Capítulo 48. Los últimos dias

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Cristhian

—Maldita sea... —Solté el cuchillo con el que estaba cortando las frutas para mi licuado—. ¡Aghhh! —me quejé en cuanto sentí un ardor en la palma de mi mano. La miré y vi cómo la sangre comenzaba a brotar—. Ugh...

Había tenido unos días difíciles desde que Emilie se fue. Aunque siempre fui una persona autosuficiente y sabía vivir solo, su ausencia me afectaba más de lo que imaginaba, sobre todo porque también Danny se había ido. Sabía que la tenía cerca, pero ya no era suficiente, en las clases, podía mirarla de vez en cuando sin que se sintiera incómoda, pero la idea de no poder hablarle de nuevo era dolorosa. Pensaba, soñaba y, a veces, murmuraba su nombre para recordarme lo idiota que había sido. ¿Podría algo realmente ayudarme a solucionar, al menos, esto?

No.

Escuché unos golpes en la puerta.

—¡AGHHH! —sentí una gran frustración, pues no había invitado a nadie ni esperaba visitas.

Enjuagué mi mano con agua en el fregadero, presionándola mientras la sangre y el agua se mezclaban, dejando un tono rojo claro en el fondo. Cerré el puño con fuerza y caminé hacia la puerta con mala cara. Al abrirla, vi a Laura, con una chamarra oscura y un peinado un tanto extraño.

—Ugh, Cristhian —Laura se tapó la nariz al verme—. ¿Hace cuánto no te bañas?

Rodé los ojos, algo molesto. No me había bañado ese día porque no tuve tiempo, no por ser sucio. Ella entró a la casa como si nada y dejó su bolsa en uno de los sofás.

—¿Necesitas algo? —me crucé de brazos al ver lo cómoda que se sentía en mi casa.

—Todavía que vengo a saludarte, ¿y te pones en esa actitud? —me miró cruzando los brazos también.

—¿Solo vienes a saludarme? —levanté una ceja.

—Pues sí... —me miró de arriba a abajo—. Desde que me pediste el favor de mis hermosos gatos, no volví a saber de ti... —echó un vistazo a mi casa, que ya era un desastre—. Aunque parece que llegué en un mal momento. ¿Qué pasó aquí? ¿Un tornado?

Preferí no responder, y ella notó mi mano herida, pues comenzó a sangrar de nuevo y algunas gotas caían, dejando manchas pequeñas pero visibles en el suelo.

—¡DIOS MÍO, CRISTHIAN! —se acercó y tomó mi mano. Me quejé, y ella me miró preocupada—. ¿¡Cómo te hiciste esto?! —me jaló del brazo, llevándome hacia el sofá, donde me sentó antes de correr al baño a buscar el botiquín. Al encontrarlo, regresó y, con un algodón empapado en alcohol, limpió mi herida. No pude evitar quejarme; el ardor era fuerte, pero soportable.

Mientras limpiaba la herida, la miré, algo tenso.

—¿Viniste hasta aquí solo porque ya no te llamé?

Ella suspiró y rió, algo nerviosa.

—En realidad, pensaba pedirte un favor... —miró alrededor—, pero viendo la situación, creo que prefiero saber qué pasó aquí.

Solté un largo suspiro.

—Es una historia muy... muy larga —dije con una mueca, lo que solo aumentó su curiosidad.

—Tengo tiempo suficiente para escucharte —se acercó, atenta a mis palabras.

La miré y no pude evitar sentirme un poco culpable por haberla usado para llamar la atención de alguien en su momento.

—¿Estás segura? —me crucé de brazos y dejé caer mi peso en el sofá.

Ella asintió, mirándome fijamente.

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⏰ Última actualización: Nov 22 ⏰

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