Capítulo XX

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   —Papá, ojalá Yoko no tenga una feliz navidad.

   Estaba estresado y atareado. Julian tenía una presentación en la escuela por navidad y debía ir disfrazado de José, el esposo de María la madre de Jesús.

   Tenía puesto un traje de esa época que había hecho Mimi rápidamente en su máquina de coser. Y aunque no le quedaba mal, no deja de verse cómico. En sus pies tenía unos zapatos playeros que dejaba ver los deditos rosados de sus pies.

   —Voy a ponerte la barba en la escuela, ¿de acuerdo? —le comenté, mostrándosela—. Quizá si lo hago ahora te pique y se caiga al momento que realmente vayas a necesitarla.

   —Sí, papá.

   —¡Qué bello mi hijo, su última presentación de navidad! —pronto lo abracé para darle muchos besos en la mejilla. Al separarme lo sujeté por sus hombros—. ¿Te sabes los diálogos, no?

   Julian, que se estaba riendo, asintió.

   —¡Sí! ¿Quieres que te lo diga?

   —No.

   Me incorporé, sujetando una mochila que, lejos de tener libros y cuadernos, llevaba ropa para cambiarlo luego de la obra. Era el último día de clases de Julian antes de salir de vacaciones de navidad.

   Salimos de su habitación, no sin antes acomodarme el cuello alto del sueter que llevaba puesto. Luego cruzamos el corredor y bajamos las escaleras hasta la sala.

   Yoko estaba sentada en el sofá bebiendo la primera taza de café en la mañana antes de comenzar a alistarse para irse al restaurante.

   —Ya me voy, amor.

   Me incliné hacia ella para darle un besito en los labios.

   —Te amo como a nadie, hermosa.

   Ella se sonrió un poco.

   Durante los últimos días me había encargado de repetirle una y otra vez lo mucho que la amaba, quizá cómo un intento desesperado para no delatar mis sentimientos hacia Paul.

   Y aunque había funcionado, Yoko aún sospechaba de algo entre él y yo a pesar que no tenía alguna prueba de ello.

   —Voy a decirte lo que haré en el día para que no comiences a pensar mal de este hombre que lo único que hace es amarte incondicionalmente.

   Julian, que se estaba poniendo el saco, soltó una carcajada burlona. Yo lo ignoré.

   Me puse en cuclillas y sujeté sus manos cálidas gracias al calor que le daba la taza de café.

   —Iré al colegio, veré la presentación de Julian, estaré de paseo con él, haré compras y vendré a casa para estar contigo cuando regreses del restaurante, ¿sí?

   —Está bien... —Yoko dibujó una leve sonrisa en sus labios—. Te amo.

   —Yo te amo mucho más.

   —¡Papá, ya vámonos! —Jules protesto detenido en la puerta—. ¡No quiero llegar tarde a mi presentación!

   —¿Vas a representar a Judas Iscariote? —Yoko se burló.

   —No, a José. Y si yo hubiera sido José en la vida real le hubiese dicho a mi hijo Jesús que no mueriera por ti.

   —Julian...

   —Qué niño tan grosero —mi esposa sacudió su cabeza en rotunda negación—. Deberías orientarlo mejor antes que sea demasiado tarde.

   Besé los labios de Yoko luego de soltar una risita.

Once in a Lifetime ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora