Capítulo IV

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EL FORASTERO.

El viento nocturno roció sus mejillas como la caricia de la brisa del mar, el mar cerca de su tribu

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El viento nocturno roció sus mejillas como la caricia de la brisa del mar, el mar cerca de su tribu. No podía comparar las noches entre las aguas cristalinas de los manglares con las paredes grises de su celda. Sería infame.

Los murmullos de los grillos cruzaron por sus oídos en las calles de la Nueva España. Apreció el esfuerzo que ejercieron en ocultar lo que existió. Aunque en sus recuerdos apenas se vean en aguas, la sensación es lo que acompaña su melancolía, durante su solitaria caminata sobre aquellas calles húmedas que serpenteaban alrededor de la Plaza Mayor. Aún podía olisquear la sangre de sus antepasados, o quizá el brillo de las estrellas lo había puesto a delirar.

Quizá sí, deliraba. Lo aseguro después de detectar el olor a madera pura y a barro, proveniente de las grietas en las paredes de algunas viviendas, seguramente, las primeras. A diferencia del monasterio y la casa del Virrey, construcciones que recibían procuración constante.

Entonces sus pasos dieron pausa gracias a su vana sensación, sus iris ascendieron al cielo, en busca de la sonrisa plateada de la Luna, misma divinidad que le dedico un atisbo de fortaleza, junto a una efímera emboscada del viento, donde la brisa gélida lo rodeo en un par de giros alrededor.

— "Regresa al monasterio. Sala capitular".

Supo que el mensaje había culminado cuando sus hombros volvieron a colgarse en libertad. Inclinó la cabeza de un lado al otro y se fundió sobre sí mismo para emprender vuelo en el oscuro firmamento, colándose entre las estrellas.

——Los preparativos de la Pascua deberían estar más que alineados a la bitácora semanal—— sostuvo la última silaba en el aire, deslizando la atención sobre Otis y Lisus——

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——Los preparativos de la Pascua deberían estar más que alineados a la bitácora semanal—— sostuvo la última silaba en el aire, deslizando la atención sobre Otis y Lisus——. Confió en que todo está en orden. Tómense la molestia de informarme sobre los contratiempos que puedan pasar por inadvertidos. ——los sacerdotes se miraron entre sí, Otis más reluciente que Lisus, debido a la presión——. Podemos pasar a lo siguiente...

La colorida ave se tomó la libertad de escanear a Lisus durante la pequeña pausa del cardenal. Lisus frotaba sus manos entre sí, buscando calor en la fricción de su piel. Luego Andrey le proporcionó un par de palmadas en la espalda, con el fin de reconfortar a su hermano.

JUDAS: El Traidor || RSMXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora