Capítulo XIX

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   Por fin le había puesto el implante a Linda, lo que signifacaba cero embarazos y cero probabilidades de una versión bebé de Paul.

   —Pero de todos modos te recomiendo que uses preservativos si vas a tener relaciones con alguien que no sea tu esposo... Ya sabes, hay enfermedades... —le dije, y pensé: «... y no quiero que contagies a Paulie.»

   Linda se ruborizó un poco cuando dije aquello y soltó una risita, mientras pasaba un mechón de cabello rubio por detrás de su oreja.

   —Bueno, está bien. Lo tomaré en cuenta.

   —Ya sabes que vas a tener que lidiar con dolores de cabeza, dolores en los senos, mareos... y náuseas... Ah y el sangrado intermenstrual los primeros meses —le recordé—. De todos modos no dudes en venir si tienes algún tipo de problemas y si tu piel no se cicatriza o si aparecen moretones muy granes y si hay dolor.

   Ella asintió, levantándose de la camilla con la venda ya puesta.

   —Evita mover el brazo y no tomes peso por cuarenta y ocho horas.

   —De acuerdo —sonrió—. Gracias, John.

   La acompañé hasta el consultorio, donde abrí la puerta para dejarla salir. May, de inmediato, vino a mí y me abrazó para llenarme la mejilla de besos.

   —¿Ya nos vamos, amor?

   —Nos vemos, Linda —me despedí de ella antes que cruzara la puerta de salida—. Saludos a Heather.

   —¡Seguro!

   Cuando la rubia desapareció por la puerta, May se apresuró a besarme los labios en su intento desesperado por llamar mi atención.

   —May, basta... —carcajeé, sujetándola de la cintura para alejarla—. Debo ir a buscar a Julian.

   —¿Y no tienes ni cinco minutos? —preguntó coqueta, volviendo a abrazarme.

   Le quité los brazos de mi cuello y le di un besito en los labios.

   —No, tengo prisa. Será otro día.

   Me adentré al consultorio, dejándola con una expresión de enojo en su rostro. Ella me siguió hasta detenerse en la puerta y se dedicó a ver cómo ordenaba las cosas que tenía pendientes de manera muy rápida.

   —¿Hay alguien más, verdad?

   —¿Cómo? —me reí, dedicándole una mirada rápida—. ¿Alguien más?

   —Tal vez no es Linda, pero sé que debe haber otra persona.

   Me quedé en silencio mientras apagaba el ordenador y llevaba todo a su lugar en el escritorio.

   —John, dime la verdad.

   —Agh, May, que no... Ya te dije que no tengo a nadie más. Eres la única.

   —¿Cuándo vas a divorciarte de Yoko para casarte conmigo?

   —Hermosa, por lo menos espera a que sea año nuevo, ¿sí? No tengo tiempo para pensar en eso. Mira, Julian tiene un montón de actividades en diciembre, tengo que comprarle ropa porque esta creciendo, me esta jodiendo con que este año quiere poner el árbol de navidad... —resoplé—. En fin, ahorita no voy a meter la demanda de divorcio. Planeo hacerlo en enero.

   May se sonrió con ilusión, jugueteando con los dedos de sus manos.

   —¿En serio piensas hacerlo, John?

   —Sí, hermosa. Te he dicho que sí voy a dejar a Yoko para casarme contigo. No entiendo por qué lo dudas.

   Me aseguré de tener mi billetera y el celular en los bolsillos de mi pantalón y procedí, a continuación, a quitarme la bata para ponerme el saco.

Once in a Lifetime ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora