📚Capítulo 18📚

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Era uno de esos días en los que el sol se filtraba a través de las ventanas de la universidad, tiñendo de dorado los pasillos vacíos y dándole un aire cálido al ambiente. Había decidido llegar temprano, antes de que el bullicio habitual de estudiantes llenara el lugar. En mis manos, llevaba un vaso de café humeante y un té verde bien caliente, mi pequeño ritual para empezar el día con energía y claridad. 

No podía evitar sentir un pequeño cosquilleo en el estómago mientras caminaba hacia el despacho de Fyodor; la idea de verlo me llenaba de una felicidad indescriptible.

El pasillo estaba desierto, con apenas el eco de mis pasos resonando contra las paredes. Sabía que Fyodor estaría allí, preparando sus lecciones y organizando sus notas. La anticipación hacía que cada paso se sintiera más ligero. Cuando llegué a su puerta, respiré hondo, ajustando los vasos en mis manos antes de llamar suavemente.

—Fyodor, ¿puedo entrar? —dije, mi voz resonando con un tono alegre.

—Adelante, Nikolai. —La voz de Fyodor llegó como un suave murmullo, invitándome a entrar.

Empujé la puerta y entré, encontrándome con la imagen que tanto me reconfortaba. Fyodor estaba de pie junto a su escritorio, una pila de libros abiertos frente a él y una lámpara que proyectaba una luz cálida sobre su cabello. Su rostro se iluminó con una sonrisa cuando me vio.

—Buenos días, —dijo, su tono era cálido y un tanto sorprendido—. No esperaba verte tan temprano.

—Siempre es un placer verte, profesor, —respondí, con un tono juguetón. Me dirigí hacia su escritorio y coloqué el té en su mesa, junto a un par de libros que parecían ser los que estaba revisando. Luego, sostuve el vaso de café entre mis manos, disfrutando del calor que emanaba de él.

—¿Té? ¿Para mí? —preguntó, inclinándose un poco hacia adelante, mirándome con interés.

—Sí, pensé que te gustaría, —contesté, sonriendo—. Sabía que estarías aquí y quería traerte algo que te mantuviera despierto.

Fyodor tomó el vaso de té, sus dedos rozando los míos en un instante fugaz que hizo que una corriente de energía recorriera mi cuerpo. Era un momento tan sencillo, pero a la vez tan significativo. Apreciaba esos pequeños gestos de cercanía que compartíamos.

—Gracias, Nikolai. Siempre tienes un buen ojo para esto. —Su sonrisa se ensanchó mientras probaba un sorbo del té.

Me senté en la esquina de su escritorio, no lejos de él, y lo observé mientras disfrutaba de la bebida. Había algo hipnótico en la forma en que se relajaba con el sabor, como si ese momento de calma le ofreciera un respiro de la agitación que a menudo lo rodeaba.

—¿Cómo va tu preparación para la clase de hoy? —pregunté, deseando hacer más conversación.

Fyodor dejó el vaso a un lado y miró la pila de libros.

—Es un poco abrumador a veces. La cantidad de información que quiero compartir es... considerable. —Se pasó una mano por el cabello, un gesto que le daba un aire de vulnerabilidad que encontraba irresistible.

—Entiendo. A veces siento que tengo que concentrarme más en las clases. —Sonreí, recordando lo que había estado trabajando en los últimos días—. Pero, ¿hay algo específico que debiera saber o revisar para estar preparado?

—Siempre es bueno que te prepares con anticipación, —dijo Fyodor, con un tono reflexivo—. ¿Te gustaría discutir algún tema en particular? A veces, un poco de ayuda adicional puede ser muy beneficioso.

—Me encantaría, —respondí rápidamente, sintiéndome entusiasmado por la idea de poder hablar de estudios con él—. Tal vez podríamos hablar sobre las lecturas de la semana pasada. He estado tratando de entender algunos conceptos, pero hay momentos en que me pierdo.

📚Bajo la sombra de la razón📚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora