Las estrellas arriba parpadeaban suavemente mientras Nasiens se encontraba perdida en la calidez del paisaje onírico. Percival estaba sentado a su lado, con sus manos aún entrelazadas, su sonrisa tan inocente como siempre. Ella había olvidado por completo su misión. En el resplandor del sueño, no había presión ni tentación, solo un momento de paz que le parecía extremadamente raro.
Pero mientras reían, algo profundo dentro de ella comenzó a agitarse. No podía sacudirse la sensación de que había algo más en Percival de lo que se veía a simple vista. Siempre había habido algo misterioso en él, algo que parecía vibrar con una especie de poder silencioso.
Su curiosidad se despertó. "Percival, hay algo que siempre me he preguntado sobre ti," dijo, su voz ligera pero inquisitiva. "Eres... diferente a cualquiera que haya conocido. Casi como si no fueras enteramente humano."
La sonrisa de Percival se desvaneció un poco, y por primera vez desde que comenzó el sueño, una sombra cruzó su rostro. Miró hacia las estrellas, exhalando lentamente. "¿Diferente, eh?" Soltó una risa suave, casi melancólica. "Supongo que no puedo ocultarlo realmente, ¿verdad?"
El interés de Nasiens se agudizó. "¿A qué te refieres?"
Por un momento, él dudó. Era como si el sueño contuviera el aliento, esperando su respuesta. Luego, con un suspiro, se volvió hacia ella, su expresión más seria de lo que ella había visto jamás.
"No se lo he contado realmente a nadie," comenzó, su voz más baja ahora. "Pero hay algo... especial en mí. Algo que ni siquiera yo entendí durante mucho tiempo."
Nasiens se inclinó hacia él, su corazón latiendo un poco más rápido. "Continúa."
"Nací con una bendición," confesó, sus ojos buscando los de ella como si quisiera medir su reacción. "No de ningún dios o fuerza divina, sino de la misma vida. Verás, soy un Espíritu de Vida."
Nasiens parpadeó, atónita. ¿Un Espíritu de Vida? Había oído hablar de tales seres en las leyendas: criaturas bendecidas con vitalidad eterna, cuya existencia estaba ligada al flujo de la vida en el mundo que los rodeaba. Pero nunca imaginó que conocería a uno, y mucho menos a Percival.
"¿Eres un Espíritu de Vida?" repitió, su mente intentando conectar los puntos. Con razón sus encantos habituales no parecían funcionar con él. Los Espíritus de Vida estaban conectados a la esencia misma de la naturaleza; no podían ser seducidos fácilmente, mucho menos manipulados.
Percival asintió, aunque su expresión seguía siendo sombría. "Sí. Suena genial, pero no es tan fantástico como parece. Ni siquiera lo supe durante la mayor parte de mi vida. Simplemente pensé que era... bueno, normal. Pero a medida que fui creciendo, las cosas comenzaron a cambiar. Sanaba más rápido que los demás. Podía sentir cosas que otros no podían. Y luego, un día, dejé de envejecer por completo.
Los ojos de Nasiens se abrieron de par en par. ¿Había dejado de envejecer? Eso explicaba su aspecto juvenil, pero también planteaba más preguntas. "¿Cuánto tiempo llevas así?"
Percival se encogió de hombros, luciendo un poco avergonzado. "He perdido la cuenta. Supongo que ha pasado un buen tiempo. El suficiente para ver a la gente venir y marcharse. Amigos... familia..." Su voz se apagó, y su mirada cayó hacia la hierba debajo de él.
El corazón de Nasiens se estremeció al escuchar la vulnerabilidad en su voz. "Debe ser difícil," dijo suavemente, dándose cuenta de que había mucho más en él de lo que solía mostrar con su actitud despreocupada.
"Lo es," admitió, su voz apenas un susurro. "He tenido que aprender a mantener distancia. No es fácil ver cómo las personas a las que quieres envejecen y desaparecen mientras tú sigues igual. Es como si estuvieras atrapado en el tiempo, mientras los demás avanzan."
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Deseo Inocente
FanfictionEn un mundo donde los sueños y deseos poseen un inmenso poder, Percival, un bondadoso estudiante universitario con un espíritu de vida único, es inmune a los encantos de las seductoras súcubos que anhelan la vitalidad humana. Sin saber de las fuerza...