Capítulo 36

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Capítulo 36

Los días se habían vuelto un borrón. Mamoru estaba cada vez más distante, y aunque intentaba no darle demasiadas vueltas, no podía evitar sentir que algo estaba terriblemente mal. Las noches en las que solíamos estar juntos, riendo o simplemente disfrutando del silencio, se habían transformado en un abismo que no sabía cómo cruzar.

Sabía que parte del problema era yo. Siempre había sido difícil para mí expresar cómo me sentía. Era como si mis pensamientos se enredaran en mi cabeza, y cuando intentaba decir algo, las palabras no salían de la manera que quería. Mamoru siempre había sido paciente conmigo, pero últimamente, no podía evitar sentir que yo misma estaba haciendo que se alejara.

— ¿Qué pasa? —preguntó Mina , directa como siempre, mientras nos sentábamos en una cafetería cercana después de una sesión en el gimnasio. —Has estado más callada de lo normal... y eso ya es decir mucho.

Bajé la mirada, jugando con la pajita en mi vaso de agua. No sabía cómo explicarlo sin sonar tonta.

—Es Mamoru... —murmuré finalmente, casi en un susurro.

Mina y Rei intercambiaron una mirada antes de que Rei hablara.

—¿Ha pasado algo? —preguntó, con un tono más suave, intentando no presionarme demasiado.

Negué con la cabeza. —Solo... siento que está distante. No sé qué está pasando.

Mina frunció el ceño. —Tienes que hablar con él. Si no le dices lo que sientes,él no se enterara de nada.

—Lo sé, pero... no sé cómo. Cada vez que intento hablar, las palabras se me quedan atoradas.

Rei se inclinó hacia mí, tocando mi mano con ternura. —Tal vez Mamoru está lidiando con algo. —Eso lo sentí como si ella supiera más de lo que me decía.— Tiene esa tendencia a cargar todo él solo. Pero tú eres parte de su vida ahora, Usagi. Hazle saber que también puede contar contigo.

Ellas siempre hablaban como si todo fuese muy fácil. Pensé en preguntarle a Rei, pero la duda seguía creciendo en mi pecho. Si Rei supiera algo, probablemente ya me lo habría dicho. Era muy amiga de Mamoru, y si no hablaba más de lo necesario, quizás era por respeto a esa amistad... O tal vez, simplemente, no sabía nada más que lo que yo ya sabía.

Me mordí el labio. Quería respuestas, pero el miedo a que Mamoru se estuviera alejando por algo fuera de mi control me hacía sentir pequeña e impotente. No quería perderlo, pero ¿Cómo podía retener a alguien que no se abría por completo?

Luego vino la inevitable ola de culpa ¿Cómo podía pedirle a Mamoru algo que yo misma no lograba hacer? Yo tampoco me abría del todo, no sabía cómo. Exigirle que lo hiciera no era justo, no cuando yo misma me escondía tras mi propio miedo y ansiedad.

Esa noche, Mamoru llegó tarde a casa. El cansancio por el trabajo se notaba en su rostro, y yo no tuve el valor de preguntarle. Nos sentamos en el sofá como solíamos hacer, pero el silencio entre nosotros era ensordecedor.

Cuando finalmente me armé de valor para hablar, las palabras que salieron de mi boca no eran las que había planeado.

— ¿Todo está bien? —pregunté, intentando que mi voz sonara tranquila, pero la preocupación era evidente y además él ya me había advertido que esa pregunta se la estaba haciendo con frecuencia y me sentí estúpida por repetirla.

Mamoru me miró por un segundo, sus ojos llenos de algo que no lograba descifrar. —Sí, todo está bien.

Pero no lo estaba, mi mente no dejaba de darle vueltas a todo eso. Otra vez volvían los pensamientos de escenarios catastróficos.

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