Jamás pensé que mi vida daría un giro tan inesperado solo por aceptar una propuesta descabellada. Aquel día, sentada en la oficina, viendo los papeles desbordarse de mi escritorio y al jefe asomarse de su despacho cada tanto con esa mirada inquebrantable, yo era una más, apenas una empleada que hacía su trabajo. Pero eso cambió en cuanto Darío Valmont cruzó esa puerta y dejó caer sobre mi escritorio una carpeta con una propuesta inesperada.—Necesito que seas mi esposa.
Me congelé. ¿Era una broma? Él era tan reservado, tan inaccesible. Nunca había intercambiado más que unas pocas palabras con él y, en cada ocasión, su tono era escueto y sin lugar para la cercanía. Pero aquí estaba, mirándome con una mezcla de seriedad y… ¿desesperación?
—¿De qué estás hablando, Darío? —pregunté, intentando sonar tranquila, aunque el corazón ya latía más rápido de lo normal.
Él se aclaró la garganta y se sentó frente a mí, cruzando los brazos sobre el escritorio. Su expresión parecía contener una historia que nunca había imaginado.
—Necesito que seas mi esposa. Falsamente, claro, pero necesito que todo el mundo lo crea. —Dejó escapar un leve suspiro, bajando la mirada por un instante. Su fachada de hombre indestructible parecía quebrarse por momentos.
—¿Y por qué yo? —pregunté, tratando de entender por qué, de entre todas las personas, había pensado en mí para esta locura.
Darío me miró, y por un segundo vi en sus ojos algo que no pude identificar, algo vulnerable. Pero, tan rápido como apareció, se desvaneció. Volvió a ser ese hombre inaccesible y autoritario, con una voz firme que no admitía dudas.
—Confío en ti, Aitana. No hay nadie más en quien confíe para esto.
Las palabras quedaron flotando en el aire, dejando a mi mente trabajar en todas las implicaciones de lo que me estaba pidiendo. Fingir ser su esposa no era solo una actuación; implicaba entrar en su vida, en su mundo, uno del que había escuchado rumores, pero que nadie parecía entender realmente.
—No sé si sea una buena idea… —murmuré, mientras miles de preguntas me invadían.
—Sé que no te he dado motivos para confiar en mí —dijo en un tono más suave, casi humano—, pero te juro que haré todo lo posible para que esto no te perjudique.
Su rostro, tan serio y frío como siempre, mostraba una extraña sinceridad. No podía negar que había algo en él que me intrigaba, algo que siempre me había hecho querer ver más allá de su apariencia dura. Y, antes de darme cuenta, la curiosidad fue ganando terreno a la razón.
—¿Qué quieres que haga exactamente? —pregunté, casi sin creer que estaba considerando esta locura.
Él soltó el aire que parecía haber estado conteniendo y asintió lentamente.
—Asistirás a eventos conmigo, compartirás cenas y reuniones familiares… y cuidarás de alguien muy importante para mí.
Lo miré, confundida.
—¿Cuidar a alguien?
Y entonces, por primera vez, vi en sus ojos un brillo cálido. No era para mí, sino para alguien más, alguien que significaba todo para él. Fue en ese momento que entendí que detrás de aquella fachada de hombre impenetrable, Darío Valmont guardaba un secret
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Contrato de Amor
RomanceAitana jamás imaginó que fingir ser la esposa de su jefe, el misterioso y solitario Darío Valmont, la llevaría a un mundo lleno de secretos. Entre miradas prohibidas y una pequeña niña que despierta su instinto maternal, Aitana descubre que este con...