Capítulo 48: Reflejos de una Amistad Olvidada

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Pov.










Alaya se sentó en el rincón más apartado del aula, con la mirada perdida en la nada mientras sus pensamientos daban vueltas. Las palabras de Sophie seguían resonando en su mente, cada sílaba atravesándola como un recordatorio de todo lo que había pasado por alto. Mientras repetía en su cabeza aquella conversación, una revelación incómoda comenzó a abrirse paso: Sophie siempre había estado ahí, dándole señales de que ella también necesitaba apoyo, pero Alaya había estado tan consumida por su conflicto con Kiara que apenas había notado el peso que Sophie cargaba en silencio.

Alaya se llevó una mano a la frente, intentando recordar aquellos momentos que parecían desvanecerse en la niebla de su memoria. La primera imagen que llegó a su mente fue de Sophie, meses atrás, con una mirada que no alcanzaba a ser la misma de siempre. Fue un día después de una discusión con Kiara. Alaya había hablado sin parar de cómo arreglar las cosas, de cómo recuperar la amistad que sentía que estaba perdiendo, y Sophie simplemente la había escuchado en silencio. No recordaba haberle preguntado cómo se sentía, ni siquiera una vez.

Otros recuerdos comenzaron a encajar como piezas sueltas de un rompecabezas: Sophie mirándola en silencio durante sus almuerzos, su voz temblorosa en ciertos momentos y aquellos intentos por invitarla a hacer algo fuera del colegio. Ahora que lo pensaba, Sophie había intentado en varias ocasiones acercarse, pero siempre había una excusa, algo que parecía más urgente. En esos momentos, el conflicto con Kiara lo cubría todo, haciendo que Alaya pasara por alto cada súplica no verbal de su amiga.

Se mordió el labio, sintiendo la culpa presionándole el pecho. ¿Cuántas veces había ignorado los intentos de Sophie por hacerle ver su propia soledad? La respuesta era clara: muchas. Y ahora, todo lo que Sophie sentía, esa distancia y dolor, eran solo el reflejo de todo lo que Alaya no había visto, todo lo que había ignorado. Había estado ciega, creyendo que solo ella sufría, cuando en realidad, Sophie también había estado luchando contra sus propios miedos.

El recuerdo más doloroso de todos llegó de repente: el día que Sophie le habló de su familia, y de cómo sentía que nadie la entendía. Alaya apenas le había prestado atención, diciéndole que todo se arreglaría, y rápidamente había cambiado de tema para hablar sobre su propio drama con Kiara. Ahora comprendía el error. Sophie necesitaba ser escuchada, necesitaba que alguien la entendiera, y Alaya, la persona que supuestamente era su mejor amiga, no había estado ahí.

Se dio cuenta de que, en su intento desesperado de arreglar las cosas con Kiara, había perdido la oportunidad de fortalecer lo que realmente importaba. Mientras más pensaba en ello, más claro le quedaba que la amistad de Sophie había sido su refugio, su pilar silencioso, el lugar donde siempre podía regresar. Pero ahora, Sophie estaba al borde de alejarse, cansada de ser ignorada, de ser invisible en la vida de Alaya.

Tomó una respiración profunda, sintiendo una determinación nueva creciendo en su interior. No iba a perder a Sophie. No iba a permitir que la historia se repitiera como con Kiara. Ahora sabía que las relaciones no eran solo una cuestión de recibir apoyo, sino de ofrecerlo también, de cuidar a las personas importantes antes de que sea demasiado tarde.

Cuando terminó el día de clases, buscó a Sophie. La encontró en la salida, con la mochila al hombro y la mirada perdida, casi como si también estuviera buscando algo que le diera fuerzas. Alaya respiró hondo y se acercó.

—Sophie, ¿podemos hablar? —dijo, su voz más baja de lo habitual.

Sophie la miró, sorprendida, y por un momento pareció dudar. Finalmente, asintió, y ambas caminaron juntas hacia un rincón apartado del patio, donde el bullicio de los estudiantes se desvanecía.

—Quería disculparme —comenzó Alaya, con la garganta apretada—. Sé que últimamente he estado… ausente. Solo hablaba de mis problemas con Kiara y nunca me detuve a pensar en ti, en cómo estabas tú.

Sophie la miró en silencio, y en sus ojos se reflejaba una mezcla de tristeza y alivio, como si esas palabras fueran algo que había esperado durante mucho tiempo.

—Alaya, siempre estuve aquí para ti, pero a veces sentía que… que no era suficiente. Como si, por más que intentara apoyarte, tú solo podías ver lo que estabas pasando con Kiara.

Alaya asintió, sintiendo la culpa ardiendo en su pecho.

—Tienes razón, y lamento haberte ignorado. No fue mi intención, pero estaba tan atrapada en mis propios problemas que no me di cuenta de lo que pasaba contigo. Sophie, quiero que sepas que estoy aquí para ti ahora, que quiero estarlo de verdad.

Sophie bajó la mirada, y Alaya pudo ver la vulnerabilidad en su expresión, un dolor que había estado guardando por mucho tiempo.

—Yo también tengo mis problemas, Alaya —dijo Sophie en un susurro—. A veces me siento sola, y me duele pensar que mi mejor amiga no lo notó. Pero… agradezco que ahora estés aquí. Ojalá podamos empezar de nuevo.

Alaya extendió la mano, y Sophie la tomó. Fue un gesto simple, pero en ese momento, ambas sintieron que algo había cambiado, que el peso de la incomprensión y el descuido comenzaba a disolverse. Alaya sabía que aún tenía mucho por arreglar, pero estaba decidida a hacer lo que fuera necesario para no perder a Sophie, para aprender a ser una amiga de verdad.

Mientras caminaban juntas, en silencio, Alaya se prometió que nunca volvería a anteponer sus propios problemas a la amistad que tenía con Sophie. Sabía que esta vez, para enfrentar la tempestad que la vida le traía, necesitaba no solo apoyo, sino también aprender a ser el apoyo que los demás necesitaban.














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