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𝓙𝓮𝓽é
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𝐂aminaba apresurada por los pasillos de la universidad, prácticamente corriendo, pidiendo disculpas a cada persona con la que tropezaba.
Mi corazón latía tan fuerte que dolía, dios nunca había corrido tanto en mi vida. Finalmente llegué al comedor y los vi a los tres sentados en la mesa esperandome.
Suspiré. Me incorporé. Caminé tranquilamente hacia la mesa y todo parecía ir en cámara lenta con cada paso que daba, dejé los libros que traía en las manos sobre esta y tomé asiento en mi respectivo lugar.
Compartimos miradas, las cuales entendíamos muy bien y guardamos silencio hasta que uno habló.
Mi amigo Jack miró sus uñas recién hechas y su reloj antes de posar sus intesos ojos negros sobre mi
—Llegas tarde.
—Ya lo sé y lo sien...
—Sin excusas señorita, ¿por qué llegas tarde a la reunión más importante de toda tu vida? —exageró cómo siempre.
—Ya te dije que lo siento, ¿vale? —me eché hacia atrás en la silla.
—Ya déjala en paz jackie —intervino mi amiga Nia la cual disfrutaba de la escena
—Oh, hola rarita —la voz cargada de sarcasmo simplemente no pudo venir de otra parte.
—Hola, Miska —sonreí sin gracia, ella me tiró un beso volador y lo rechacé haciéndome la ofendida.
Ellos tres eran mi grupo de mejores amigos, nunca fui de tenerlos por mis constantes mudanzas. Pero de este trío no me pude librar ¿por dónde debería empezar?....
Jack, lo llamabamos Jackie. Era aficionado a la belleza, iba casi siempre con accesorios glamurosos, pelo negro, su fragancia era dulce y embriagadora, de personalidad alegre y despreocupada. Estaba completamente loco por los chicos, más si eran mayores.
Luego estaba Miska, la rubia oxigenada con un toque de rareza que, a su manera, era entrañable. Sarcástica y distante con el restro pero fastidiosamente afectuosa con nosotros.
La última en unirse fue Nia, la chica de cabello azul era despistada y destacaba por ser optimista la mayor parte del tiempo.
¿Yo?... Ellary, la curiosa. Según ellos, pero la verdad era que sólo buscaba algo más allá de lo que se mostraba en la superficie. Esa misma insistencia me había metido en problemas más veces de las que podía contar.
Y me había dejado cierto trauma de paso.
—¿Ellary, estás con nosotros? —Nia puso su mano sobre mi hombro y ese ligero toque hizo que suspirara, mirara a mi alrededor y saliera de mis pensamientos.
