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Desperté lentamente, sintiendo el calor de par de brazos rodeándome. Parpadeé, tratando de recordar donde estaba. A medidas de que mis sentidos se despertaban, me di cuenta en la posición en la que estaba. No tenía idea de cómo nos había llegado ahí.
Lando estaba profundamente dormido, podía sentir su respiración suave y rítmica, sus brazos me rodeaban haciéndome sentir la calidez de su cuerpo. Una mezcla de emociones se apoderaba de mí, al darme cuenta lo cerca que estábamos.
No recordaba cómo terminé dormida abrazada a él.
Concuidado, me giré para observar su rostro, noté pequeños detalles que nunca había apreciado: la forma en que sus pestañas descansaban sobre sus mejillas, la ligera curva de sus labios, y lunares esparcidos en varias partes de su rostro.
Dejé de mirarlo, y traté de levantarme sin despertarlo, tenía que salir de ahí. Con cuidado, intenté deslizarme fuera del abrazo. Me moví lentamente asegurándome de no hacer ruido. Una vez libre, me dirigí a el cuarto de baño.
Al entrar, cerré la puerta suavemente y me miré en espejo. Mis mejillas estaban sonrojadas, y no pude evitar ponerme nerviosa. Lavé la cara, tratando de calmar el rubor, no entendía porque estaba tan nerviosa, ¿Que se supone que signifique todo esto?.
La confusión comenzó a invadir mis pensamientos.
Después de lavarme la cara y calmar un poco mi sonrojo, me quedé mirando el reflejo en el espejo. La situación seguía dando vuelta en mi cabeza, ¿Cómo habíamos terminado durmiendo así? Podía sentir cada respiración, de lo cerca que estábamos.
Ni siquiera tenía planes de dormir en el sofá.
Decidí que necesitaba un poco de aire fresco para aclarar mis pensamientos. Salí de el baño y me dirigí a la cocina para prepararme un café. Mientras el aroma del café llenaba la habitación, me senté en la mesa, tratando de ordenar mis pensamientos, y calmar mis nervios.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de pasos suaves. Lando apareció en la puerta de la cocina, todavía medio dormido, su cabello estaba desordenado, y traía una sonrisa en su rostro.
Lo que hizo que mis nervios aumentaran.
—Buenos días, B. —murmuró, con su voz ronca por acabar de despertar.
—Buenos días, Norris.
—Es la segunda vez que despierto en tu departamento. —bromeó acercándose a la cafetera. —¿Estabas haciendo café sin mi?.
