Espada Actuante

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«Felicidades, Owain.»

Así leía en el comienzo del documento.


Hacían ya las horas desde que Lissa confirmó a su hijo el por venir de su ascenso a un título caballeresco al finiquitar de la derrota de Grima. Viniendo de un futuro aciago, muchos de los hijos llegados desde el futuro habían tomado caminos disidentes; algo que la princesa clériga siempre agradeció fue la constancia de su hijo, que se quedó "protegiéndola" -palabras de Owain, no las suyas- inclusive en lo que la plagaban charlas amenas de los otros Custodios respecto a la partida de los demás. Unos tristes, otros orgullosos. Siempre estaba este sazón agridulce para ella en las horas del té.

Por ahora, residían en Ylisstol, la capital. Y ella había llamado a su hijo (del futuro) con una afable y traviesa sonrisa, mientras sostenía a un dormido recién nacido Owain en sus brazos. Oficiales circulaban la sala palacial, el propio Chrom, que presidía a los presentes, entregándole una carta oficial y pronunciando aquellas palabras como un eco que seguiría al rubio cada vez que evocara esta carta.

—Felicidades, Ow...


... PASILLOS DEL CASTILLO DE YLISSTOL, EN LA TARDE.

—¡Qué emoción! —aclamó Owain una vez los guardias cerraron las pesadas puertas detrás de él, el anuncio con el sello real en sus manos.

Sin embargo, percibiendo que su estridente voz causó miradas a su dirección, el rubio carraspeó y se aclaró la voz —E-es decir... ¡Ajá! ¡Justo como predije! Las mareas inciertas del destino llaman a la puerta de Owain el Destructor, ¡la oscuridad no inunda mis oídos lo suficiente para denegarme a tal clamor!

Era una noticia alegre, no cabía espacio a dudas. Owain necesitaba jactarse. Pero un pequeño bicho de incertidumbre infectó sus pensamientos más genuinos.

¿Debería?

Lucina había dado aviso de su incierta partida, el que dejaría al tío Chrom y a su madre detrás. Cynthia le había hablado desde antes de su juicio por irse, recia a su elección. Laurent ya había programado un viaje que daba rondas por el mundo, Gerome había buscado ya chozas en el Valle Wyvern... muchos de ellos tildaban a quedar desperdigados por el mundo, sus desventuras pasando a responsabilidad de los bardos -y de Brady, con un poco de suerte-. ¿Sería justo cargar a sus compañeros que, como él, dejaron y despidieron de lo que sería una identidad en su futuro, con el conocimiento de que él se había hecho de un puesto en este mundo?

Owain repasaba las palabras una y otra vez, sus ojos delineando cada surco de la tinta. Su ceremonia sería privada, pues, a fin de cuentas, ser venido de otra línea del tiempo causaría algo de alarma a los soldados Ylissenses regulares. Su linaje debía ser escondido en contra del rugir de su pecho, esto era para obtener el título de "Espada Actuante" de la corte. Sabe, en parte, que el tío Chrom y Lissa seguramente buscaron cualquier título que lo excusara a él y su presencia. Eso no menguaba su felicidad...

¿Sería capaz de contenerla?

El runruneo de su sentir lo dejó confundido en lo que aguantaba un resoplido de emoción, pausando sus risitas algo escabrosas para asegurarse que no estaba teniendo una clase de delirio verdadero. No. Fue una silueta que reconoce que originó el ruido, una que encaminó hacia él.

—¡Severa, valerosa...!

—No empieces.

Owain formó una mueca crispada por la rápida égida de su vibrante allegada.

—Siempre tan mordaz, como los bigotes de... eh... Ranulf.

Pero para él era algo difícil desanimarse en ese estado. Corrió hacia ella, como suele.

Severa tuvo un regusto enturbiado desde que lo vio aproximarse; una estela de alivio refulgió entre la típica mueca insípida, pues en efecto, vino a buscar a Owain. Mas, sus labios desdeñosos aparentaban lo contrario. Como si fuese a pegar la vuelta tras rodar la mirada. La frialdad repentina escamó el espadachín, temiendo que aquel sexto sentido místico del que alardea se hubiese tornado en una realidad.

Owain sabe que no es parte de sus juegos, sino el regular miedo a la pelirroja. Desde aquel mudo incidente, transcurren altibajos. A veces es el guerrero menos aterrado de esos rabiosos colmillos, en otras, el más desprestigiado por sus palabras duras.

—¿Entraste al castillo por algo?

Severa dudó por razones que serían obvias frente de un ojo más atento.

—No muy en lo particular. Decidí pasear por las rosaledas después de que finalmente me ajustaron el uniforme —cuyas palabras llaman a ver el atavío ciñendo el cuerpo de la pelirroja.

Similar a su uniforme de campeón, ella seguía teñida de un dorado similar al propio atardecer, más fastuosa que cualquiera (mucho más que él, al menos, siendo Owain de línea real...) ajustándolo en las capas de la armadura. Era apocada solo porque donde solía combinar un contrastante café oscuro en su pechera, ahora resaltaba a lucir el acolchado azul celeste típico de un soldado Ylissense, brocado con emblemas de la guardia real.

...Cordelia había aclamado que deseaba mantenerse cercana con Severa al término del conflicto con Grima. Según la mercenaria rememoró con él en situaciones anteriores, a la adalid de la perfección le había resultado difícil pronunciar su anhelo, haciéndolo complicado de rechazar. Tal vez porque sufrió la pérdida de un esposo, por lo que su hija mayor, pese a mostrarse testaruda en vivir con ella y esa diminuta versión suya que crecía poco a poco, terminó fungiendo temporalmente entre la milicia Ylissense y aprobada en todas las cualidades para sumarse en el cargo de caballero.

Eso iba básicamente contra sus principios, puntillosa a la toma de turnos aún. Owain podría no ser minucioso para otro detalle si no fuera el esfuerzo firme de Severa en hacer un trabajo decente, pero no demasiado, si debiera describirlo él. Pero a decir verdad, el espadachín ahora formaba tantas conjeturas porque gracias a esa decisión pausada de Severa es que coincidían en más guardias.

—¡Tiene sentido! Ya casi cae la hora del cambio de soldados.

Severa, tras otorgar una mirada poco grata, ojeó al príncipe.

—¿Por qué sostienes ese papel como si te pesara en las manos? Da repelús si tiemblas así —dijo, tan seca como suele, causando a Owain trastabillar mientras guardaba el papel—. A nosotros nos toca cubrir, ¿recuerdas? Andando.

El bicho que aquejaba a Owain se asentó una vez el latigazo verbal hizo su impacto. Claro, no lo derrumbó de su pose, en todo caso dejó al príncipe prolijo en lo que guardaba su carta de anuncio y estiraba sus prendas. La duda azotó a su mente, efectivo un segundo después.

¿Por qué la escondía de ella?

Severa tal vez es quien menos se interesará en su posible proceso. Es decir, no algo como un avasallante "desinterés". Solo que estaba claro que no tendría el mismo asombro que Cynthia, por ejemplo, quien chillaría por la genialidad del nombre que ahora porta. ¡O Brady! Que se preocuparía por un papel tan próximo ejercido de mano a su madre, cuando sus versiones jóvenes esperaban el paso del tiempo para ser réplicas de ellos, pero le desearía felicidad. Morgan lo ayudaría a idear frases geniales que pueda clamar en esa ceremonia por venir, advirtiéndole en contra de unas, recomendándole otras que tal vez serían más trilladas que las suyas. ¡E Inigo se reiría con él! ...Y tal vez, solo tal vez, todos ellos se hubieran mostrado algo tristes por las separaciones en sus caminos.

La ubicación de Severa era "temporal". La de Owain, ya no.

Tal vez por eso la escondía de ella.

Poniendo fachada de ignaro enlagunado, caminaron juntos al puesto compartido, como cada semana.

Felicidades, Owain.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora