13. La espera compartida

3 0 0
                                    

Apartamento de Adam, Núñez

El día era gris, de esos que le dan a todo un aire melancólico y dejan que la luz se filtre tenue. Adam estaba en la cocina, con una cafetera que no dejaba de emitir ese burbujeo bajo y constante, casi hipnótico. Su pequeña Ainhoa jugaba en la alfombra con bloques de colores, armando y desarmando su mundo en miniatura, tan concentrada que su papá podría haber jurado que ella construía algo importante, algo grande en su mente infantil.

Mientras la miraba, el recuerdo se deslizó sin permiso: aquella tarde de enero en la que Darío le había enseñado a cambiar un pañal por primera vez, con esa mezcla de torpeza y devoción que lo definía. Habían reído hasta las lágrimas mientras él intentaba sujetar los adhesivos, y Darío, contagiado de su torpeza, había terminado riendo más fuerte que nunca.

No podía evitarlo. Cada detalle traía consigo uno más, una pieza más del rompecabezas que formaban los años junto a Darío.

Adam suspiró, intentando enfocar su mente en el ahora. La charla con Milton en el bar se repetía en su cabeza. Pensó en todo lo que Milton le había dicho, en la sinceridad de sus palabras. Por más que Adam hubiese estado a la defensiva, él mismo no podía negar que algo dentro suyo aún lo empujaba hacia Darío, como un susurro de un tiempo que se negaba a ser olvidado.

Apartamento de Darío, Berazategui

Darío tomó el celular por enésima vez, como si el simple hecho de mirarlo pudiera desencadenar un mensaje o señal inesperada de Adam. Al ver la notificación en la pantalla, el alivio lo recorrió: el nombre de Adam aparecía de nuevo en sus redes, sin el bloqueo que le había cerrado el acceso a cualquier contacto. La charla con Milton le había dado un hilo de esperanza, y eso solo intensificaba su ansiedad.

Se moría por escribirle, por contarle cómo había cambiado, cuánto deseaba poder enmendar sus errores. Pero sabía que Adam necesitaba su tiempo, su espacio. Cada paso en falso era una oportunidad de perderlo para siempre, y no estaba dispuesto a arriesgarlo. Darío respiró profundo, cerró los ojos, y trató de encontrar un remanso en esa quietud.

El sonido del barrio se metía en su departamento, las risas de los chicos que jugaban en la vereda, el ruido de un colectivo al girar en la esquina, y el murmullo de conversaciones lejanas. Su mundo estaba lleno de ruido, pero la ausencia de Adam llenaba cada rincón.

Con una mezcla de ansias y nostalgia, Darío dejó su celular y se puso la campera. El frío de julio le pegó de lleno, pero en vez de incomodarlo, lo recibió con una sonrisa. Era como si el frío le devolviera un pedazo de realidad, como si le recordara que estaba aquí, situándolo en tiempo y en espacio, distrayéndolo de su ensoñación. Caminó hasta la panadería de la esquina, salvo que esta vez para comprar un poco de pan recién horneado, y saboreando el aroma dulce que inundaba el lugar. Luego de eso, fue al supermercado más cercano, en busca de algunos víveres.

De regreso a su departamento, vio las fotos guardadas en el living: una de su boda, otra de aquel viaje al sur en el que Adam se había envuelto en mantas, siempre quejándose del frío. Cada imagen era una cápsula de un tiempo pasado, un instante congelado donde todo parecía simple y perfecto.

---

Noche en el dormitorio de Adam

Cuando Ainhoa se durmió, abrazada a su osito de peluche, Adam se acercó y le dio un beso en la frente. En sus bucles castaños oscuros como el ébano, veía una réplica exacta de Darío (quien ahora lucía su cabeza casi rapada), una imagen tan poderosa que cerró los ojos por un instante, sosteniendo la mano de su pequeña mientras sus pensamientos volvían a su ex esposo.

Ya en su cuarto, Adam se quedó observando el techo, escuchando su respiración en el silencio de la noche. La distancia le dolía, pero al mismo tiempo, el resentimiento y las dudas lo mantenían a raya. No sabía si Darío había cambiado, si su promesa de recuperación era sincera. Consciente de su ansiedad, trató de respirar profundo, dejando que sus dudas fluyeran como el río que él mismo no lograba cruzar del todo.

---

Dormitorio de Darío

Mientras Darío finalmente se dejaba vencer por el sueño, en su mente surgían imágenes de citas futuras y paseos bajo el sol, de risas compartidas y palabras que ansiaba decirle a Adam y Ainhoa. Sus pensamientos le prometían una reconciliación, y, con los ojos cerrados, esos momentos parecían alcanzables, casi reales.

Me dediqué a perderte (Benedetto x Bareiro) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora