capituló 27

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-No puedo soportarlo más -gimió Zero, con la cabeza apoyada en el hombro de Kaname. Estaba sentado en el regazo de su compañero, con las piernas abiertas sobre las suyas mientras la mano de Kaname recorría de arriba a abajo toda la longitud de su pene. La habitación estaba oscura a su alrededor, las cortinas estaban cerradas. Su pene estaba mojado con líquido preseminal, lo que hacía que las embestidas fueran más suaves. Devastó sus sentidos, el placer era casi demasiado intenso para soportarlo. Kaname se rió, su cálido aliento acariciando la sensible unión de su cuello. Bromeó, raspando la punta afilada de su colmillo a través de la piel vulnerable dibujando otra línea de sangre fina. La lamió lentamente, al ritmo de su mano. Sus ojos estaban pegados al lugar donde se movía su mano, tan húmedos como el pene de Zero. Su propio pene le dolía presionado contra la espalda de su prefecto. Se movieron hacia las cortinas, comprobando la hora.

-Solo un poco más -murmuró-. Aún no ha amanecido. Quiero asegurarme de que estés bien satisfecha cuando me vaya.

-Pero esto es todo lo que has hecho en una hora, maldita sea, necesito correrme. -Las palabras eran una súplica desesperada, sabiendo que su compañero no tenía prisa. Gimió cuando las manos de Kaname se detuvieron una vez más, su dedo índice presionó sólidamente contra la parte inferior cargada de nervios. Su pulgar recorrió la cabeza llorosa de su polla en movimientos pausados, haciendo que Zero gimiera.

-Si no puedes soportarlo, siempre puedo parar -ofreció su sangre pura, su tono demasiado dulce para su gusto.

Se arqueó ligeramente y empujó su pene un poco más profundamente en el puño de Kaname. "Si te detienes ahora, te mataré".

-¿Estamos díscolos esta noche? -se burló Kaname sabiendo que ya había despojado a Zero de su control. Había atrapado a su pequeño cazador en su habitación poco después de salir de clase, lo había encontrado en su ruta de patrulla y prácticamente lo había arrastrado de regreso.

-Por favor. -La suave súplica lo impulsó a continuar. Su compañera de cabello plateado estaba totalmente relajada, dejándole soportar todo su peso.

-¿Estás seguro? -preguntó Kaname en voz baja, mientras su mano comenzaba a moverse de nuevo. Sintió la respuesta en la tensión del cuerpo de su compañero, la mano apretándose alrededor de su muñeca como si necesitara mantenerse a salvo de las olas sensuales que lo azotaban. Los dedos de Kaname aceleraron el movimiento, amasando con ternura la dureza cubierta de seda. Presionó un beso en la zona erógena de Zero. -Te amo.

Zero se estremeció. "¡Lo sé, maldita sea! ¡Date prisa!"

-¿Así? -Poco a poco, sus manos recuperaron su velocidad anterior, igualando la cadencia de los jadeos de Zero. Le encantaba cómo su pareja temblaba en sus brazos mientras su orgasmo se acercaba como la marea imparable de un tsunami. Zero jadeó y empujó con más fuerza contra su mano, buscando el nirvana al que estaba tan acostumbrado a instancias de Kaname. Era adicto al sangre pura. Lo reconoció incluso mientras se rendía al puro placer del toque de su sangre pura. Se entregó al paraíso de ello, una de las mejores sensaciones del mundo, la sensación hormigueando por su columna mientras liberaba la esencia blanca que su pareja tanto codiciaba. Cuando terminó, se quedó temblando, con el corazón palpitando mientras Kaname lo giraba para que se quedara con la cara presionada contra las suaves sábanas, sus caderas inclinadas de manera invitadora. Su espalda se arqueó cuando la cabeza suave y en forma de hongo de la polla de Kaname tocó su hambrienta entrada.

Kaname se tomó su tiempo, seduciendo a su pareja, acariciándolo y hundiéndose en él en incrementos minúsculos, disfrutando la forma en que su respiración se aceleraba con cada centímetro que lo alimentaba. Cuando estuvo completamente sentado, ambos hombres emitieron gemidos de satisfacción, la sensación se transmitía de un lado a otro entre ellos. Kaname hizo una pausa, las delgadas caderas agarradas en sus grandes y gráciles manos. Se inclinó hacia adelante para presionar un suave beso entre los omoplatos de Zero, arrancando un grito de su pareja mientras presionaba más profundamente dentro de él.

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