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Algo extraño ocurrió con Qi Rong al abrir los ojos.

Desde que se había convertido en la deidad local de QianDeng, nombre que su hijo había decidido dar también a la secta, estaba acostumbrado a las voces en su cabeza que le rezaban, le pedían toda clase de cosas, le adoraban...

Pero ese día, no había nada. Ni una sola voz.

No es que considerara que fuera algo malo, un descanso siempre le venía bien, era solo que se había acostumbrado a aquello y el repentino silencio le desconcertó. Aunque... pensándolo bien, no era un silencio repentino: desde meses atrás había notado que las plegarias disminuían con cada día que pasaba, poco a poco habían dejado de ser un zumbido constante para ser una cuantas voces aisladas hasta ser... nada.

Era muy extraño, pero como no podía encontrar una explicación decidió no pensar más en ello y decidió dar un paseo tranquilamente por el lugar. Durante todo el tiempo que había vivido allí se habían construido varios templos dedicados a él, y solo en las últimas décadas comenzó a haber templos dedicados a Lang QianQiu. ¡Incluso comenzó a haber gente que los adoraba juntos! Recordar que eso solían hacer con su primo era algo que al fantasma de los bosques le daba un poco de escalofrío, pero era lo que había.

Por lo general estos templos estaban bien cuidados y atendidos, por lo que le sorprendió notar el estado de abandono que tenían. Algunos incluso habían sido saqueados o transformados en otra cosa. Era molesto... pero, en principio, Qi Rong nunca quiso ser una deidad así que no le dio demasiada importancia. Nuevamente, comenzó a preguntarse qué estaba pasando y se le ocurrió que Lang QianQiu tal vez tendría alguna respuesta. Estaba a punto de llamarle cuando Zhu Fuzhou se apareció corriendo frente a él y dijo estridentemente:

—¡El gran maestro acaba de volverse cenizas!

"Bueno, ya era hora", pensó Qi Rong mientras seguía al pavo real. Gu Zi, que finalmente había alcanzado la vejez, había tenido un aspecto horrible los últimos días, además de que el solo moverse le producía un dolor terrible. El Supremo pensó en las ocasiones anteriores que se había dado esta situación: la primera, pudo criar a su preciado hijo barato como un bebé normal. La segunda, solo pudo disfrutar de ese estado infantil por un cierto periodo de tiempo antes de que creciera apresuradamente y ahora, en esta tercera ocasión, se preguntó qué estado tendría su hijo al renacer de sus cenizas.

Qi Rong entró a la secta QianDeng y se precipitó hacia el interior de la misma, dirigiéndose hacia los aposentos de su niño. Había un gran montón de cenizas en el centro de la estancia, por lo que Qi Rong echó fuera a todo el mundo antes de cerrar la puerta en sus narices. A su hijo no le gustaba que nadie lo viera renacer.

Bueno, nadie excepto él.

—Ya está —dijo—. Este ancestro ha llegado.

Fue como si su voz hubiera activado un catalizador. Un fuego tornasol se prendió de las cenizas en un espectáculo colorido y unos minutos después, apareció un chico que fácilmente podría llegar a los quince años. "Adiós a tener un bebé en brazos", pensó Qi Rong con nostalgia mientras cubría a su niño con una túnica dispuesta para tal ocasión.

—Dime, ¿qué se siente ser joven después de ser un anciano? —bromeó el fantasma, y Gu Zi se echó a reír.

—Fantástico —respondió Gu Zi—. Ya no me duele nada. Finalmente les podré seguir el paso a ti y a Baba.

Ah, ya no era Lang-yifu, sino Baba. Vaya evolución. Hablando de ese tal Baba... Qi Rong se llevó dos dedos a la cabeza para contactar con Lang QianQiu pero no recibió respuesta. Claro que lo intentó por el resto del día, pero obtuvo el mismo resultado. ¿Acaso su novio idiota lo estaba ignorando? ¿Cómo se atrevía? Le iba a reñir por esto, definitivamente.

Sin embargo, toda intención de reñir se esfumó cuando Lang QianQiu entró a su habitación compartida con gesto taciturno y confundido, como si alguien se hubiera muerto y el dios lo estuviera asimilando. Antes de que Qi Rong dijera nada, Lang QianQiu preguntó:

—¿Has tenido alguna plegaria en este día?

—No, ninguna —respondió Qi Rong—. A decir verdad, desde hace meses recibo pocas plegarias.

—Entonces Ling Wen tenía razón —musitó Lang QianQiu con un suspiro.

—¿Ah?

Qi Rong miró con confusión a Lang QianQiu y éste dijo con un tono solemne:

—La era de los dioses ha llegado a su fin.

❁❁❁❁❁

Esta vez no va a haber final boss, será un arco tranqui. Para variar.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora