Capítulo 20.

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Sentí que el aire me faltaba... No podía creer lo que mi papá me había dicho... No podía... Necesitaba oírlo de nuevo para convencerme.

Una lluvia de recuerdos como la presentación multimedia que debía entregar; todo se me vino a la mente y las voces se quedaron sin fuerza; las palabras no resonaban en mi cabeza, solo las acciones se hicieron presentes en mi memoria.

Difícil creer que todo había llegado a su final.

¿Qué César hizo qué?

Pregunté alarmado buscando un taxi.

Él no fué... Fué su otro hijo...

¿Guillermo tiene otro hijo?

Bajé mi mano y con toda la pena del mundo le dije al taxista que ya no lo necesitaba y se fué educadamente.

Suspiré sintiendo que el peso se me iba de encima y colgué la llamada. Me había sobresaltado como nunca, pensé que nunca más lo iba a volver a ver... Me dió un gran alivio saber que está bien... Aunque siento pena por él por lo de su hermano que nunca supe que tenía. Ni siquiera lo conozco, no sé a qué escuela va o cuáles son los lugares que frecuenta.

Solo sé que es rubio, pecoso, de ojos azules como un zafiro y que tiene un cuerpo delicado. Que es hijo del socio de mi papá y que en dos ocasiones vino a la empresa... La segunda vez fuí grosero con él y me niego a verlo porque no quiero ilusionarme con algo que solo pasa en mi cabeza... Lo más probable es que los gestos dulces que él me daba hayan sido producto de mi imaginación y que la realidad haya sido otra.

No quiero saber la realidad de las cosas... Puede doler mucho.

«Es mejor que las cosas sean así César... Es mejor no volver a verte.»

Después del susto que me llevé entendí que darle alas a mis sentimientos solo empeoraría las cosas; ya que al no saber cómo luchar por quién quiero y perderlo me rompería el corazón por segunda vez, y está vez sería culpa mía.

Mi celular volvió a sonar y revisé: Papá. Suspiré hondo pensando en qué quería el Ingeniero Daniel Marqués está vez; tenía la sospecha de que se trataba de algo de la empresa y al responder confirmé mi teoría.

Mañana es la entrevista en la empresa. Quiero verte con tu mejor traje. Santiago y tu madre también estarán presentes.

Quise colgarle pero él se me adelantó marcando su lugar como pilar de la familia Marqués Portillo; una familia que cada día se estaba cayendo a pedazos.

Quise marcarle a Oswaldo, pero estaba con sus padres y no quería interrumpir el momento familiar. Pensé en lo bien que la estaban pasando en su restaurante favorito, su padre nunca deja que se aburran, pues siempre tiene algo chistoso que decir y su madre nunca deja de mirarlo.

Mi madre ya no es la misma desde que Yéssica murió; el brillo de sus ojos se apagó y aunque parezca fuerte, en el fondo llora. Se refugió en la lectura y se la pasa todo el tiempo en su habitación leyendo sin parar, ella dice que tener la mente distraída en los libros la ayuda a no pensar en los golpes del pasado.

Muchos creen que la familia Marqués Portillo es perfecta y ejemplar; si supieran lo equivocados que están; el hecho de que tengamos éxito y dinero no nos hace perfectos, y mucho menos felices, porque el dinero no es sinónimo de felicidad.

Ni la empresa, ni la casa, ni los autos, nada de eso trae la felicidad, son solo comodidades. La mesa no la compartimos mucho, la terraza siempre está cerrada, nunca hacemos parrillada en el jardín ni nada. Todo es oscuridad y silencio.

Bajo la lluvia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora