Cegado

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Mateo

Veo atentamente la escena que estoy viendo; sé que están hablando.

Me gustaría saber qué le está diciendo, pero en un instante veo que él la está besando. Él le pone el anillo en su mano.

—Mierda, ella aceptó casarse con ese hijo de perra —me digo a mí mismo. Sigo tomando fotos de todo lo que estoy viendo—. Necesito hacer algo, ella es mía. Ya sé qué voy a hacer.

Me voy del lugar y detesto estar viendo cómo ese hombre la toca.

Ya no necesito ver más ni saber más que lo que pasa entre ese hombre y ella.

Llego hasta la moto del agua, me marcho de ese lugar y llego al lugar donde tomé la moto y el señor está sentado en una silla dormido.

Le aviento las llaves a la cara y el hombre despierto muy se confundió.

Me voy antes de que el hombre me diga algo.

Llego hasta el hotel; tomo todas mis cosas y salgo hacia la pista de aterrizaje donde está el jet.

Subo en él y el jet despega. En unas horas estoy de regreso en España.

Me subo al auto y llego a mi casa. Entro en mi habitación y veo todas las fotos de Anabela.

Tomo su vestido y lo veo atentamente. Los recuerdos llegan a mi mente de cómo ese hombre la besaba.

Tiro el vestido al piso. Me voy a un pequeño cuarto que tengo escondido.

Tengo toda mi tecnología. Tomo mi teléfono y lo conecto a mi ordenador.

Veo las fotos que le tome Anabela y a ese hombre.

Le presioné imprimir y mi impresora de fotos empezó a trabajar.

Después de un momento escucho que ha terminado y tomo todas las fotos.

—Estas fotos me servirán muy bien. Pero primero debo de saber que fue lo que exactamente pasó esa noche —me digo a mí mismo.

A la noche siguiente voy hacia el club. Entro y de inmediato veo a todas esas mujeres desnudas bailando.

Me acerco a una de las mesas VIP; de inmediato se me acerca la persona que estoy esperando.

Se sienta a mi lado y veo que pone su mano en mi pierna.

—Hola, Mateo, qué alegría verte de nuevo —me dice Silvana.

Volteo a verla. Veo que trae puesta una minifalda con un top.

—Hola, hermosa, que bueno que te dé gusto verme porque hoy vengo por ti —le digo.

Ella me sonríe con una mirada que conozco bien: la del dinero.

Ella toma mi mano y me levanto con ella. Caminamos por el corredor donde están los cuartos.

Entramos al cuarto principal. Escucho que la puerta se cierra y quedamos los dos solos.

Se me acerca por la espalda y la llevo hasta la cama.

La acuesto lentamente, me acerco a su cuello, le doy un beso.

Pongo rápidamente mi mano en su cuello y la agarro con fuerza.

Ella me mira muy asustada y pone sus manos en mi brazo queriéndome apartar.

—¿Qué carajos haces?, suéltame —me regaña.

—Si quieres que te suelte, dime primero que fue lo que le pasó a Anabela —le exijo.

—¿Por qué quieres saber de esa tonta? —dijo enojada.

—Qué mierda te importa, solo responde si es que te interesa tu vida —vuelvo a exigirle.

Eres mi venganza y mi perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora