Después de lo ocurrido, Jimin decidió que lo mejor sería descansar un rato. Sus emociones aún estaban revueltas, pero sentía una calma extraña después de haber hablado con Yoongi. Mientras subía a su habitación, Yoongi quedó abajo, acomodando las maletas y organizando sus cosas en cuartos separados, lo que ambos habían decidido era lo más sensato, al menos por el momento.
El sol se puso lentamente, y con su caída, la luna comenzó a asomarse por el horizonte, tan grande que su luz bañaba toda la casa. El cielo se fue tiñendo de tonos rosados y luego púrpura, hasta que la luna apareció completamente, con un brillo dorado que poco a poco fue virando al rojo intenso. La "Luna Roja". Era difícil no prestarle atención, pero Jimin hizo su mejor esfuerzo. Bajó las escaleras guiado por el aroma de la comida, su cabello aún mojado por el baño que acababa de tomar, con gotas de agua deslizándose por su cuello.
Al llegar a la planta baja, vio a Yoongi en la cocina, colocando los últimos detalles del platillo que había preparado. No era un chef experto, pero había cocinado algo sencillo. La cena estaba lista, y la mesa puesta. Jimin se acercó, agradecido por el gesto, y ambos se sentaron en la mesa.
La conversación durante la cena fue tranquila, pronto se relajaron al escuchar las risas de Yena y la voz profunda de Jin a través del teléfono. Jin había llamado para ponerse al día y preguntar cómo les estaba yendo. La calidez de esas voces relajó a Jimin, quien no pudo evitar reír cuando jin les contó una anécdota graciosa de Yena.
Cuando finalmente dieron las doce de la noche, la luna había cambiado por completo. Desde el gran ventanal de la sala, ambos observaron cómo el resplandor rojizo inundaba el cielo. La luna roja dominaba el horizonte, y su luz bañaba la casa con una tonalidad casi mágica. Jimin no pudo evitar suspirar, sintiéndose un poco inquieto, pero decidió no darle más importancia. Sentía el peso de la noche sobre él, y el cansancio se le acumulaba en los hombros.
Yoongi, a su lado, notó el agotamiento del omega y sugirió que lo mejor sería descansar.
—Ha sido un día largo–comentó, mientras recogían los platos y dejaban todo ordenado antes de ir a sus respectivos dormitorios en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. A pesar de lo que habían decidido, la soledad de la cama se sintió más pesada de lo que esperaban. El espacio vacío a su lado era casi abrumador, pero ambos se convencieron de que por ahora, la distancia era necesaria. El sueño los envolvió lentamente, aunque ninguno de los dos pudo evitar pensar en lo extraño que era estar tan cerca, y a la vez, sentirse tan lejos.
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Se sentó entre las sábanas, respirando profundamente, intentando calmar la sensación que lo abrumaba. Sentía su corazón latiendo con fuerza en su pecho, y aunque intentaba tranquilizarse, no podía evitar sentirse extraño, diferente. Algo estaba cambiando en él, y el calor que recorría su cuerpo solo parecía aumentar con cada segundo que pasaba.
