Capítulo 21: Secretos Revelados

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Después de su último encuentro con Michael y el peligro de ser descubiertos, Rachel decidió mantenerse alejada de él por unos días. Aunque cada día que pasaba sin verlo le pesaba en el alma, sabía que era lo más seguro. Los Winter habían comenzado a vigilarla con una persistencia casi obsesiva, sus miradas siempre presentes y sus preguntas disimuladas, intentando desentrañar el secreto que ella guardaba tan celosamente. Por su parte, Rachel hacía todo lo posible por mantenerse en sus cercanías, sin darles motivo para sospechar.

Sin embargo, la calma aparente no duró mucho. Una tarde, mientras caminaba sola por los pasillos, sintió la presencia de alguien acercándose. Se giró y se encontró con Jake, su expresión seria, muy diferente a su habitual sonrisa burlona. Rachel sintió una punzada de nerviosismo al ver esa mirada inusualmente grave.

—¿Qué estás tramando, Rachel? —preguntó Jake sin rodeos, su tono tranquilo, pero con una intensidad que la desarmó.

Rachel intentó mantener la compostura, buscando una forma de evadir la pregunta. Sabía que cualquier respuesta falsa o temblor en su voz podía delatarla. Así que, en un intento por desviar la conversación, decidió preguntar lo que siempre había querido saber sobre ellos, esperando que su curiosidad distrajera a Jake.

—¿Por qué todos obedecen a Hades? —dijo, tratando de sonar casual—. Y... ¿cómo es que todos ustedes están tan conectados?

La pregunta pareció sorprender a Jake, quien la miró en silencio por un momento antes de responder. Finalmente, suspiró y asintió, como si hubiera decidido que podía revelarle algo sin ponerla en riesgo.

—Apolo y yo somos primos de Hades y Kris por parte de padre, —explicó Jake, su voz tranquila, sin ese tono burlón que solía acompañar sus palabras—. Por eso compartimos el apellido Winter, aunque somos una familia complicada, por decirlo de alguna manera.

Rachel asintió, intentando asimilar la información mientras Jake continuaba.

—¿Quieres saber por qué obedecemos a Hades? La primera razón es simple: él fue el primero en nacer, así que es el heredero. Él se llevará todo y liderará la compañía Winter, la más poderosa del continente. —Jake hizo una pausa, observándola detenidamente—. Y la segunda razón es aún más simple: Hades está loco, Rachel. No tiene reparos en destruir a quien sea sin pestañear. Ha demostrado de sobra que no le tiembla el pulso, incluso con nosotros. Por eso, cuando te digo que tengas cuidado, es porque lo digo en serio.

Las palabras de Jake resonaron en la mente de Rachel como una advertencia helada. La seriedad en su tono era un recordatorio de que cualquier paso en falso podría costarle caro. Su rostro mostraba una franqueza que ella no le había visto antes, una dureza que le recordaba el peligro de su situación.

—Jake... —comenzó, intentando encontrar las palabras correctas—. Yo no... no estoy haciendo nada que los afecte a ustedes.

Jake negó lentamente con la cabeza, su mirada nunca abandonando la de Rachel.

—Si estás ocultando algo, te advierto que lo mejor es que hables ahora. Porque si Hades descubre que estás jugando a sus espaldas... estarás acabada. Y ninguno de nosotros podrá ayudarte.

Rachel sintió un nudo en el estómago mientras escuchaba su advertencia, viendo en sus ojos una seriedad que no había conocido hasta ahora. Sabía que cada palabra de Jake era sincera, y entendía, por primera vez, lo que significaba realmente estar atrapada en el mundo de los Winter.

La advertencia de Jake resonaba en la mente de Rachel como un eco constante, pero en su corazón, algo la impulsaba a seguir adelante, a no renunciar a lo único bueno que había encontrado en medio de aquella tormenta. Michael le daba algo que no había sentido en mucho tiempo: felicidad. Era un refugio, una luz en medio de la oscuridad, y cada vez que estaba con él, sentía que todo lo demás se desvanecía. Después de días de estar separada de él, Rachel tomó una decisión. Aunque el riesgo era grande, no quería perder la única oportunidad de ser feliz.


Así que, desafiando las advertencias, volvió a buscar a Michael en su lugar secreto, un rincón apartado detrás del invernadero. Al verlo, el peso de las últimas semanas se desvaneció, y una calidez se extendió por su cuerpo. Al verla, Michael sonrió, su expresión iluminándose con una mezcla de alivio y emoción.

—Rachel, pensé que ya no vendrías, —dijo, acercándose para tomar su mano entre las suyas.

Rachel lo miró, con una sonrisa llena de determinación.

—No puedo alejarme de ti, Michael, —confesó, su voz suave pero firme—. Eres lo único bueno que tengo aquí.

Michael la miró en silencio, y Rachel notó un brillo en sus ojos. Tras un momento de duda, él se acercó un poco más, y su expresión se volvió seria.

—Rachel, —dijo en voz baja—, tengo que decirte algo. Estos días que he pasado contigo... no sé cómo explicarlo, pero me haces sentir completo. No he dejado de pensar en ti, —confesó, mirándola directamente a los ojos—. Me gustas, Rachel, de verdad.

El corazón de Rachel latió con fuerza al escuchar aquellas palabras. A pesar de los riesgos y de todo el miedo que cargaba, sentía lo mismo por él. Cada día que habían compartido, cada risa y cada susurro a escondidas, habían despertado en ella una esperanza que creía perdida.

—Michael... yo también siento lo mismo, —respondió, su voz temblando ligeramente.

Sin pensarlo dos veces, él rodeó sus brazos alrededor de ella, y Rachel se dejó llevar, apoyando su cabeza en su hombro. Aquél instante era suyo, lejos de las miradas opresoras de los Winter y del miedo constante. Por un momento, todo lo demás dejó de existir, y en ese abrazo, Rachel sintió que estaba donde debía estar.

Después de un rato, se separaron, y Michael la miró, su sonrisa suave pero llena de una ligera preocupación.

—Rachel, ¿por qué tenemos que escondernos? —preguntó en voz baja, mirándola con una mezcla de tristeza y frustración—. Yo quiero que esto sea público, quiero estar contigo sin miedo a que nos descubran.

Rachel suspiró, sabiendo que él tenía razón. Era injusto que tuvieran que esconderse, pero el riesgo era demasiado alto.

—Sé que no es justo, Michael, —murmuró—. Pero necesito que entiendas... Si alguien se entera, especialmente ellos, todo podría salir mal. No podría soportar que te hicieran daño.

Michael asintió, aunque la incomodidad en su rostro era evidente. Sin embargo, suavizó su expresión y le dedicó una sonrisa cálida.

—Si eso es lo que necesitas para estar tranquila, entonces está bien, —dijo, acariciándole la mejilla suavemente—. Prefiero verte feliz, aunque tengamos que escondernos. Haré lo que sea necesario.


Rachel le devolvió la sonrisa, conmovida por su comprensión y por el amor que sentía en cada palabra. Su decisión estaba tomada. Pase lo que pase, seguirían juntos, aunque fuera a escondidas. Y en ese momento, Rachel sintió que, a pesar de todos los obstáculos, había encontrado algo que realmente valía la pena defender.

Escalva de los sueños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora