CAPITULO 2

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Taehyung.

El viento me golpeó suavemente en la cara mientras bajaba del auto, observando la imponente mansión frente a mí. A mi lado, Jungkook, igual de serio y concentrado, ajustaba su reloj mientras ambos nos preparábamos para lo que venía. Más que una casa, esta villa, apartada de Seúl, era el corazón del poder del hombre de la máscara. Del tal alacrán. El hombre que, había asesinado a sangre fría a SoHee. Sabíamos que cruzar esas puertas significaba mucho más que simplemente infiltrarnos, estábamos entrando en un mundo del que muy pocos salían con vida.

Ajusté mi traje, intentando no pensar demasiado en lo que estaba en juego. Jungkook, tan profesional como siempre, me lanzó una mirada breve, como si con un simple gesto confirmara que estábamos listos. Caminamos juntos hacia la entrada principal, donde dos guardias nos observaron con la frialdad propia de quienes saben que cada persona que cruza sus miradas podría ser una amenaza. No intercambiamos palabra con ellos, pero uno de los guardias asintió ligeramente antes de abrir las pesadas puertas de madera. El crujido de las bisagras resonó como un aviso silencioso. Era la primera vez que pisábamos el territorio del enemigo, y lo sabíamos.

El interior de la mansión era más lujoso de lo que esperaba, un despliegue de riqueza en cada rincón. Cuadros de artistas conocidos, muebles que parecían sacados de algún palacio antiguo, candelabros que iluminaban suavemente el largo pasillo por el que nos guiaban. Jungkook caminaba a mi lado, silencioso, pero completamente alerta. Ambos sabíamos que este lugar no solo estaba lleno de riquezas, sino también de peligros invisibles.

Cuando llegamos al salón principal, lo vimos. Él estaba allí, el hombre de la máscara en persona. Sentado en una silla de cuero, irradiando poder con una calma inquietante, el hombre que le había arrebatado la vida a la única mujer que había amado en mi vida, parecía burlarse de mi con su sola presencia.

Mi mandíbula se tensó y aprete mi mano en un puño. El aire en la sala pareció volverse más denso cuando mis ojos se posaron en él. El hombre de la máscara, ese rostro cubierto que había aparecido tantas veces en mis pesadillas, estaba frente a mí. Mi pecho se comprimió, y por un instante, todo lo que había entrenado, todo el control que había cultivado, pareció desvanecerse. La rabia me envolvía como una nube espesa, nublando mis pensamientos, y la imagen de SoHee inundó mi mente. Sus risas, su rostro iluminado por la esperanza de un futuro que jamás llegaría. Nos íbamos a casar. Ella era mi todo, y él se la llevó. Mi cuerpo temblaba, no de miedo, sino de una ira sorda, brutal, que me llamaba a actuar, a vengarme en ese mismo instante.

Mis dedos se tensaron aún más, el calor de mi propia piel contrastando con el frío metal de la pistola oculta bajo mi chaqueta. Quería hacerlo. Quería sentir cómo la justicia –mi justicia– atravesaba el cuerpo de ese malnacido. Pero no podía. No aquí. No ahora. Tenía que recordar por qué estaba allí, por qué habíamos cruzado esas puertas.

Sentí la mirada de Jungkook clavarse en mí, percibiendo el torbellino de emociones que me consumía. Sin apartar la vista del hombre frente a nosotros, se inclinó apenas hacia mí, lo suficiente para que solo yo escuchara.

— Tranquilízate murmuró con voz firme, pero baja—No hagas nada estúpido.

El tono de Jungkook no admitía discusión. Lo conocía demasiado bien para saber que no era solo una advertencia, era una orden. Mi mandíbula se tensó aún más, pero respiré hondo, obligándome a soltar el aire lentamente. No era el momento. Mi mente se llenaba de la misión, de la realidad. Si fallaba ahora, si me dejaba llevar por la rabia, pondría en riesgo no solo mi vida, sino también la de Jungkook, y todo por lo que habíamos luchado se vendría abajo.

El hombre de la máscara seguía allí, imperturbable, como si supiera exactamente el impacto que su presencia tenía en mí. Su calma era casi insultante, como si estuviera disfrutando de mi lucha interna. Pero no le daría el gusto de verme quebrar. No aquí. No de esta forma.

EL DONCEL Y LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora