-Ya lo sé –reí yo.
>>Si gano. Nos dejáis ir. Si pierdo –señalé a Gabriel con la guadaña- él hará todo lo que le pidáis. Lo prometo.
-No vas a ganar.
-¿Apostamos más? Combate a muerte. Si gano me quedo con tus soldados. Si pierdo, podéis coger mi guadaña y al vampiro. Serán vuestros para siempre.
-Repito: No vas a ganar.
El cielo estaba gris, se avecinaba tormenta.
-Empecemos.
Lo ataqué de lado con la guadaña, pero paró el golpe con la espada. Él me embistió y salté hacia atrás. Me atacó con una serie continua de estocadas. Era bueno. Yo las esquivaba con movimientos de cabeza a ambos lados. No podía continuar esquivando así que salté lo más alto que pude para darle una patada de lado en la cabeza. Él dio una pirueta hacia atrás. Y yo le ataqué de lado otra vez con la guadaña. Lo esquivó y se arrodilló, para lanzarme una estocada desde abajo. Yo hice la rueda hacia la derecha desmaterializando la guadaña para poder girar bien. Me puse la pieza del colgante en la boca. Y lo miré. Estábamos cansados.
-¿Eres una soldado?
- Comandante Kena Riot. A los servicios de Dante Casano. Coronel de alto rango del ejército del Bruc.
Todos los soldados reprimieron suspiros de asombro. Él hombre de los ojos multicolores se inclinó y dijo:
-Comandante Seal Casano. A los servicios de Rala Tramen. Coronel del ejército del Mediterráneo. Ahh... soy el hermano de tu coronel.
Volví a materializar mi guadaña, y me preparé para luchar.
-Eso no cambia nada.
Se encogió de hombros.
-Para mí sí. Sé quién eres Kena, te conocí de pequeña. Dante te tiene un gran aprecio. No te puedo matar –dijo mientras enfundaba la espada.
Me enfadé. Corrí hacía él como el rayo, y le puse el filo interior de la guadaña en la parte exterior de su cuello.
-¿Qué te hace pensar que vas a ganar?
-Nada. Lo creo.
Apartó el filo de la hoja con la mano, yo retiré la guadaña.
-Vámonos –dijo Seal a su brigada- Tenemos que encontrar a ese pueblo.
Y empezó a andar. Los soldados también, pero había un chico que se acercó a él y dijo:
-¿Y el vampiro, Comandante?
Me miró a los ojos.
-Tiene a una muy buena vigilante –y siguió andando.
Tuve la sensación de que; 'muy buena' no acompañaba al nombre vigilante. Porque cuando pronunció esas palabras me miraba de reojo el cuerpo.
-Pervertido... -dije cuando pasó por mi lado.
Nuestros hombros se tocaban y nos mirábamos de reojo.
-Lo sé. Pero no tengo porque negar la verdad.
Le quise dar un puñetazo pero este me lo paró con la mano.
-No te enfades gatita.
Le di una patada en los huevos y se retorció de dolor ante mi.
-No te quedes estéril, gilipollas.
Volví hacia Gabriel, quién había estado observando cada uno de mis movimientos con cierto recelo. Volví a transformar la guadaña en un colgante, e hice que se sujetara otra vez a la cadena. Puse mi mano en su mejilla y él recostó un poco la cabeza hacia ella. Era muy guapo. Pero creo que lo más atrayente para mí de él era su sonrisa. Cuando sonreía, le veía los colmillos, pero y pensar que me gustaría que esos colmillos se clavasen en mi piel, era emocionante y excitante.