χɑʟkɪʃ 'tʁɑsɛ/. Camino construido con bloques de bronce que recorre casi todo el continente de Cámbrato (empieza en Ciudad–sin–luz y termina en Loisástaton). Se dice que si se completa, uno se vuelve rico de por vida.
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Apología de las ratas de alcantarilla
General FictionJulio 2015 "Fue cuando estalló la revolución en el Cámbrato y la tierra parió nuevas naciones". Tres de las ochenta y ocho cartas mandadas a Nadie de parte de Tomás Tifón, un hombre gruesamente lógico y de mucha labia que terminará indirectamente po...