18. Arepa y Mermelada (?)

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Los latinos y sus inventos.

Davian.

Miré con escepticismo y algo de curiosidad cuando Zaira puso ese extraño plato frente a mí. Era redonda, un poco gruesa, y su exterior tenía un tono dorado que parecía crujiente en algunas partes y más suave en otras. Al observarla más de cerca, noté una textura particular, como si la superficie estuviera ligeramente tostada, pero el centro mantuviera una suavidad casi esponjosa. De ella emanaba un aroma inusual, una mezcla de maíz tostado y algo que me recordaba al pan recién salido del horno, pero con un toque de fuego, como si hubiese pasado por una llama viva.

Zaira partió la arepa por la mitad con una habilidad que solo la práctica podía dar, y en el centro apareció una miga suave y humeante. Su interior blanco contrastaba con la costra dorada del exterior, dejando entrever lo que parecían ser capas de aire atrapadas en la masa, que le daban una textura única. Entonces, sin decir nada, comenzó a pasar un cuchillo con mantequilla dejando que esta se derritiera en el interior y rellenó con Jamón y queso amarillo que se derretía ligeramente entre todo.

Al pasarme esa cosa rebosante de relleno y con una sonrisa de satisfacción en su rostro, sentí un impulso de probarla, aunque aún no entendiera del todo su propósito. Algo en esa mezcla de texturas y en la simplicidad de sus ingredientes me despertaba curiosidad. ¿Realmente podría estar tan buena como ella aseguraba?

La miré con desconfianza mientras se rellenaba la arepa con un gesto seguro, casi retador. Justo cuando estaba a punto de morderla, se detuvo para verme, con una sonrisa divertida.

-Anda, ni que tuviera veneno -dijo, levantando una ceja.

-De ti espero cualquier cosa, Zaira Carruyo.

-Me tienes en un muy mal concepto, Davian Russo -dramatizó, girando el rostro con un aire ofendido que, en realidad, me arrancó una sonrisa que tuve que disimular mordiendo mi labio. Sin perder el tono dramático, continuó -osea, ¿para qué envenenarte como rata de horno si puedo ponerte un laxante para que cagues un mes entero?

-Bueno, no sabía lo de las ratas porque, como no nací en el tercer mundo... -le respondí con una sonrisa medio arrogante, notando cómo me miraba como si me fuera a matar.

-Estúpido -me reprochó, aunque con una sonrisa en los labios. Se llevó la arepa a la boca y, tras un mordisco, me miró expectante, como si me retara a probarla. Suspire y, todavía un poco inseguro, acerqué esa cosa redonda a mi boca y di un mordisco.

Primero, el exterior era crujiente, pero apenas traspasé esa capa, me encontré con una suavidad que no me esperaba. El sabor era cálido, rústico, y al morder un poco más sentí el relleno; una mezcla sorprendentemente jugosa de el queso, la mantequilla y el jamón, con un toque de el queso salado que le daba algo... no sabía ni cómo describirlo. Cada bocado se sentía como una mezcla de sabores nuevos y reconfortantes, muy diferentes a lo que suelo comer.

Zaira me miraba fijamente, esperando mi reacción con una sonrisa triunfante, y aunque no quería admitirlo, estaba... bien.

-¿Está buena, verdad? -no respondí, pero su sonrisa triunfante se ensanchó.

-Son rápidas de hacer -alegó con un encogimiento de hombros-. Puedes rellenarlas con lo que quieras. Recuerdo que en Venezuela, a veces, mi mamá las hacía hasta de almuerzo y cena. Es lo más fácil cuando tienes hambre de verdad.

Le lancé una mirada con curiosidad, dejando la arepa en el plato-¿Lo que quiera?

Ella parpadeó, algo confundida, y asintió mientras tragaba -Sí, lo que quieras: carne, pollo, queso... -Pero antes de que siguiera, tomé otra arepa que me había dado, esta sin rellenar.

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⏰ Última actualización: Nov 15 ⏰

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