Valery había perdido la cuenta de cuántos días llevaba sin su auto, y si bien le incomodaba la idea de depender de otra persona, era difícil ignorar lo conveniente que había sido la ayuda de Oliver. Cada vez que necesitaba ir a algún lugar, Oliver aparecía con una sonrisa y una disposición infinita para llevarla y, muchas veces, incluso para cuidar de Levi y Azul mientras ella atendía sus asuntos.Era un fin de semana tranquilo cuando Oliver decidió invitar a Valery y a los niños a un picnic en un parque cercano. Al principio, Valery dudó. La idea de ir a un picnic con él y los niños sonaba agradable, pero también se sentía rara. Después de todo, no era común que saliera con alguien que no fuera familia o amigos cercanos.
Pero Oliver, con su insistencia y sonrisa despreocupada, logró convencerla.
—Será divertido, te prometo. Además, Azul y Levi se divertirán corriendo al aire libre, ¿no crees? —le dijo, con esa chispa en sus ojos que a Valery le costaba rechazar.
Al final, aceptó, con la condición de que ella llevaría algunas cosas para el picnic. Oliver accedió, aunque en el fondo sabía que iba a traer demasiadas cosas también, porque quería que todo fuera perfecto.
Cuando llegó el día, Oliver pasó por ellos temprano. Llevaba una gran canasta y una manta de cuadros, que Valery no pudo evitar mirar con una mezcla de asombro y diversión. El chico realmente había planeado todo.
Levi y Azul estaban emocionados, y no paraban de hablar mientras Oliver conducía hacia el parque. A Valery le costaba recordar la última vez que había visto a sus hijos tan contentos, y se sorprendió a sí misma sonriendo al verlos tan entusiasmados.
Al llegar, Oliver se apresuró a extender la manta y preparar el área para el picnic, mientras Valery sacaba algunos de los bocadillos que había traído. Levi y Azul no tardaron en correr hacia los juegos, pero apenas pasaron unos minutos antes de que Azul regresara, pidiendo a su madre que la acompañara a los columpios.
—¿Quieres que yo la lleve? —se ofreció Oliver, acercándose con una sonrisa amable.
—Claro, si no te molesta —dijo Valery, y Azul de inmediato se tomó de la mano de Oliver, encantada de que él la acompañara.
Desde la manta, Valery observaba la escena con una mezcla de ternura y asombro. Ver a Oliver interactuar con sus hijos era algo que no había esperado cuando lo conoció. Él no solo era amable con ellos, sino que también parecía disfrutar genuinamente de su compañía. Era como si, por momentos, fuera parte de la familia.
Valery se dejó llevar por sus pensamientos, y durante unos segundos, se permitió imaginar cómo sería su vida si Oliver fuera alguien más que un amigo amable. Sacudió la cabeza rápidamente, como si intentara borrar esa imagen. Era un chico encantador, sí, pero seguía siendo solo eso: un chico.
Cuando Oliver y Azul regresaron, se sentaron junto a Valery en la manta. Él le ofreció una de las botellas de agua que había traído, y ambos se quedaron en silencio, observando cómo Levi jugaba en los columpios.
—Es un lugar bonito —comentó Valery, rompiendo el silencio.
—Sí, pensé que te gustaría —respondió Oliver, mirándola con una sonrisa—. Además, tú mereces un descanso también. No es fácil ser mamá, ¿verdad?
Valery sonrió, asintiendo lentamente.
—Definitivamente no lo es, pero... ellos son mi mundo. Todo lo que hago es por ellos.
Oliver la miró con admiración, pero no dijo nada. No quería romper ese momento con palabras innecesarias. En cambio, simplemente se quedó allí, disfrutando de la compañía de Valery y los niños, sintiendo cómo poco a poco su conexión se hacía más profunda, aunque ella no lo notara.
Pasaron el resto del día entre juegos, risas y pequeños momentos de complicidad. Oliver ayudó a Levi a hacer una pequeña carrera con Azul, y Valery aprovechó para tomar algunas fotos de sus hijos, capturando esos instantes que deseaba recordar para siempre.
Al final del día, mientras recogían todo para regresar a casa, Oliver sintió una punzada de tristeza. No quería que ese día terminara. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía en paz, como si estuviera exactamente donde debía estar. Y aunque no sabía cómo expresar lo que sentía, estaba seguro de que haría cualquier cosa por mantener esa conexión con Valery y los niños.
Esa noche, Valery se recostó en su cama, exhausta pero contenta. Al pensar en el día que había pasado con Oliver, una mezcla de emociones la invadió. Sabía que él era un chico bueno, un amigo amable que la había apoyado en momentos difíciles. Sin embargo, también sentía una especie de incomodidad, como si se estuviera acercando demasiado a una línea que no debía cruzar.
"Él es solo un amigo", se repetía en su mente, intentando convencerse. Pero, aun así, no podía ignorar el hecho de que estar con él la hacía sentir diferente, como si de repente la carga de ser madre soltera no fuera tan pesada. Aunque seguía sin verlo de manera romántica, era innegable que él le daba un tipo de apoyo que nunca había tenido antes.
Oliver, por otro lado, se recostó en su cama, reviviendo cada momento del día en su mente. No podía dejar de pensar en Valery, en su sonrisa, en la forma en que cuidaba de Levi y Azul, en todo lo que hacía que ella fuera especial para él. Sabía que sus sentimientos eran reales, y aunque le daba miedo admitirlo, estaba dispuesto a ser paciente y esperar el tiempo que fuera necesario.
Pero, aunque Oliver tenía clara su decisión, Valery seguía luchando con sus propios pensamientos. Sabía que Oliver era una persona importante en su vida, pero la diferencia de edad, y sobre todo el hecho de que ella tenía hijos, era una barrera que le parecía imposible de superar. No quería arrastrarlo a una vida llena de responsabilidades, una vida que tal vez él no comprendiera.
Durante los días siguientes, Valery intentó alejarse un poco de Oliver, sin ser demasiado obvia. Respondía a sus mensajes de forma breve, evitaba llamarlo para pedirle ayuda, y trataba de enfocarse en su rutina. Sin embargo, eso no evitaba que sus pensamientos volvieran a él constantemente. Había algo en Oliver que era difícil de ignorar, y aunque no quería admitirlo, la idea de verlo cada vez más involucrado en su vida le generaba una extraña mezcla de miedo y esperanza.
Por su parte, Oliver notó el cambio en la actitud de Valery, y aunque se preocupaba por la distancia que ella estaba poniendo, no la presionó. Sabía que sus sentimientos podían asustarla, y quería darle el espacio que necesitaba para procesarlos.
Un día, Oliver decidió enviarle un mensaje simple:
—Espero que estés bien. Si necesitas algo, ya sabes que siempre estoy aquí.
Valery leyó el mensaje, sintiendo una extraña calidez en el pecho. No respondió de inmediato, pero después de unos minutos, escribió:
—Gracias, Oliver. Lo aprecio mucho.
La conversación quedó en ese intercambio breve, pero para ambos, esas palabras significaban más de lo que parecían.
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Getaway Car ─ Oliver Bearman
Fiksi PenggemarUn choque, una llamada perdida, y un Ferrari con la carrocería abollada. Para Oliver, conocer a esa misteriosa chica fue una suerte, pero ella lo ve como un desastre caro. Cuando descubre que no tiene idea de quién es él, Oliver decide aprovechar el...